Alán Montero.

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Alán.

Solté un suspiro cansado luego de darle el tetero Alana.

—Soy el peor padre que puedes llegar a tener pequeña.

Alana giro levemente su cabeza.

—Por una estupidez puse en riesgo la vida de tus hermanos.

La pequeña extendió sus pequeños brazos hacia mi y yo tras no tener otra cosa que hacer la tomé en brazos.

—Montero.

Gire mi cabeza e hice una mueca cuando vi que se trataba del prometido de mi esposa.

—Si vienes a regañarme te puedes marchar por donde mismo viniste.

—Deja de estar a la defensiva, hombre.

—¿Qué quieres?

Martín suspiro, se acercó al refrigerador y de allí saco una jarra de jugo.

—Hemos puesto en marcha un plan para proteger a los niños.

—¿Quiere que te de las gracias?

—Deja de estar a la maldita defensiva, Montero. -tras estas palabras Martín golpeo la mesa de la cocina.

—¿Como quieres que no este a la defensiva? -golpee la mesa levemente. —No puedo dejar de estarlo. Porque ustedes me hacen ver como que no sirvo para proteger a mis hijos. Soy para ustedes una inutil, un imbecil que tiene que esperar que otro cuida a sus hijo, porque no puede hacerlo por si mismo.

Martín me fulmino con la mirada.

—Alán…

—No necesito tu maldito plan para proteger a mis hijos. Porque yo protegeré a mis hijos a toda costa, aunque me cueste la vida.

Tras estas palabras gire sobre mis pies. Y justamente antes de salir de la cocina emití mis últimas palabra.

—Dile Ayleen que mañana le desocupare la habitación.

—¿Dejaras de luchar por ella?

—Quizas eso sea lo mejor.

Martín rodó los ojos.

—¿Por qué tienes que enviarme mandados cuando me lo puedes decir cara a cara?

Me tense tras escuchar la voz de Ayleen a mis espaldas.

Gire sobre mis pies y no dude en hablar.

—Mañana cumpliré tu gran deseo Ayleen. Me marcharé de tu casa.

—¿Ah, si?

—Si.

Observe como ella se encogió de hombros. Y fue un golpe duro porque tenía la clara idea de que todo se arreglaría.

Pero cuan equivocado estoy.

—Estoy contando los segundos para que te…

Antes de que ella pudiera emitir cualquier palabra, Martín la reprendió.

—¡Ayleen…! ¿Qué crees que estas haciendo? ¿Te volviste loca?

—Estoy loca, ¿o es que se te ha olvidado?

Obvie la discusión de ellos, para disponerme a salir de la cocina.

—Ma…ma.

Centre mis ojos en la pequeña Alana y negué con la cabeza.

—Creo que solo me tendrás a mi pequeña.

—Ma…ma.

Me dispuse a caminar hacia la puerta de salida, pero justamente antes de salir escuché la voz de Maia.

¡Me urge un heredero! [#3 de la saga Heredero]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora