Capítulo 12: Adiós, amor.

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Ayleen.

—En este preciso momento nos marchamos Ayleen.

Ignore las palabras de Alán. Y continúe caminando.

—Ayleen, te estoy hablando…

Alán me detuvo abruptamente al agarrar uno de mis brazos.

—Sueltame. -susurre sin mirarlo.

—Mirame.

Me rehusé a mirarlo porque no podía sostenerle la mirada, sabiendo que él ama a otra.

—Dame el divorcio y acaba con esto de una vez por todas…

—No te dare el divorcio para que te vallas con tu amante.

Tuve la intención deshacer el agarre de Alán pero él ejerció más fuerza. Imposibilitando mi plan de escape.

—Escuche muy claro que la señora le dijo que la suelte.

Alán desvio sus ojos para mirar al hombre.

—¿Tú quien eres?

—Soy alguien que no va a permitir que sigas lastimando a la señora.

Alán apretó su mandíbula y ejerció más fuerza a mi brazo.

—Esta señora es mi mujer, así que no tienes que interferir en nuestros asuntos.

—Sueltame, Alán.

—¡Que no…!

Alán empleo más fuerza a su agarre y no me quedo de otra que soltar un gran chillido de dolor.

—¡TE DIJE QUE LA SUELTES…!

Después que el hombre gritará estas palabras se lanzó sobre Alán, y sin perder tiempo le dio un fuerte golpe en la mandíbula.

Alán deshizo el agarre de mi brazo y posteriormente intento devolverle el golpe al hombre pero el militar fue más rapido.

Observe por unos segundos la escena, e hice una mueca al ver como Alán terminaba tendido en el suelo, mientras el hombre no tenía ni un solo golpe.

—Ire a dar un paseo.

—¿Desea que la acompañe?

—No.

El militar asintió.

—¿Qué hago con él?

—No se, ni me importa…

Tras verbalizar estas palabras gire sobre mis pies y el caos dentro de mi se desato al ver a la rinoplastia andante correr hacia donde estamos.

—¡Alán…!

Esto es el maldito colmo.

Apreté mis puños con fuerza y en el momento en que la mujer iba pasando por mi lado coloque en su camino uno de mis pies y con esto logré que ella cayera de brunces contra el suelo.

—¡Ahhhh…!

—Lo siento querida. -acote mientras sonreía.

Casidi, soltó un gran grito cuando vio que yo me burle de su desgracia.

—Te vas arrepentir de esto.

—Nunca me arrepiento de lo que hago.

Le di una última mirada a la mujer antes de empezar a caminar.

Y cuando estuve lo suficientemente alejada de todos me permití llorar.

—¡¿Por qué no entiendes que verte con ella me daña?! -solloce y las lagrimas salieron como si de una cascada se tratara. —¿Por qué me dañas de esa forma?

¡Me urge un heredero! [#3 de la saga Heredero]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora