Capítulo 23: Cadisi.

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Ayleen.

No me importa mancharme las manos de sangre, no me importa parecer una desquiciada. Nada me importa en este punto, nada.

Camine con decisión hasta mi auto, y justo cuando iba entrar en el escuché una voz detrás de mí.

—Ayleen.

Cerré mis ojos con fuerza y poco después gire dobre mis pies.

—¿Qué deseas?

—Piensa bien las cosas. Quedate aquí y deja que la caballería pesada valla por Maia.

Tras escuchar estas palabras sentí como la furia tomaba posesión de mi.

—Querida bestia del inframundo, te recomiendo que cierres la boca si no quieres atenerte a las consecuencias.

Kirk rodó los ojos.

—Las mujeres Salvatierra son un verdadero dolor de cabeza. -se mofó. —Espero no tener que lidiar con más mujeres como tú.

—Pues te jodes porque tendrás dos.

Los ojos de la bestia se abrieron como platos.

—¿Qué dijiste?

—Tu karma, llegara a este mundo para volverte loco.

Kirk se llevo las manos al rostro.

Y yo ante esta situación me burle de él.

—Cuida a mis tesoros en lo que yo regreso.

—Ayleen… -susurró él con voz apenas audible.

—Y si gustas puedes practicar como cambiar pañales y no morir en el intento.

Obvie que mi primo estuviera más blanco que un papel, para entrar en mi auto.

Deje las dos armas en el asiento del copiloto, para luego mirar con decisión el camino que tomaría en unos segundo.

—Voy por tí, Casidi. -afirme estas palabras mientras apretaba el volante entre mis manos.

Pasados varios minutos encendí el auto y le poderoso rugir del motor lleno mis oídos.

Mire por el espejo retrovisor y fue impresionante lo que mis ojos pudieron distinguir.

Un ejercito con dirección a la guerra. Eso aparentabamos ser.

Sonreí porque esa mujer no saldrá con vida de todo esto.

Tras este pensamiento pude en marcha el auto, y el ejercito detras de mi empezó a seguirme de cerca.

Después de un par de minutos aparqué el auto en el estacionamiento, y tras bajarme del auto escuché mi teléfono sonar incesantemente.

Número privado. Leí en la pantalla y acepte la llamada.

—¿Dónde estas rata miserable?

—Tanta prisa tienes de verme querida. -apreté el teléfono entre mis manos y aguante el deseo de lanzarlo contra el suelo. —Pense que nadie podía perturbar tu paz.

—¿Dónde estás?

La muy perra se mantuvo en silencio, por un segundo. Y esto logró impacientarme.

—Veo que trajiste un despliegues de hombres… pero tengo que decirte que es una verdadera lástima porque tu pequeña niña saldrá de aquí directo hacia el cementerio, Ayleen.

—¿Dónde estás?

Casidi solto una gran carcajada.

—Te estoy esperando, mar adentro. Ven a buscarme para que pueda terminar de una vez por todas con tu maldito reinado Ayleen. -tras estás palabras Casidi colgó el teléfono.

¡Me urge un heredero! [#3 de la saga Heredero]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora