Una nueva amenaza pone en peligro la familia que Zero y Milo han construido trás dieciséis años de una vida pacífica. Antiguos amores regresan del pasado, secretos celosamente guardados salen a la luz, y aquellos que creyeron, jamás volverían a ver...
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La imagen que se dibuja en cuanto sale del baño, lo hace detener en seco. Baja la toalla de su cabello y se recarga en el marco de la puerta que da al interior del baño, y observa a Milo profundamente dormido. La sábana que cubre su cintura cae a sus costados. Sus brazos, los mismos que en toda la noche no dejaron de abrazarlo, ahora permanecen alrededor de la almohada bajo él. A su izquierda, tenues rayos de sol entran por la ventana, suficiente para hacerlo suspirar y alejarlo del marco de la puerta. Comienza a acercarse a su esposo; si las circunstancias fueran otras lo dejaría dormir hasta tarde, después de todo es sábado, Milo y él necesitan descansar y darse un tiempo solo para ellos, como en el pasado, como antes de que todo sucediera. Pero dado que eso es imposible...
Se detiene junto a la cama, y se sienta junto a Milo. Su rostro de lado, sus cabellos esparcidos por la almohada.
Una punzada atraviesa su pecho. ¿Qué hubiera sucedido si una noche antes el resultado hubiera sido otro?
La sola idea de que Milo desapareciera por su culpa, la sola idea de ya no volverlo a ver...
—Lo siento —susurra al mismo tiempo que se inclina hacia delante y deposita un beso sobre la mejilla de Milo. Él abre los ojos, su mirada encontrándose con la de Zero; y la mirada que este tiene...
—¿Ocurre algo? —pregunta Milo incorporándose ligeramente después de un bostezo.
—Es tarde, debes de ir a la guardia —responde Zero mientras intenta ponerse de pie. La mano de Milo lo sostiene de la muñeca, impidiéndole que termine de levantarse. Y el que Zero no voltee a verlo, el que Zero evite su mirada...
Algo sucede, algo que los ha retrocedido a dieciséis años atrás, pero ¿qué?
—Hablaré con Athena, le pediré que me exima de las guardias.
Zero abre los ojos con sorpresa, aun así, no voltea a verlo.
—No es necesario que lo hagas, mientras tú estás en Rodorio, yo estaré en la asociación de cazadores. Nos adaptaremos con Ren, buscaremos la forma para que él...
—Zero —lo interrumpe Milo—, ¿y si hablas con Yagari para que deshaga lo que hizo Cross?
La mandíbula de Zero se aprieta. Él ya había pensado en eso, en pedirle que lo saque de aquellas listas donde Cross lo metió, esas mismas listas que le causaron la muerte a sus padres. Sin embargo, si él entraba de nuevo a servicio, tal vez, solo tal vez podría evitar decirle a Ren...
—Intentaré hablar con él —responde poniéndose de pie—, pero para eso necesito ir a la asociación —después voltea a verlo—; y tú, necesitas cumplir con tus deberes. Así que levántate, el baño ya está listo. Iré a despertar a Kyoko.
