EL COMIENZO DE MI HISTORIA

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Amaru Auqui es el nombre que me puso uno de los Amauta (sabios) patriarcas de mi pueblo cuando me bautizaron. Su significado es “Príncipe de la sabiduría”.
Era una costumbre del sabio de mi pueblo, poner el nombre a los niños que los padres entregaban a la Pacha Mama para que los bendijeran y guíen su camino a la sabiduría.
El sabio hacia todo su ritual, para que la Pacha Mama por intermedio del chaman otorgaba el nombre y seria lo que forjaría su vida.
Costumbres que se iban perdiendo con el tiempo.
Yo crecí como todo niño de campo, era un niño muy travieso, con la libertad de salir por todo el campo, subiéndome a árboles, montando burros o caballos, pasteando a las ovejas.
Saliendo a pescar al rio, o al campo para cazar vizcachas. Una vida muy sana y feliz, era todo lo que la Pacha Mama me regalaba para ser feliz.
Todo el día jugaba y con una imaginación enorme, un niño incansable, y que me gustaba conocer todo lo que estaba a mi alrededor.
Como todo niño travieso de campo, me alejaba tanto de casa que a veces a mí, a mi hermano y mi fiel amiga nos agarraba la lluvia, llegábamos completamente empapados.
Mi madre todo un amor de mujer nos quitaba la ropa y nos ponía ropa seca, nos ponía una manta tejida de lana de alpaca y nos acercaba a la chimenea a que nos calentara.
Había días que nos íbamos por las montañas, para sacar tunas, frutas de los cactus para comerlas, a la vez nos dedicábamos a sacar cochinia del cactus para venderla. Era muy pedida para producir el carmín, que es una tonalidad rojiza que es usada para las comidas o tintes naturales. Era un trabajo que hacíamos con mi hermano y mi amiga Illa, cuando llegamos al pueblo, le vendíamos la cochinilla al Amaru, con esa propina nos comprábamos dulces, lo curioso que algunos de esos dulces se usaba la cochinia, prácticamente nos vendían lo que nosotros vendíamos a menos precio, solo que ya estaba procesado…
Que al futuro comprendí que los países avanzados hacían lo mismo con nuestros recursos y nos vendían nuestros productos, pero ya enlatados.
Esos tiempos de aventuras, tenía accidentes como todo niño, en mis caídas llegaba a casa con heridas, mi madre preparaba sus hierbas para curarme, recuerdo que usaba Manzanilla en agua caliente, me lo echaba en la herida, de ahí me ponía hojas de Yanten encima de la herida por una hora, al final le echaba sábila, era un ritual todo el proceso de curación, de ahí me preparaba un té de hierba llamada valeriana para que me relajara.
Mi madre era el ángel dedicada a nosotros, que nos cuidaba con amor y siempre se preocupaba por nosotros.
Con sus costumbres medicinales, ancestrales.
Era como se curaba desde los tiempos de nuestros ancestros incas, cuando era muy grave las heridas, el Amauta se llamaba al HANPEQ, una especie de chaman que curaba a los pacientes utilizando hierbas y minerales, ceremonias religiosas y místicas. Siempre a la “Pacha mama”.
A veces mis heridas en mis travesuras me curaba mi abuela Killki, para que no me regañara mi madre, era un niño muy travieso junto a mi hermano mayor Quyllur, mi abuela una consentidora y dulce cómplice, que muchas veces nos consentía y apañaba nuestras travesuras.
Éramos muy unidos y nos contagiaba de ese espíritu aventurero, juntos a Illa, en las noches nos echábamos en el campo a ver las estrellas, con Quyllur a contar las estrellas, a cada uno le poníamos un nombre, en aquellos momentos nos acompañaba siempre Illa Suyanna “DULCE COMPAÑERA”, nuestra amiga de toda la infancia y siempre estaba con nosotros, ella vivía en la finca de alado.
Era una vida que lo tenía todo…
Cuando tenía ya 11 años y Quyllur (estrella fugaz) 14 años, empezábamos a ir a lugares más alejados a vivir nuevas aventuras, recorríamos ríos y lagunas, nos bañábamos y cada aventura Quyllur e Illa Suyanna a sus 10 años toda una niña más madura que Quyllur y yo, era ese trio inseparable que andábamos por todos lados, amigos de aventuras.
Una noche, reunidos los tres haciendo una fogata conversábamos historias que escuchábamos de los Amautas “ancianos sabios”.
Quyllur empezó a contar una historia que nos llamó mucho la atención.

