Al amanecer, como cada día, se puso su uniforme de guardia de seguridad y comenzó sus rondas habituales. El campus estaba tranquilo, con solo unos pocos estudiantes madrugadores corriendo o yendo a sus clases. Mientras patrullaba, escuchó el sonido familiar de un silbato. Se dirigió hacia el gimnasio y, desde una distancia, vio a Mirko haciendo hacer flexiones a los estudiantes, su voz firme resonando mientras los amenazaba con hacer mil más si no se apresuraban.
Saitama se detuvo un momento, observando la escena. Pensó en ir a preguntarle a Mirko por qué lo había besado la noche anterior, pero la pereza se apoderó de él. Suspiró, encogiéndose de hombros nuevamente, y decidió seguir con sus revisiones, dejando a la profesora de gimnasia en paz... No es que estuviera evitando el tema, no, para nada.
Con el sol alto en el cielo, Saitama continuó su rutina. A medida que caminaba por los pasillos y revisaba las áreas asignadas, no podía evitar recordar el beso de Mirko. De entre todas sus experiencias en este nuevo mundo, la mas loca es que ahora era algo rico, y lo segundo fue lo que paso anoche, ni en un millón de años se espero eso.
Como cada tarde, Mirko termino sus clases y se fue con Saitama a pelear a los jardines.
Extrañamente, Mirko tampoco sacó el tema del beso. Fue como cualquier otro día en la U.A. Y, como cada día, Mirko lo desafió a una pelea en los jardines de la academia. Ambos se prepararon, y Saitama, como siempre, estaba a punto de vencerla de un solo golpe. Sin embargo, por un extraño motivo, dudó en golpearla como solía hacerlo. Casi como si se sintiera mal de algún modo. Esperó que Mirko no notara su desliz, porque ella seguramente le gritaría por subestimarla.
La pelea terminó como de costumbre, con Saitama derrotando a Mirko, aunque no con la misma contundencia habitual. Después, se dirigieron a almorzar juntos. Mientras comían, Mirko le contó a Saitama que estaría yendo a firmar autógrafos en una convención en Musutafu. Saitama mostró poco interés al principio, pero Mirko mencionó que los organizadores pagaban 300 mil yenes la hora.
Aunque Saitama era bastante rico a estas alturas, rápidamente preguntó a qué hora y lugar debía presentarse, haciendo reír a Mirko. Nunca había visto a alguien tan amante del dinero como Saitama.
"¿De verdad iras solo por eso? Ni te hace falta" preguntó Mirko, todavía riendo.
"Bueno, el dinero es dinero," respondió Saitama encogiéndose de hombros. "Además, no tengo nada mejor que hacer."
Mirko lo miró con una mezcla de diversión y afecto. "Eres un caso, calvo. Te recogeré a las dos en la entrada de la academia, obvio aparece con tu traje y preparate para dolores de muñeca."
"Está bien," asintió Saitama, terminando su almuerzo.
El resto del día pasó sin incidentes. Saitama continuó con sus tareas habituales, pero no podía evitar pensar en la convención y en la oportunidad de ganar dinero fácilmente. A las dos de la tarde, como acordado, Mirko lo recogió y se dirigieron a la convención en Musutafu.
Mirko, en su uniforme de heroína, era recibida con entusiasmo por los fanáticos, mientras que Saitama, con su característica expresión indiferente, observaba todo con calma. Era bueno que los fansno se le abalanzaran como a los demas héroes, seguramente por eso que le conto Mirko sobre los diferentes tipos de interacciones con los fans.
Saitama suspiró mientras firmaba los posters de adolescentes y pubertos. Les decía dos o tres palabras y seguía con el siguiente. A pesar de ser indestructible, casi sintió cómo se le acalambraba el brazo por el esfuerzo repetitivo.
En medio de la fila de admiradores, un joven de pelo verde y pecas le pasó temblorosamente un poster. Era una ilustración exagerada y épica de Saitama en su traje blanco y negro peleando con All Might. El chico de pelo verde lo miraba con admiración y nerviosismo evidentes.
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Un calvo Símbolo de la Paz.
FanfictionSaitama no era el mejor orientándose, pero nunca imagino terminar en un lugar raro que no conocía para, con monstruos que son solo personas mutadas y héroes por todas partes, pero bueno, se tendrá que acostumbrar.