ChanYeol
Hice tortitas.
Rara vez cocinaba: ¿por qué perder el tiempo en hacer algo que no me gustaba cuando podía pagar a otros para que lo hicieran? Pero hoy había hecho una excepción. Estaba esperando una visita y no quería perdérmela saliendo a comer fuera.
Sonó el timbre.
9:07 de la mañana, según el reloj del microondas. Más temprano de lo que esperaba, lo cual significaba que estaba impaciente.
Apagué la cocina y bebí un sorbo de mi taza de té mientras abría la puerta. Cuando lo hice, tuve que disimular la sorpresa.
No es quien esperaba.
—¿Qué haces aquí, Rayito?
No era el saludo más cariñoso, pero tenía que irse antes de que llegara él.
El pánico se apoderó de mí al pensar en que podían cruzarse.
BaekHyun frunció el ceño. Parecía agotado, y me pregunté si habría vuelto a tener pesadillas. Se habían reducido desde que recuperó sus recuerdos, pero de vez en cuando volvían a aparecer.
Me invadió la preocupación y la culpa. Llevábamos días sin hablar. Seguía enfadado conmigo, y ahora me había pillado en mitad de un plan. Era difícil programar una reunión de la junta la semana antes de Navidad (y en secreto, nada menos), pero había recopilado tanta información comprometida de todos los miembros que habían accedido a mi petición.
—Tenemos que hablar. De nosotros —dijo BaekHyun.
No son palabras que ningún hombre quiera escuchar en boca de su pareja, especialmente cuando se está pasando por un momento difícil. Tenía ganas de terminar con lo de mi tío para poder dedicarle la atención que se merecía.
Y en relación con el plan retorcido y al parecer erróneo contra su «padre»... era una confesión que prefería dejar para otro momento.
Si es que alguna vez lo confesaba.
Byun Jinki era un hijo de puta sociópata a pesar de no haber sido el responsable del asesinato de mi familia, y por eso me tentaba seguir con mi plan original de contratar a alguien para que acabara con él en prisión. Pero no iba a hacerlo... todavía.
—¿Podemos hablar luego? —Un Mercedes gris que me era familiar entró en mi campo de visión y se me tensaron los músculos—. Ahora no es un buen momento.
BaekHyun negó con la cabeza.
—Ha pasado una semana, faltan dos días para Navidad y estoy cansado de andar evitándonos todo el día. Llevas un tiempo muy raro, y creo que merezco saber qué está pasando. Si no quieres estar conmigo... —Suspiró profundamente, con la cara cada vez más roja—. Dímelo. No lo alargues más.
Maldita sea. Ojalá JongDae hubiera vuelto por Navidad como había planeado, así habría mantenido lejos a BaekHyun. Pero se había producido un terremoto en la región donde estaba haciendo el voluntariado (aunque él estaba bien, por suerte) y se necesitaba la máxima ayuda médica posible, así que se había quedado. Yo también había donado una buena suma de dinero para ayudar con los gastos de la organización. En parte por solidaridad, aunque sobre todo por culpabilidad.
BaekHyun no era el único Byun a la que había jodido en los últimos años.
Mi tío aparcó y salió del coche con la cara desencajada.
Apreté la taza con fuerza.
—Claro que quiero estar contigo —dije en voz baja con un ojo puesto en Taeyong—. Siempre quiero estar contigo. Pero...