--- Saben escuche al amauta COLLAHUAYA un día hablando con otro anciano, hablaban de los QAWAQ MACH’AY (vigilantes de la cueva).
Illa Suyanna preguntando como siempre con su gran curiosidad.
    --- ¿Qué dijeron?
--- Empezaron hablar que se cumplía ya 50 años de la partida de su padre, que los vigilantes se los habían llevado y nunca más volvió.
      --- ¿Quiénes se lo llevaron?
--- Solo hablaban de los QAWAQ MACH’AY, que no olvidaba la partida de su padre.

Illa curiosa e intrigada.

      --- ¿Dónde queda esa cueva?
Deberíamos ir a conocer esa MACH’AY (cueva) y visitar a los QAWAQ (vigilantes) y preguntarles que paso con el padre del Amauta COLLAHUAYA.

Mi curiosidad me embargo respondiendo.

--- No sabemos dónde queda, pero deberíamos averiguar con los sabios para ir a esa MACH’AY y descubrir que paso.

Illa siempre incluyéndose en cada idea loca o curiosidad que se nos ocurría.
     --- Mañana debemos averiguar con los sabios, Amaru y Quyllur, preguntemos donde queda para ir los tres y conocer a los vigilantes.

Quyllur al ver ese optimismo de Illa, se animó hacer el plan.
--- Esta bien Illa, ¡Quedamos entonces, mañana averiguaremos!

Yo algo intrigado, con temor e incertidumbre, pensando que si era una aventura que podría ser de mayor peligro, atiné aceptando el plan de ellos.
Aun así, no dejaba de sentir ciertos escalofríos, de tan solo pensar que podríamos descubrir algo que no sería bueno para nosotros.

--- Listo Illa y Amaru, mañana lo haremos, ya es tarde y a estas horas salen los pumas a buscar comida, vamos de una vez a casa.

Apagando la fogata y nos fuimos a dormir, esperando con gran curiosidad conocer la cueva de los vigilantes que el Amauta COLLAHUAYA habló con el otro anciano.
Amaru yacía en su cama con gran curiosidad, pero a la vez con cierto miedo de encontrar algo que le sea difícil de superar, pensando en mil posibilidades de que podría encontrarse junto a su grupo de aventuras.

De lo que daba vueltas sin poder dormir Quyllur le habló.
--- Amaru, ¿no puedes dormir?
       --- No Quyllur, me preocupa esa historia, tal vez sea algo peligroso.
No sabemos qué puede pasar.
Si los ancianos no van allá, no crees que puede ser por algo.

--- No seas miedoso, solo es una historia, tal vez el papá lo abandonó, o se perdió y debe estar por ahí viviendo en las montañas.
Como el Waq’a del pueblo.
      --- No seas tonto Quyllur, ya paso 50 años, ya debería estar muerto el señor.
--- Entonces seremos los que encontrarán su cuerpo y así seriamos los descubridores de la historia y de un final que nunca pudieron completar.
Tal vez un puma lo atacó, o una víbora le pico y nadie sabe. Por eso, no tienes por qué temer. Nosotros sabemos cuidarnos y no dejaré que nada te pase a ti ni a Illa, así que duerme y deja de preocuparte, Amaru.
      --- Esta bien Quyllur, tienes razón.
Solo quería escucharte y me des esa tranquilidad.

Amaru algo calmado, pero con cierta intriga por aquella historia intento dormir.

Amaru Auqui y los guardianes de la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora