CAP 1

117 14 2
                                    



La sed de querer probar algo nuevo es la cuerda floja que se arraiga a tu cuello. Aprieta, aprieta con fuerza hasta asfixiarte.

Todo comenzó en un lindo verano, en el cual tenía planeado salir con mis amigos a otro país, por la simple anécdota. Llevamos el plan en marcha, pues ya contábamos con todo listo; pasaportes, la estancia, y la comida. Las cosas parecían estar en completo orden.

Pero como decía, parecía, pues cuando escuche las palabras de mi padre, todo, absolutamente todo se fue al carajo. Mi madre también se volvió cómplice cuando me regaló las nuevas noticias. Las cuales solo eran noticias para ellos, y nuevas para mí.

Uh, para mi eran más que malas noticias.

Aquí me tienen, sentada en un sofá esperando la atención de mi padre. Quien se la pasaba hablando por el móvil como si dependiera de ello, sin siquiera prestar atención a su alrededor, parecía perplejo a él. Era tan importante la charla que emanaba.

—Quita esa cara. —reprocha mi querida madre, ya un poco molesta de mi comportamiento. Puedo notar su impaciencia ante la espera que nos aguarda. Siempre ha sido sutil de su parte querer quedar en un buen estándar ante la sociedad, sin embargo, no se ha percatado de su estatus no muy...hmm, digamos, convincente. Es una querida vaga, que anda por las calles buscando no solo satisfacer sus necesidades, si no, la de los demás.

—No tengo otra, ¿recuerdas? —contesto tajante ante su reclamo. Y es que era verdad, no tenia otra que mostrar, ni siquiera estaba haciendo ninguna facción como para perjudicarle a ella en absoluto.

Mi madre viró los ojos y con irritación tuvo que volver a mandarme. —Cierra las piernas. — masculló molesta.

— Así es más cómodo. —bien, no iba a dejarme vencer esta vez, y aunque en realidad nunca lo hacía sabía que le molestaba mi actitud. Solía comportarme de manera vulgar solo para hacerla entrar en calor.

—Ann, por favor. —esta vez ruega, con voz chillona, la culpa resopla en mis oídos como si fuese una alarma. Bien, fue suficiente. Cuando usaba ese apodo, sabía que quería llevar la fiesta en paz, y era como una bandera blanca.

Iba a responder su orden y poner al mando la mía; aquella que tomaba posesión en mi trasero, justo en el sofá. Pero mi padre se había desocupado de su móvil y ahora pedía nuestra atención.

—Ya vienen— habló con cierto nerviosismo y sus manos hechas un lío jugaban entre ellas—. Llegarán por la mañana — terminó aquello como un susurro más para el mismo.

Gruño con coraje, no me intereso por su conversación. Aquí yo tenía planes y como puedo notarlo, ellos querían interferir en eso.

—¿Quién viene? —pregunté a mi padre quien había tomado su lugar a un costado de mí —¿Ya puedo irme? Tengo prisa—cambio mi pregunta en menos de un segundo. El señor de canas blancas, saco elegante, sonrisa fingida y pulcro peinado me sonrió con burla y sutileza.

—No irás a ningún lado.

—¿Qué? Buena broma — quise creer aquello como una broma. De muy, muy, muy mal gusto—. Hagan lo que deban hacer yo tengo que ir...

—No irás a ninguna parte, jovencita— la voz de mi madre me reprendió cuando estaba a punto de levantarme del sofá—. Tu padre quiere decir algo, se educada y escucha.

Aquello era más una amenaza que una orden. Me resigne a volver a tomar mi lugar y mi padre procedió sin más a hablar.

—Hemos decidido que no irás al viaje —estaba de joda. ¿era en serio? no, no y no. Que se jodan ellos, de ninguna manera tendría que pagar los platos rotos de alguien más—. Tendremos visitas y deberás atenderlas.

Ni de joda.

Hoseok; INC3ST0 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora