8. La decisión

8.4K 704 77
                                    

Durante todo el camino a casa, mi padre y yo, no intercambiamos ni una sola palabra. Yo todavía tenía la mente en la reunión y supongo que él no quería perturbarme. Pero sinceramente hubiera preferido que dijera algo, que hiciera algún comentario, lo que sea, no estaba seguro de poder soportar la presión si no recibía su ayuda.

Cuando llegamos a nuestro hogar seguimos la rutina de todas las noches. Recorrimos los al rededores para asegurarnos de que nadie nos había seguido, entramos a la casa por una ventana del segundo piso, bajamos al sótano, guardamos los arcos y nos quitamos la vestimenta. Pero esta vez mi padre solo se quitó la capucha y sin mirarme comenzó a hablar.

—Daniel... sé que te estamos pidiendo que arriesgues demasiado... —se dio vuelta y me miró a los ojos— pero de esto depende no solo nuestro futuro... sino el de todo el planeta.

Quería responderle algo, decirle que lo entendía, pero tenía un nudo en la garganta que me lo impedía. Después de tanto haber insistido con entrar en la Insurgencia, tras la primera reunión ya había empezado a dudar. Podía sentir como las garras del miedo tomaban mi corazón y lo estrujaban con más fuerza que nunca, y solo pude decir una cosa, mientras temblaba de pies a cabeza.

—Papá, tengo miedo...

Mi padre me dedico una mirada que siempre lograba consolarme, pero esta vez el problema era mucho mayor y no logro su objetivo ¿Estaba preparado para arriesgarme a cambiar todo lo que era y convertirme en un monstruo con el fin de detener a Cíclope? No estaba del todo seguro, y nunca en mi vida había necesitado tanta ayuda, pero mi padre no podía intervenir, la decisión debía ser mía. Lo único que pudo hacer fue acercarse y darme un abrazo con sus fuertes brazos, y yo me acobije en ellos como cuando era pequeño. Por un momento me sentí mejor, pero para cuando me tire en la cama las dudas volvieron a resurgir y me mantuvieron toda la noche en vela.

Al otro día en la escuela me encontraba casi catatónico, y podía notar que Sam estaba preocupado, pero logré evitar sus preguntas alegando que estaba enfermo y realmente muy cansado, incluso llegó a sugerirme que pida un permiso para faltar a clase, pero todos sabíamos que más de un alumno había desaparecido solo por hacer eso.

Durante varios días continúe igual, el martes ni siquiera me fijé en Felicity que pasaba por la misma calle que todas las semanas. En la escuela parecía un zombie, incluso más que todos los demás, y en los entrenamientos no podía concentrarme lo suficiente como para esquivar los golpes de mi padre, pero él sabía todo lo que estaba pasando en mi cabeza, razón por la cual decidió no forzarme demasiado.

Los días pasaban a toda velocidad ante mí, el tiempo se hacía cada vez más corto y nadie podía ayudarme con lo que me estaba pasando. Entonces tuve una idea. Un día antes de tomar la decisión decidí tener una conversación con Sam, mi mejor amigo. Más de una vez él me había dado una mano cuando tenía dudas sobre algo importante, y esperaba que esta no fuera diferente. Así que con eso en mente, espere a que estuviéramos volviendo a nuestras casas, tomé valor, y empecé a hablar.

—Sam... —dije por lo bajo, casi inaudible.

—¿Hoy hablamos? Alabado sea Cíclope —respondió a modo de chiste, con una gran sonrisa en su boca.

—¿Te puedo preguntar algo? —continúe tímidamente.

—Sabes que sí... ¿Qué pasa?

—Supongamos que.... —pensé por unos segundos en cómo pedirle ayuda de la manera más discreta posible y de repente me vino la respuesta a la mente— que Cíclope te ofrece trabajo en El Palacio ¿Si? Pero a cambio de eso tienes que arriesgarte a transformarte en... en algo que no eres ¿qué harías?

Mundo de héroes: El inicio de Los VigilantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora