Una nueva amenaza pone en peligro la familia que Zero y Milo han construido trás dieciséis años de una vida pacífica. Antiguos amores regresan del pasado, secretos celosamente guardados salen a la luz, y aquellos que creyeron, jamás volverían a ver...
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El ajetreo que ve en cuento aparca el coche, frente a la gran mansión de enrejados de hierro, le provoca un mal presentimiento. Sus manos todavía sobre el volante comienzan a temblar y sudar.
—¿Aquí es donde vive la amiga de Kyoko? —pregunta Ren en el asiento trasero del coche sin dejar de saborear la paleta de caramelo que su "mami" le ha dado en cuanto se pusieron en marcha. "Espero que no", piensa mientras en un intento fallido trata de que sus manos dejen de temblar. "Espero que Milo, se haya equivocado". Suspira y cierra los ojos como esperando que con eso aquellos sentimientos que oprimen su pecho se calmen. No lo hacen, y está seguro que no lo harán hasta que tenga a su hija entre sus brazos. Con un último suspiro se arma de valor y sale del auto para luego abrir la puerta trasera y sacar a su hijo que se aferra a su cuello en cuanto Zero lo alza en brazos.
En cuanto pone un pie dentro de aquel pequeño jardín de verde pasto y un pequeño camino de piedras, debería de sentir la presencia de los vampiros a su alrededor, después de todo, a pesar de tantos años, él sigue siendo un cazador. Pero no lo hace, en esos momentos la opresión en su pecho evita que sienta aquellas presencias que lo rodean. Se obliga a caminar con tranquilidad el espacio que lo separa a la puerta de fina madera donde varias rosas se encuentran talladas, otra señal que debería de hacerle reconocer el lugar que está pisando. Con tranquilidad fingida, para no asustar al niño en sus brazos, comienza a tocar la puerta. Nadie responde al llamado y eso solo hace que aquella opresión en su pecho aumente considerablemente. Da un paso hacia atrás y levanta la mirada para observar la fachada de la imponente casa con la esperanza que alguien asome. Nadie lo hace, es entonces cuando comprende con horror que algo ha sucedido. Comienza a tocar con ímpetu hasta que alguien en el interior se apiada de él y le abren la puerta.
En ese momento también tuvo que darse cuenta al lugar que había llegado, después de todo, la vampiresa que le abrió la puerta es una que conoce muy bien gracias a los años que asistió a la academia Cross. Pero al igual que momentos antes, tampoco se da cuenta, pues su único objetivo en ese momento es llevarse a su hija de ese lugar.
—¡Kyoko! —comienza a gritar, mientras busca con la mirada a su hija.
Pero la espaciosa estancia no le da señas de nada. La vampiresa detrás de él sale de su asombro y da un paso hacia él, sin embargo ya es tarde para retenerlo, Zero ha comenzado a caminar hacia la única puerta que ve abierta; y en cuanto la atraviesa, entonces es que se da cuenta de donde está, pero ya es demasiado tarde.
Sus ojos se abren cuando la figura frente a él deja de darle la espada y lo mira fijamente.
—Kiryuu —menciona Kaname sorprendido y de igual manera, con ojos muy abiertos.