Una nueva amenaza pone en peligro la familia que Zero y Milo han construido trás dieciséis años de una vida pacífica. Antiguos amores regresan del pasado, secretos celosamente guardados salen a la luz, y aquellos que creyeron, jamás volverían a ver...
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Kaname permanece inmóvil, con un brazo recargado en el marco metálico de la ventana frente a él y su frente sobre este. El viento golpea el cristal con un ritmo constante, y los primeros rayos del sol comienzan a iluminar la ciudad que se encuentra bajo él. Pero Kaname no admira tan sublime amanecer. Su mirada, aunque permanece en aquellos rayos que poco a poco se abren paso entre la ciudad, su mente se encuentra en un punto lejano de ahí.
—Kaname, te he traído algo para que comas —dice Takuma mientras entra a la lujosa habitación, para después colocar un plato en la mesa a unos pasos detrás de él. Kaname no responde, su mirada sigue fija en el horizonte, en aquel santuario donde Athena reside.
—¿Kaname?
Pero el vampiro no se mueve. Las imágenes de Yuuki no pueden salirse de su cabeza; su negativa por verlo, la palidez que su rostro tenía cuando la llevaron ante la diosa, y ese penetrante aroma a sangre, la prueba irrefutable de la muerte de su hijo. Y por supuesto, las palabras de Zero, que se repiten sin parar dentro de su cabeza.
"Realmente eres el ser más estúpido que he conocido. Me fui, desaparecí de tu vida, de sus vidas, porque ya no quería saber nada de ustedes. Muchas veces intenté hacerme a la idea que el sacrificio de Ichiru había valido la pena; Yuuki era feliz contigo, yo soy feliz con Milo, así que debía de valer la pena. Pero ¿qué haces tú? Le das la espalda a Yuuki cuando más te necesita, se lo das incluso a tu hija, y todo ¿por qué, el gran Kaname Kuran está de caliente? No solo destruiste mi vida, ahora también se la destruiste a Yuuki, todo por un maldito capricho. Si así iban a ser las cosas, ¿por qué demonios no dejaste las cosas como estaban? ¿Por qué demonios la despertaste?"
Sus puños se aprietan y sus ojos comienzan a brillar en un rojo muy intenso, Takuma detrás de él, levanta la mirada ante el aura descontrolada del vampiro; la ventana rompiéndose en miles de fragmentos.
—Kaname, sé que esto es difícil... —dice Takuma con gentileza.
La mandíbula de Kaname se aprieta. Claro que Takuma no sabe lo difícil que es ese momento, no solo el rechazo de aquella a quien amó desde que era un niño, sino también esas palabras que, aunque jamás lo admitirá, son una brutal y dolorosa verdad.
"¿Qué debo de hacer?"
Athena había sido clara con él cuándo salió del santuario, Yuuki y él le habían dado la misma información. Lo que ella creía que él podía enriquecer con su punto de vista, no lo había hecho, y por tal motivo, para la diosa, Yuuki era más que suficiente para que le diera la información necesaria que podría necesitar para llegar a Ai. En pocas palabras, Kaname Kuran no era indispensable, y mucho menos en aquel momento de vulnerabilidad para Yuuki.
