El dolor, al que ya debería de estar acostumbrada, pues es un dolor tan parecido al que siente cada que termina una sesión de práctica, comienza a extenderse en todo su cuerpo. Sus músculos ya piden detenerse, pero su objetivo en ese momento es más grande: necesita hacerse más fuerte; necesita dominar el arte de la lucha, pero, sobre todo, dominar eso a lo que le llaman cosmos.
Izquierda, derecha y de nuevo izquierda. Un paso, después otro, en ningún momento, sin dejar de ver su objetivo. Sin embargo, la frustración comienza a abrirse paso sobre su pecho. Un Kiki ya mayor delante de ella esquiva sin ningún problema los golpes que le propicia; se agacha o mueve la cabeza del lado contrario a dónde su puño va dirigido.
—Suficiente —dice Mu acercándose a ellos. Kyoko con la respiración agitada sacude la cabeza en negativa. Ella debe de continuar, ella debe de hacerse más fuerte para llegar a Ai. Pero su cuerpo en esos momentos no está de acuerdo. El sudor empapa su frente y espalda, y el ardor en sus pulmones ha llegado hasta su garganta. El respirar se ha vuelto una verdadera tortura y el estar en pie, su mayor suplicio.
—¿Estás bien? —pregunta Kiki frente a ella con brazos preparados para lo inevitable: sucumbir ante el agotamiento.
Kyoko no responde, el ardor en su garganta, como filosas agujas que se encajan más y más, le impiden hacerlo.
—Voy a ayudarte, ¿de acuerdo?
Kyoko al principio no entiende por qué Kiki le dice aquello, no es hasta que él toma su brazo para colocarlo detrás de su cuello y pasa uno de sus brazos alrededor de su cintura que lo comprende.
—Bien hecho —felicita Mu con una sonrisa, pero eso en vez de ayudar a Kyoko hace todo lo contrario.
"¿Bien hecho? Si no acerté ni un solo golpe".
—Créeme, no todos los aspirantes a santos captan en un día, la postura o los movimientos que deben de realizar para dar un buen golpe —continúa Mu mientras camina junto a su pupilo de regreso a Aries— y tú, pese a ser tu primer día lo has hecho bastante bien. ¿Estás segura de que nunca has practicado algún tipo de arte marcial? Porque parece que tienes bastante práctica para golpear a alguien.
Kyoko sacude la cabeza.
—A papá jamás le gustó la idea de que yo participara en algún tipo de deporte de lucha —dice mientras se deja guiar por el joven que la sujeta con fuerza para que no caiga—, padre, por otro lado, siempre intentó que papá cambiara de opinión. Él decía que sería bueno que supiera defenderme por alguna situación, aunque ahora entiendo que lo decía más por qué muy en el fondo sabía que algún día seguiría sus pasos.
—Y entonces, ¿cómo sabes moverte de esa manera? —pregunta Kiki junto a ella.
—Siempre vi a mis padres entrenar. Padre siempre ha sido muy rutinario; cuando su horario así lo permitía, siempre salía a correr, iba al gimnasio o practicaba, en ese entonces, lo que yo creía era un tipo de arte marcial. Papá se le unía a veces. Ambos luchaban; se lanzaban golpes y patadas, hasta que...
Kyoko se sonroja y baja la mirada.
—¿Hasta qué...? —insiste Kiki para que siga.
—Hasta que esa ficticia lucha se transformaba en otra, donde los golpes eran remplazados por besos y abrazos.
—Eso fue lo que te ayudó —menciona Mu unos pasos adelante de los jóvenes.
—¿Los besos y los abrazos? —pregunta Kiki desconcertado. Mu ríe por debajo.
—Ver a tus padres luchar. —Corrige, y el carmín pinta en un segundo el rostro de Kiki—. Tú subconsciente, quisieras o no, terminó grabando los movimientos y las posiciones que debía de adoptar tu cuerpo para la lucha. Teniendo eso en cuenta será sencillo que te adaptes. Además, tienes buena condición física; aguantaste más de lo que algún aspirante a santo aguanta en una ronda de entrenamiento. A lo que Milo me dijo, practicas deporte.
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Legado de sangre y oro (Libro 2 de Dorado y vampírico amor)
FanfictionUna nueva amenaza pone en peligro la familia que Zero y Milo han construido trás dieciséis años de una vida pacífica. Antiguos amores regresan del pasado, secretos celosamente guardados salen a la luz, y aquellos que creyeron, jamás volverían a ver...