ChanYeol
—Todo habrá acabado en unos meses. —Me apoyé en la silla y giré con la mano el vaso de whisky, mirando las motas de polvo bailar en el aire delante de mí.
—Mmmm... —Mi tío se frotó la barbilla, con la mirada fija en la pantalla mientras me examinaba. Había convertido la habitación de invitados en mi despacho, ya que prefería trabajar desde casa los días que no tenía que estar en la oficina. Así me ahorraba tediosas interacciones sociales—. Para llevar desde los diez años planeando esto, no pareces muy entusiasmado.
—El entusiasmo está sobrevalorado. Solo quiero hacerlo y ya está.
A pesar de mis palabras, me dolía el pecho, porque mi tío tenía razón. Debería estar entusiasmado. La venganza estaba tan cerca que podía saborearla, pero en lugar de un alivio dulce, me invadía un sabor agrio que me amargaba el estómago.
¿Qué habría después de la venganza?
Comparé todos los propósitos que podría haber tenido con la fuerza que me había impulsado todos estos años. La que me había mantenido cuerdo mientras estaba destrozado por dentro. La que me había revivido mientras me desangraba en el suelo, inconsciente, en un pozo de culpa y terror. La que había colocado el tablero de ajedrez en el que yo había alineado dolorosamente las piezas una por una, año tras año, a la espera del momento de derrocar al rey.
No me daba miedo casi nada, pero sí lo que pudiera pasar si perdía mi propósito vital.
—Hablando de hacer... —Dejé el vaso en la mesa—. Supongo que hoy has firmado los papeles del acuerdo de Gruppmann.
Taeyong sonrió.
—Felicidades. Estás un paso más cerca de dominar el mundo.
Yo. Porque el Grupo Archer siempre había sido mío.
Había fundado la matriz con mi dinero, y la empresa había prosperado gracias a mis decisiones de los últimos años. Mi padre había creado su propia empresa de construcción al emigrar a Estados Unidos, y su sueño siempre había sido que yo la heredara. La empresa quebró cuando murió (yo era demasiado joven para evitar su cierre), pero había seguido su camino construyendo algo nuevo. Algo más grande.
Lo único que mis padres querían para mí era felicidad y éxito. La parte de la «felicidad» aún estaba por alcanzar, pero la del «éxito» se me había dado muy bien.
Después de la reunión semanal con mi tío, saqué mi segundo portátil y abrí la carpeta encriptada donde guardaba todos los documentos que detallaban el estado de las finanzas, los acuerdos de negocios (tanto legales como ilegales) y los futuros contratos de mi enemigo. Había intervenido en su imperio durante años, lo suficientemente despacio como para que pensara que tan solo era una larga racha de buena suerte. Ahora solo necesitaba una prueba más antes de destruirlo para siempre.
Me quedé mirando a la pantalla, con los números emborronados ante mis ojos mientras visualizaba mi táctica final. El plan no me entusiasmaba tanto como antes.
Por lo menos había disfrutado de la caída de Jeon Jaehyun. Unas cuantas llamadas y lo despedirían, y después lo vetarían en todas las empresas importantes del noreste de Estados Unidos. Unos cuantos susurros en los oídos adecuados y acabaría en la lista negra de todo Washington. La verdad es que yo solo había acelerado su inevitable descenso a los infiernos, ya que según la información que había recabado, desde su graduación, Jaehyun se había aficionado demasiado al consumo de drogas y a conducir borracho. Solo era cuestión de tiempo que él solito la cagara en el trabajo o se metiera con la gente equivocada.
Tenía todo a su alcance en bandeja de plata y lo había tirado por la borda por un rato de colocón. Perdona si lo apunto en mi libreta de cosas que me importan una mierda.
Y también le había puesto los cuernos a BaekHyun, así que indudablemente le faltaba un hervor.
En el teléfono me sonó una interacción de redes sociales. Odiaba las redes, pero era la mayor mina de oro de información del mundo. Era increíble la cantidad de datos personales que la gente compartía en la red sin preocuparse de quién pudiera verlos.
Deslicé el dedo sobre la notificación para eliminarla, pero sin querer pinché encima y se abrió un vídeo de dos personas discutiendo. Estaba a punto de cerrarlo cuando me detuve y miré más de cerca.
¡Mierda!
El vídeo seguía reproduciéndose cuando me levanté y salí corriendo hacia casa de Nayeon.
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