Ayleen
No siento ningún tipo de remordimiento al ver a Casidi totalmente roja y jadeante.
—Ayleen, creo que ya es suficiente.
Levanté mis ojos hacia Alán y no dude en fulminarlo.
—¿Te parece poco, todo lo que esta... mujer le hizo a nuestra hija?
—No, pero...
—Entonces callate.
Montero cerro los ojos y posteriormente se llevo una de sus manos a la cabeza.
—Necesito tomar un poco de aire. -inquirió y sin esperar mi respuesta salió de la habitación.
Pero la voz de Casidi logro que yo colocara mis ojos en ella.
—Ay...leen.
—¿Qué quieres?
—Ya no más...
Solté un gran suspiro, antes de acercarme a ella.
—Acaso tú te detuviste a pensar en lo mal que yo me sentiría al no tener a mi hija conmigo. -tome entre mis manos el cabello de Casidi, y lo jale con fuerza. —Entonces, ¿por qué yo tendría que detenerme?
—Sueltame. Por favor
—Pense que las villanas como tú se daban el lujo de no rogarle a nadie.
Ejercí más fuerza al jalarle el cabello y un gran grito de dolor salió de la boca de ella.
—Mereces mucho más de lo que te estoy haciendo. Pequeña rata inmunda.
Tras estas palabras escuché varios aplausos, así que gire mi cabeza hacia la puerta.
Observé a Sinclair caminar hacia mi con una gran sonrisa en sus labios.
—Es bastante sexi, verte torturando a la rata... Ten por seguro que si no hubieras sido propiedad de Montero, desde este momento hubieras tenido un admirador secreto.
—Deja de estar diciendo, babosadas.
—Quizas vale la pena, juzgarme la piel y quizas el miembro por tí preciosa.
—Sinclair mantén tu compostura o tendrá que aplicarte un método de tortura.
—Me encanta como eres preciosa. -él se acercó a mi y extendió una de sus manos para tocar mi pelo, pero yo retrocedí inmediatamente. —Esos escritos no han servido para nada.
—¿Qué escritos?
—Los escritos que te escribo como administrador secreto, hermosa.
Esas palabras lograron que entrara en una especie de shock.
¿Alán Sinclair es mi admirador secreto?
—¿Lo eres? ¿Eres el hombre que me envía venticuatro rosas rojas diarias?
Sinclair sonrió, mostrando sus perfectos dientes.
—Si.
Esta confesión logró que me sintiera mal.
—Entonces te pido que dejes de enviarme esos escritos.
—Pobre de tí, Ayleen porque no te dare el gustó dejar de enviarte esas rosas diarias.
El muy tonto se atrevió a guiarme uno de sus ojos, y yo no dude en hacer una mueca.
—Hare lo que tengo programado hacerle a esta mujer, para largarme de una vez por todas de aquí.
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¡Me urge un heredero! [#3 de la saga Heredero]
RomanceLlevo años enamorada de él, observándolo desde lejos. Así que en cuanto se presentó la oportunidad la tomé sin dudarlo. Pero, con lo que no contaba era con las exigencias de mi futuro esposo. -¡Me urge un heredero! Me quedé totalmente anclada al pi...