BaekHyun
Unas cuantas horas más tarde, JongDae y yo estábamos sentados en una mesa al fondo de un restaurante junto al Grupo Archer. ChanYeol había reservado todo el restaurante y había echado a la mayor parte de los empleados. Aparte de un camarero que rondaba por la entrada, demasiado lejos como para oírnos, éramos los únicos allí. También ChanYeol se había marchado a la oficina para darnos más privacidad.
—Lo siento mucho, BaekHyun. —JongDae no tenía buen aspecto. Tenía la cara apagada, con profundas ojeras bajo los ojos. El estrés y la preocupación le surcaban la cara y no había rastro de su habitual sonrisa encantadora y socarrona—. Debería haberlo sabido. Debería...
—No es culpa tuya. Papá... JinKi nos engañó a todos. —Me encogí de hombros, pensando en lo bien que había interpretado su papel—. Además, a ti te quería. Te trataba perfectamente. No tenías por qué notar nada.
JongDae apretó los labios.
—No me quería. La gente como él no es capaz de querer. Me veía como... una vasija en la que continuar su legado. Nada más.
ChanYeol y yo habíamos contactado con JongDae y le habíamos contado lo que yo había recordado unos días atrás. Se quedó de piedra, pero me creyó. También insistió en coger un vuelo para estar en el enfrentamiento y pidió un permiso urgente en su voluntariado para poder hacerlo. Había visto y oído toda la conversación por las cámaras ocultas de la sala, y el equipo de seguridad de ChanYeol tuvo que contenerlo para que no saltara antes de tiempo.
Me imaginaba lo que debió de costarle. Si algo tenía JongDae, era sangre caliente.
Después de darle un puñetazo a JinKi, la situación se había convertido en un caos, con los agentes del FBI, JongDae, JinKi y varios guardias de seguridad pegándose unos contra otros. JongDae estuvo a punto de matar a golpes a nuestro (su) padre si no es porque ChanYeol lo detuvo. Los agentes del FBI se llevaron a JinKi magullado y lleno de sangre y ahora había que esperar al juicio.
Gracias a ChanYeol, que tenía un amigo cuyo padre era un alto cargo del FBI, JongDae se libró de una acusación por agresión a JinKi.
Toda la situación era surrealista.
—De cualquier forma, no fue culpa tuya —repetí—. Tú también eras solo un niño.
—Si hubiera estado aquel día en el despacho...
—Basta. ¿Me estás escuchando, Byun JongDae? —dije con dureza—. No voy a dejar que te culpabilices. Mamá y JinKi eran adultos. Tomaron sus propias decisiones. —Tragué saliva, sintiéndome culpable por la ira contenida que había sentido hacia mi madre durante tantos años, cuando lo cierto era que ella también había sido una víctima—. Siempre has estado ahí cuando te he necesitado, eres un hermano fantástico. Solo lo diré una vez, así que no me hagas repetirlo. Tu ego no necesita inflarse más.
Se le escapó una pequeña sonrisa.
—¿Estarás bien?
Suspiré profundamente. Las dos últimas semanas habían sido... demasiado. Las revelaciones, los juegos mentales, darme cuenta de que era prácticamente huérfana. Mi madre estaba muerta, mi padre no era mi padre (y probablemente pasaría mucho tiempo en prisión) y no tenía ni idea de quién era mi verdadero padre. Pero al menos sabía la verdad y tenía a JongDae, a ChanYeol y a mis amigos.
Quizás aún tardara un tiempo en recibir el impacto de lo ocurrido, pero de momento solo sentía alivio mezclado con tristeza y estupor.
—Sí —dije—. Estaré bien.
JongDae debió de percibir mi convicción, porque relajó los hombros ligeramente.
—Si necesitas hablar o cualquier cosa, estoy aquí. No te garantizo darte un buen consejo, pero te puedo orientar o lo que sea.