4. Un mundo distinto

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Caminé hacía la escuela sin despegar la mirada de mis zapatos. Temía que, solo con levantar la mirada, todos se dieran cuenta de los terribles secretos que escondía.

Por momentos deseé que el merodeador me hubiera disparado, era sin duda mucho mejor que tener esa incertidumbre que me taladraba la cabeza. Mi final podía venir de cualquier lado, de cualquier persona, Cíclope era todos y todos éramos Cíclope. Supongo que por eso el gobierno era tan poderoso, nosotros no éramos victimas... éramos cómplices.

Me detuve en el lugar donde siempre esperaba a Sam, y traté de despejarme de las ideas que me atormentaban, y lo único que lo conseguí fue recordar que era martes...

El martes era el único día de la semana en que la veía. Por algún error de horarios que se produjo, el momento en que los hombres íbamos al colegio coincidía solo ese día con el horario en el que las chicas de la ciudad eran llevadas al campo de preparación para el servicio que, según se comentaba, consistía en preparar a las mujeres para la tarea de ser madres y criar a los hijos dentro del régimen.

La única función de las mujeres dentro del gobierno, además de servir a Cíclope como todos los demás, era dejar una descendencia que respete al líder y a todo lo que este representa, razón por la cual no podían entrar en contacto con el otro género hasta que ambos cumplieran 18, lo que para mí era el año que entraba.

Levanté la vista y allí estaba: lo mejor de toda la semana se encontraba cruzando por una calle lejana pero podía verla en todo su esplendor. Su cabellera castaña y totalmente lisa, su delicada figura y su piel que parecía brillar bajo el sol de la mañana. Nos separaban poco más de setenta metros hasta el año que entrara. Todavía recuerdo el día en que me atrapó mirándola, lo único que pude hacer fue mirar a un costado y pretender que no sabía que existía.

Sin embargo una terrible realización me golpeó de repente. Yo nunca iba a llegar al próximo año, nunca iba a poder conocerla. Con lo que sabía era solo cuestión de tiempo antes de que los soldados de Cíclope nos encontraran a mí y a mí familia. Yo ya estaba muerto desde el momento en que dejé mi casa la noche anterior, solo había sido demasiado tonto como para darme cuenta. Así que decidí dedicar solo unos segundos a su hermosa imagen y luego desviar la mirada, era tal vez la última vez que la veía y nunca había llegado a saber ni siquiera su nombre.

En eso, una voz alegre me distrajo de mis tristes pensamientos.

—Bueno días, Daniel.

—Bueno días, Sam —respondí con una voz baja, al borde de quebrarse, pero no podía permitirme que Sam se diera cuenta de que algo sucedía, así que hice lo posible por recuperar la compostura.

—Te ves mal, bueno... peor que de costumbre —señaló a modo de broma mi único amigo, pero sabía que eso en él era una señal de alarma, tenía que distraerlo rápido.

—Sí, estoy bastante cansado, anoche me quedé... estudiando para la evaluación de matemáticas de hoy. —Una mentira tonta, pero funcionó.

Sam echó una carcajada estruendosa, de esas que no son típicas de escuchar en un adolescente a las ocho de la mañana de camino al colegio.

—Idiota, la evaluación no es hasta la semana que viene —comentó mientras seguía riéndose sin parar, como si fuera lo más chistoso del mundo.

—Sí, —respondí con una sonrisa— supongo que ando algo distraído.

Cuando Sam terminó de reírse como un idiota, partimos hacia el colegio, pero no pude evitar notar que ese día había algo distinto. Sin embargo me daba cuenta que todo seguía en su lugar... era yo quien estaba viendo las cosas de otra manera.

Veía la entrada al colegio, rodeada de militares y con todos los alumnos entrando vestidos de la misma manera como si fuera un matadero. Por primera vez notaba que el hecho de que revisaran mis objetos personales y me tocaran el cuerpo durante la "danza oficial" me molestaba. Escuchaba las estrofas del Himno a Cíclope y lo único que podían pensar era en las mentiras que contaba. Miraba alrededor de mi clase y solo veía caras vacías observando una pizarra llena de nada, mientras un "profesor" gritaba y nos hacía quedar en ridículo durante todo el día.

