Una nueva amenaza pone en peligro la familia que Zero y Milo han construido trás dieciséis años de una vida pacífica. Antiguos amores regresan del pasado, secretos celosamente guardados salen a la luz, y aquellos que creyeron, jamás volverían a ver...
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Se detiene de golpe, paralizado. Su visión se ensombrece, el oxígeno deja de existir, y su corazón se niega a continuar latiendo. Mu, junto a él, intenta tomarlo de donde sea que pueda para que no caiga al suelo ante el tambaleó que ha tenido. Gracias a los dioses, la pared junto a él ha servido como un apoyo para que eso no suceda, sin embargo, aquellas palabras siguen resonando en su cabeza.
"El bebé no sobrevivió".
Sus oídos sumaban, y pese a no encontrarse en el templo de Acuario, un frío insoportable recorre su cuerpo. Unas manos lo sostienen con fuerza de los hombros, a la vez que a lo lejos escucha las voces de sus compañeros, de la misma Athena, distorsionadas, lejanas. No sabe quién le habla, no sabe qué le dicen.
Con un movimiento de brazos se deshace del agarre sobre su cuerpo y sacude la cabeza, todavía sin creer aquellas palabras. Se recarga en la pared y cierra los ojos, las imágenes de aquello que había anhelado hacer comienzan a fragmentarse como simple cristal.
Ya no podrá hacerlo, ya no podrá tener un pequeño niño entre sus brazos, y ya ni siquiera sabrá qué color de ojos tendrá...
¿Los ojos de Zero? ¿Sus ojos?
Gruesas lágrimas comienzan a salir de las comisuras de sus ojos, y él se deja caer con lentitud sobre la pared, abatido, destrozado.
Frente a él, Mu voltea a ver a Aioria y a Athena, que en esos momentos observan a Milo conmocionados, y al igual que Mu, sin saber qué hacer.
Segundos, minutos, el tiempo transcurre como si nada estuviera sucediendo, como si la muerte de un bebé fuera nada extraordinario como para detenerse tan solo un momento. Sacude la cabeza y respira con profundidad. La tristeza ha desaparecido en su rostro, pero en lo más profundo ha dejado una herida difícil de curar, una que no cree, podrá cerrarse tan fácilmente. Pero en ese momento no puede detenerse a pensar en su dolor, en ese momento quien más debe de estar sufriendo es Zero, y solo por eso se levanta del suelo.
Él debe de estar a su lado, él debe de estar ahí, sujetando su mano, llorando junto a él la pérdida de aquel pequeño que no merecía morir.
-Milo... -lo llama Aioria, pero él no se detiene hasta llegar a esa puerta que es observada con detenimiento por Kaname Kuran, como si estuviera decidiéndose si empujarla para entrar a aquella habitación, o no. Él ni caso le hace cuando se detiene a su lado, o cuando empuja la puerta para abrirla y así poder entrar junto a su amado.
