29. El Rey en la torre

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El ascenso en ese poblado elevador se me hizo eterno. Todos estábamos ahí apretados, luchando por aguantar en pie tras la gran paliza que habíamos recibido por parte del Guardián. Pero a pesar de todo habíamos salido victoriosos una vez más, y había llegado el momento para el que habíamos entrenando desde el principio.

Mi mente comenzó a viajar al pasado, y el tiempo transcurrido desde la noche entre que me enteré que mi padre era un héroe y este preciso momento se me antojaba impresionantemente corto, como si todo hubiera sucedido en cuestión de horas.

Sin embargo me era difícil alejar mis pensamientos de las horas de arduo entrenamiento, de las mentiras que tuvimos que inventar, de las atrocidades que tuvimos que cometer y los sacrificios que tuvimos que hacer para lograr vivir. Todas aquellas cosas nos iban a acompañar por el resto de nuestras vidas, claro que esta que, teniendo en cuenta la situación, eso podía no ser un tiempo tan largo.

Miré a mí alrededor. Mis compañeros tenían la mirada clavada en la puerta del ascensor, esperando ansiosamente que se abriera para dar fin al régimen de Cíclope. Por un momento mi mirada se clavó en el rostro de Gladiador, quien parecía estar queriendo decir algo, tal vez inspirador, tal vez alguna confesión, pero eso no importaba. En ese momento no necesitábamos palabras de aliento, ni grandes revelaciones, o nada por el estilo, lo que necesitábamos era justicia, por todos aquellos que habían caído en manos de Cíclope y sus secuaces.

Mis últimos recuerdos antes del combate fueron sobre el Doctor Wells y Malcom. Con todo lo que había estado pasando apenas habíamos tenido tiempo para estar de luto, y ciertamente se sentía mal, como si hubiéramos olvidado algo terriblemente importante. Sin embargo, pensar que nuestros dos compañeros caídos hubieran deseado estar en ese reducido ascensor, con todo ese olor a sangre y a sudor, me hizo sentir inexplicablemente bien, casi como si los estuviéramos honrando por el simple hecho de no haber detenido nuestra pelea, y de alguna manera era así.

Dirigí mi mirada a los números del ascensor, estábamos a punto de llegar al final del camino. Lentamente saqué una flecha-explosiva y la cargué en el arco, sabía que no iba a causar ningún daño al dictador, pero seguramente iba a darle a mi padre el tiempo suficiente para asestarle con La Flecha, y ponerle un fin a todo esto.

Finalmente el ascensor se detuvo, y casi al unísono, lanzamos un largo suspiro. Felicity y yo nos miramos de reojo, y noté que ella estaba tan asustada como yo. Sin embargo no era momento de sentir miedo, suavemente toqué su mano y le sonreí, como indicándole que todo iba a estar bien. Nada más lejos de la verdad.

La puerta se abrió lentamente, y lo primero que pudimos observar fue el enorme trono negro en el medio de la sala, aquel que habíamos visto tantas veces en los comunicados del dictador a través de la televisión, casi se sentía irreal tenerlo tan cerca. Lejos de recibir un ataque directo de nuestro enemigo, pudimos observarlo de espaldas, contemplado la batalla que estaba ocurriendo a sus pies. Lentamente fuimos saliendo del ascensor y colocándonos a su alrededor, y él no decía una palabra, claramente nos había estado esperando.

La cúspide de la torre era inmensa, desde lejos apenas se notaba, y ciertamente las imágenes que tenía del Palacio no le hacían justicia para nada. Sin embargo, ese oscuro lugar era el opuesto exacto de la hermosa mansión de la cual acabábamos de subir. Las paredes metálicas y grises hacían que todo pareciera más frio de lo que en realidad era; estas, lejos de estar llenas de hermosas pinturas, se encontraban totalmente cubiertas por computadoras, que trabajaban a toda velocidad comandando a Los Merodeadores, enviando órdenes a los altos rangos militares alrededor del mundo y moviendo archivos sobre sospechosos de terrorismo de un lado al otro, entre otras miles de funciones. Una de las paredes del lugar era una ventana completa, que dejaba ver perfectamente la ciudad y, específicamente, la batalla que se estaba produciendo en Barrio Central, frente a ella se encontraba Cíclope.

Mundo de héroes: El inicio de Los VigilantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora