Capítulo 23: Instintos

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Capítulo dedicado a: Aikoharuno9, Kokoro_23, Mini_Yuri, aguedaportillaalonso, sesshime_55heart, AdrianaValeMora,, Plastic_Lover_ZK, rachidahammoud, Uwusssaa, AdeleyFonseca, DaileniPerezcrispin, Syreydirs, Samavanegas, Dranadeshio1, YohamnaRodriguez20, CinthyaMagdalena, RoseLuz6, ChroneliaCid, ach1102, y Aquarius_No_Kari quienes votaron el capítulo anterior ¡¡¡MUCHAS GRACIAS!!! 💖💖💖💖

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Camus levanta la mirada a la fachada, escorpio en todo su esplendor, le devuelve la mirada. Suspira, baja la vista y observa con detenimiento la entrada del templo, preguntándose al mismo tiempo como fue que llegó a eso. Si se ponía a pensar, lo más seguro era que aquello comenzara desde esa vez, cuando hace un par de semanas, Milo fue a invitarlo a desayunar, argumentando que quería recuperar el tiempo perdido con sus amigos. Cuando llegó a escorpio y vio a Afrodita, Mu y Aioria esperando por ellos, imaginó que de verdad aquel desayuno con los demás santos era precisamente para recuperar ese tiempo perdido, y no por aquella obsesión de escorpio porque Zero comiera.

El desayuno para su sorpresa, y a diferencia de otras veces, fue cómodo, alegre y un viaje lleno de recuerdos. Pero todo terminó, cuando las muestras de cariño comenzaron. Cada santo tuvo que abandonar escorpio antes de que se les picaran las muelas ante tanta azúcar que desprendía Milo para con Zero.

Luego de varios días, Milo regresó a invitarlo, sin embargo, a diferencia de la última vez, en esta ocasión se negó. ¿Qué otra cosa podía hacer más que negarse? A diferencia de sus compañeros, él compartía un lazo más profundo con Milo. Todos esos años enamorado en secreto de él, todos esos años intentando buscar una explicación del porqué se fue sin dar un motivo, le hacía compartir un lazo mucho más profundo con el guardián de la octava casa del zodiaco.

Y precisamente por ese lazo, era que no quería volver a compartir la mesa con ellos; porque si lo hacía, porque si volvía a ver el esmero que Milo ponía para que Zero estuviera feliz, comenzaría a llenarse de amargura. Después de todo, pese a prometerse que dejaría a un lado esos sentimientos que todavía sentía por el escorpión, no era tan fácil. ¡Habían sido años los que estuvo enamorado de él! ¿Cómo demonios esperaba dejar de sentir aquello de la noche a la mañana?

Y, sin embargo, ahí estaba, de pie, frente a escorpio, repitiéndose aquellas palabras que, hace varias mañanas, Milo le dijo para convencerlo de volver a desayunar con él y su familia.

—Como sabes, Zero está delicado. La sangre que bebe de mí no es suficiente y Aidou todavía no sabe el porqué. Se supone que gracias al lazo que nos une, mi sangre lo alimentaría a él y a nuestro bebé, pero no está sucediendo. Además de eso, los síntomas han empeorado. Vomita todas las mañanas, y no quiere probar alimento. Si esto sigue así...

—Bien, te ayudaré. —Fue lo único que respondió Camus y lo que comenzó con aquel extraño ritual que todavía le parecía extraño. Los días que Milo no tenía guardia en Rodorio, él llegaba puntualmente a las siete, desayunaba con Milo y su familia, siendo acompañados en algunas ocasiones por Mu o Aioria o ambos, y una hora después bajaban al coliseo donde Kiki ya los esperaba para comenzar con el entrenamiento del día. Gracias a eso se enteró de la extraña apuesta que los jóvenes habían hecho y que, por las todavía remodelaciones en el pueblo, o las guardias en las que participaban, no habían tenido la oportunidad de hacer efectiva. Junto a Milo, ayudaba a Kyoko a entrenar con mayor intensidad, pues gracias a las órdenes de Athena dadas semanas antes, ella debía de competir por esa armadura que la catalogaría como un santo de Athena, y que, por extraña razón, sería la de Pegaso.

Legado de sangre y oro (Libro 2 de Dorado y vampírico amor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora