Una nueva amenaza pone en peligro la familia que Zero y Milo han construido trás dieciséis años de una vida pacífica. Antiguos amores regresan del pasado, secretos celosamente guardados salen a la luz, y aquellos que creyeron, jamás volverían a ver...
Agradecimiento especial a @Aquarius_No_Kari por la ayuda en este capítulo.
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El sudor que recorre su espalda y debajo del sombrero, comienza a molestarlo. Bajo esas circunstancias, se recrimina no haberle hecho caso a Shion, porque cuando este le sugirió ponerse algo más ligero, él no hizo caso. Pero tampoco es como si tuviera la posibilidad de regresar a cambiarse, no cuando Cross le había robado preciado tiempo, ya que el ex cazador, al no tener noticias de su querida hija, fue a exigirle que le dijera a dónde la habían llevado.
Horas discutiendo con él, horas intentando hacerle comprender que no podía revelar la ubicación del santuario; ya era suficiente con que Yuuki y Kaname Kuran la supieran, y a esas alturas, no pensaba volver a tener una pelea más con su esposo.
Se detiene frente a una mesa al aire libre, donde los dos vampiros sentados en las sillas frente a esta comienzan a fastidiarse. Levantan la mirada, y Yagari suspira para después acortar la poca distancia que todavía lo separa.
—¿Y Zero? —pregunta mientras recorre una de las dos sillas vacías.
—Dijo que iría a esperarlo —responde Yuuki encogiéndose ante la penetrante mirada del cazador.
Yagari asiente y se recarga en el respaldo de la silla.
—Me disculpo por la tardanza, pero el estúpido de Cross quería saber de ti.
—¿Le dijo? —pregunta la vampiresa bajando la mirada.
—No. Zero me dijo que no querías que lo supiera, pero, debes estar consciente de que tarde o temprano se enterará.
—Lo sé.
Ante el encogimiento de Yuuki sobre su lugar, Yagari suspira.
—¿Estás segura de esto? —pregunta, pese a que en ese momento lo que más le gustaría es informarle a su pupilo sobre la orden sobre su cabeza. Y es que, el hecho de que uno de los vampiros encargados del consejo vampírico se presentara hace unos días en su oficina exigiendo la cabeza de Zero Kiryuu, resultaba en una confrontación que, si no la manejaba con cuidado, podría desatar una serie de consecuencias que él no quería ni imaginar. Si el presidente fuera otro, estaba seguro de que no lo dudaría ni un segundo para acceder a aquello. El problema era que el presidente era él. Y él no podía entregar a Zero. Y la mejor manera de protegerlo en ese momento, era avisarle y pedirle que no saliera del santuario hasta que él encontrara la manera de arreglar aquello.
—Lo estoy —responde Yuuki y Yagari vuelve a suspirar.
—Creo que no estás tomando en consideración las consecuencias que romper un lazo de sangre implica.
