Una nueva amenaza pone en peligro la familia que Zero y Milo han construido trás dieciséis años de una vida pacífica. Antiguos amores regresan del pasado, secretos celosamente guardados salen a la luz, y aquellos que creyeron, jamás volverían a ver...
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Las calles de Rodorio son alegres y muy concurridas pese al calor que comienza a acrecentar conforme el transcurso de las horas. Gente a su alrededor va de aquí para allá, algunos con las compras del día, otros más, como ellos, paseando por sus calles. Cuando Milo le contaba de aquel lugar, siempre lo imaginó como un lugar pequeño; comparado con las grandes ciudades, claro que era pequeño, pero no tanto como lo creyó por mucho tiempo.
Se detienen en medio de una plaza con jardines adornando su alrededor, una enorme fuente con la imagen de la diosa Athena se yergue en medio de esta, donde niños de variadas edades quieren atrapar a uno de los pececitos que felizmente nadan en sus aguas cristalinas.
-¿Quieres ir a ver la fuente? -pregunta Zero, pero Ren en sus brazos niega con la cabeza, sacando un profundo suspiro de su padre- ¿Algo que quieras hacer?
-Quiero regresar a jugar con Kyoko -responde el niño con melancolía, aunque Zero enseguida sabe que eso es mentira; el niño lo único que quiere es regresar a ver su programa de televisión. Lo baja al suelo y se acuclilla frente a él mientras toma sus manos y lo mira a los ojos.
-Ren, no puedes solo ver televisión, ya estamos afuera, ¿por qué no vas a jugar con los niños a la fuente?
-Quiero que esté papá y Kyoko, no ellos. Ellos me dan miedo -responde Ren soltando las manos de Zero y volteando al lado contrario donde seis pares de ojos observan la interacción. Zero suspira, sin saber que más decir. Si al principio creyó que sería fácil encontrar un lugar donde Yuuki y los vampiros se quedasen, ahora no estaba tan seguro. Los lugares por donde ya habían pasado solo eran casas alineadas, pequeños comercios y un gran mercado al que, sin duda, tomó nota para pedirle a Milo que lo llevara a conocer, pero de ahí en fuera no encontraron ni un hostal. Comenzaba a pensar que ahí, por ser el lugar más cercano al santuario, no habría ni hoteles, ni hostales, nada que permitiera que la gente común y corriente entrara en contacto con aquel secreto que solo el pueblo de Rodorio tenía permitido conocer, porque era más que evidente que todos en ese pueblo sabían lo que había más allá de las limitaciones del pueblo, un claro ejemplo era las voces de los niños que gritaban a los cuatro vientos que algún día serían santos de Athena.
-¿Miedo?, ¿por qué te damos miedo? -pregunta Rima mientras se acerca al niño y se acuchilla junto a su padre-. ¿Te hemos hecho algo para que te demos miedo?
El niño, en vez de responder, baja más la mirada a la vez que la vampiresa suspira y saca de entre su ropa un paquetito de pokis que enseguida ofrece a Ren.