Empecé a preguntarme como podíamos aguantar esto todos los días, y descubrí que la respuesta era simple... no conocíamos otra cosa, solo la esclavitud.

Tuve que luchar con las ganas de levantarme y salir de la clase, sabía que no podía, ya que las puertas del aula se trababan automáticamente hasta que terminara el día de clases, pero ya no podía soportar todo eso. Cerré los ojos esperando que nadie se diera cuenta de lo que me pasaba, y en la oscuridad una imagen se fue formando... la imagen de Ella, tan hermosa como siempre. Era la primera vez que me pasaba, y por algún motivo eso bastó para que todo lo malo del régimen desapareciera. Me tomé unos segundos para tranquilizarme y volví a abrir los ojos. El mundo de Cíclope seguía ahí, y nadie se había dado cuenta de lo que me pasaba, pero algo se había puesto en marcha en mi interior...

El horario escolar terminó y salí del salón casi corriendo, sin esperar a Sam, quien tuvo que apurar el paso para alcanzarme.

—¿A dónde vas con tanto apuro? —preguntó mientras recuperaba el aire.

—Tengo que... ayudar en algunas tareas de la casa —mentí nuevamente.

—Pero... ¿Te olvidaste de que hoy íbamos a ir a recorrer la base con mi padre? —En su rostro se notaba la desilusión y si bien a veces Sam podía ser muy molesto, seguía siendo mi único y mejor amigo; me partía el alma dejarlo plantado.

—Lo siento... pero se lo prometí a mi padre —me excusé—. Si termino temprano paso por tu casa y vamos ¿Te parece bien?

—Está bien —dijo con un suspiro—. Pero no te olvides que el año que viene tenemos que alistarnos, no te distraigas mucho.

—Por supuesto, —respondí, y fingí una sonrisa—. Soldados Front y Levin ¿verdad?

Sam sonrió y supe que todo estaba bien, nos despedimos bromeando con un saludo militar y seguí mi camino sin él.

Todo era distinto, no solo la escuela... la calle se veía extraña, sucia y destruida, en los callejones entre las casas podía ver a los soldados golpeando a jóvenes que estaban "caminando de manera sospechosa", podía ver al padre gritando a su hija porque pintó con tiza la vereda de la casa, veía toda la opresión, todo lo que estaba mal, todo lo que tenía que cambiar, y no es que antes no hubiera estado ahí, sino que ahora ya no lo quería ignorar, no quería mirar a otro lado o fingir que no estaba pasando. Quería que salir a la calle sea algo que valga la pena, quería que los soldados que abusaban de su poder fueran castigados, que el padre que maltrataba recibiera lo que se merecía.

Y en ese momento supe la respuesta a la pregunta de mi padre: "". Casi sonreí al darme cuenta de que algo ya había cambiado. En la mañana cuando salí de la casa y durante toda mi vida había tenido miedo a todo, pero ahora ese miedo desaparecía, se escurría entre mis dedos... y se sentía hermoso.

Apuré aún más el paso y entonces algo sorprendente sucedió. Estaba a punto de llegar a mi casa y entonces la vi nuevamente. Ella estaba a poco más de cincuenta metros de la entrada de mi casa y me miraba fijamente. Yo no pude hacer otra cosa que quedarme congelado y devolverle la mirada. Era la primera vez que la veía tan de cerca y pude notar que era incluso más hermosa de lo que pensaba. En ese mismo momento un camión militar pasó entre nosotros y la perdí de vista, y cuando este se quitó ella ya no estaba. Supuse que estaba perdiendo la cabeza, pero no me importaba si eso significaba verla más seguido.

Me di medía vuelta y entré a mi casa. Mi madre ya estaba en la cocina pensando qué preparar con lo que el gobierno había mandado ese mes y mi padre jugaba en la sala de estar con mi pequeña hermana. Cuando ellos me miraron no hubo necesidad de intercambiar palabras, sabían que estaba adentro y que ya no había marcha atrás...

La iniciativa Nuevos Héroes estaba a punto de ponerse en marcha.

Mundo de héroes: El inicio de Los VigilantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora