Capítulo 18: Problemas.

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Ayleen.

En cuanto entre a casa fui abordada por Maia.

—Mamá, el tío Dustin dijo que papá se quedara con nosotras. ¿Es cierto?

Me coloque a la altura de Maia.

—Si, hija. Tú padre se quedara por unos días con nosotras.

—¿Volverán a estar juntos? ¿Viviremos nuevamente en nuestra casa?

Dos interrogantes, exigen dos respuestas, pero lastimosamente no tengo dichas respuestas.

Justo antes de que Maia pudiera inquirir otra pregunta, Alán entro a la casa mientras tocaba la frente de la pequeña niña.

—Creo que tiene calentura. ¿Me puedes facilitar un termómetro?

Asentí.

—¿Maia, cariño puedes ir a buscar el termómetro que esta en el pañalera de tus hermanos?

Maia asintió luego de entrecerrar los ojos.

—Ayleen.

—¿No crees que ya tuve suficiente de tí Alán Montero?

—Estoy seguro que esta niña no es mi hija.

—Entonces, me dirás que la escena de usted en una cama fue una creación de mi mente. ¿Crees que estoy tan loca como para crear una escena ficticia?

Cuando Alán iba hablar la niña se removió incómoda.

Centre mis ojos en ella, e hice una mueca.

—Por lo menos ten los pantalones para asumir tu responsabilidad.

—Tengo los pantalones bien puesto Ayleen.

—No parece. -susurré.

La niña volvió a quejarse y en esta ocasión soltó un fuerte sollozo.

—Mami, aquí esta el termómetro.

Maia me extendió el objeto y yo no dude en acercarme hasta Alán.

Observe a la niña por un segundo y me fue casi imposible no derretirme al ver su carita inocente. 

Alana extendió sus bracitos hacia mi. Y yo por más que no quise ceder, terminé tomándola de los brazos de Alán.

Que alguien me diga que clase de brujería es esta.

La pequeña en cuanto se encontro en mis brazos coloco su cabeza en mi pecho.

Y verbalizo una palabra que logro dejarme anclada al piso.

—Ma…ma.

—Yo no soy tu mamá, bebé.

A ella se le cristalizaron los ojos como si hubiese entendido mis palabras.

Y yo me sentí la mujer más mala de este mundo.

—Ma…ma.

Obvie el llamado de ella, y le coloque el termómetro.

Escuche varios pasos venir hasta nosotros y no dude en maldecir porque mis hermanos armarían un drama de todo el tamaño.

Pobre de mi paciencia, pobre de mi cordura.

Escuche la voz de Dustin y me fue imposible suspirar.

—Ayleen. Los niños necesitan un baño urgente.

3.
2.
1…

—Montero… -inquirió Dustin entre dientes.

—No estoy para peleas tontas Salvatierra, así que minimizate.

¡Me urge un heredero! [#3 de la saga Heredero]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora