BaekHyun
OPERACIÓN EMOCIÓN: FASE TRISTEZA
Venía armado para la batalla.
Me había maquillado, peinado y me había puesto mi camisa de verano favorita, de algodón blanco con margaritas en la espalda. Era bonita y cómoda a la vez, y dejaba al aire el escote suficiente para intrigar. A Jaehyun le encantaba. Cuando me lo ponía siempre acabábamos en su casa con la camisa tirada en el suelo.
Me había planteado tirarla después de romper, solo porque a él le encantaba, pero luego me lo pensé dos veces. Y me negué a que estropeara todo lo que me gustaba, tanto la camisa como el helado de menta con chocolate que me compraba.
Supuse que ponerme guapo no estaba de más si iba a pasar la noche haciendo una maratón de cine con ChanYeol.
No se me había ocurrido otra forma de ponerle triste sin ser una cabrón, así que había escogido la opción más neutral: ponerle una película triste. Siempre funcionaban. Sí, incluso con los chicos.
Una vez vi llorar a JongDae con el final de Titanic, aunque me dijo que era porque tenía alergia y me amenazó con tirarme la cámara desde lo alto del monumento Washington si se lo contaba a alguien.
Sí, claro. Una década después y seguía dando la matraca con que Jack cabía en la tabla. Estaba de acuerdo, pero eso no significaba que no me pudiera burlar de él.
Como ChanYeol era un poquitín más reservado que JongDae, pasé de Titanic y llevé la artillería pesada: Un paseo para recordar (más triste que El diario de Noah) y Una pareja de tres.
Llamé a la puerta de ChanYeol. Para mi sorpresa, no tardó más de dos segundos en abrir.
—Hola, he... —Me callé y me quedé mirándolo.
Esperaba que ChanYeol llevara puesto el traje de la oficina, o ropa informal de estar por casa, aunque su ropa no solía ser muy informal. Incluso sus camisetas costaban cientos de euros. En lugar de eso, llevaba una camisa gris metida dentro de unos vaqueros oscuros y una americana de Hugo Boss.
Iba demasiado bien vestido para un jueves por la noche.
—¿Te he pillado saliendo de casa? —Traté de fisgar por detrás de él y mirar si tenía compañía, pero su cuerpo bloqueaba casi todo el umbral.
—¿Me muevo para que puedas ver mejor mi salón? —preguntó con sorna.
Me puse rojo. Menuda pillada.
—No sé por qué lo dices. Tu salón no es tan interesante —mentí—. Le falta color. Y no hay ningún objeto personal. —¿Qué estoy diciendo? Que alguien me pare—. La pintura de las paredes también es bastante fea. —Cállate ya—. Le hace falta un toque Byun. —Me. Cago. En. Mi. Vida.
No acabo de decir lo que acabo de decir.
ChanYeol apretó los labios. Si hubiera sido cualquier otro, juraría que estaba intentando no reírse.
—Ya veo. Técnicamente, la pintura de las paredes es cosa de JongDae, como sabrás.
—Lo cual debería haberte echado para atrás en primer lugar.
Esta vez, una sonrisa asomó en la boca de ChanYeol.
—Y respondiendo a tu pregunta, sí que estaba saliendo. Tengo una cita.
Parpadeé. ChanYeol tenía una cita. Error del sistema.
Porque podía salir con chicas, claro está. No había más que mirarlo. Pero no había visto nunca ningún signo de actividad amorosa en su vida, a excepción de las mujeres que se lanzaban a sus brazos constantemente, así que había asumido que era uno de esos adictos al trabajo que tenía una relación exclusiva con la oficina.