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Capítulo 4.

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Mateo Lombardi.

—Entonces, estamos esperando a una chica alta, cabello castaño, ondulado en las puntas, ojos color café, con acento colombiano... —Iba describiendo mi mejor amigo a media que caminábamos hacia el centro del aeropuerto.

—Si. Y también a su amiga. 1,60 por ahí, pelinegra, sus ojos son de color verde, pero, normalmente esta con lentes y muy extrovertida.

—Eh, boludo, ¿Cómo que estamos esperando a dos mujeres?, ¿Una pa cada uno?

Detengo mis pasos hasta quedar detrás de él y darle un golpe en la parte baja de su cabeza.

—No seas boludo, Santiago.

— ¡Ay! Te hago el favor te acompañarte y no puedo hacer ni un solo chistecito.

Decido ignorarlo y seguir caminando. Cuando llego al punto saco mi celular para mirar la hora: 10:45 am.

—Entonces, hoy hace 14 días que conociste a una chica. Hace 12 días que hablas con ella todos los días...

Antes de que siguiera hablando lo miro fijamente y lo interrumpo:

—Hoy querido amigo, amaneciste muy hablador.

Él me sonríe malicioso.

—No te preocupes, Mateo. No te hare quedar mal frente a ella.

Bufo por lo bajo.

Claro, como si el pudiera hacerme quedar mal.

Quince minutos después, por lo altavoces anuncian que el vuelo donde sé que viene Nicole, ya ha llegado. Le doy un codazo a Santiago para que alce el cartel donde está el nombre de Nicole, y espero pacientemente a verla.

Cinco minutos exactos la veo caminar hacia nosotros. Lleva un vestido que se ajusta a su cintura y que cae despreocupado hasta la mitad de su muslo. Sus largas piernas se mueven con decisión. Llevaba puestos unos convers negros, y una chaqueta de mezclilla. Su cabello está recogido en una coleta, y cuando está más cerca noto que sonríe tímidamente y que esta sonrojada.

<<Si no dejaba de mirarla, como no. >>

—Uy, creo que ya las vi. —Me giro hacia Santiago que baja el cartel y camina hacia ellas.

Su amiga viene a su lado, luciendo un vestido parecido, la diferencia es que viene con unas botas de tacón, y tiene su cabello suelto.

—Mateito, gracias por la invitación a última hora. —Es el saludo que Gabriela me da.

Sonrió.

—También me alegra verte, Gabriela. —Dirijo mi mirada a Nicole que ya ha saludado a Santiago. Y que se acerca a mí. —Nicole, hola.

—Mateo. —Sonríe antes de acercarse y dejar un pequeño beso en mi mejilla.

— ¿Qué tal el viaje? —Pregunto tomando su maleta y empezando a caminar hacia la salida. Santiago hace lo mismo con la maleta de Gabriela.

—Ya entiendo porque Mateo me trajo con él, ¡Para cargar con las maletas! —Gabriela se ríe y mira a Nicole que también se ríe por la ocurrencia de Santiago. —Que astuto eres.

Lo ignoro.

<<Además, no son las maletas, es la maleta. Hay cierta diferencia. >>

Nicole se hace a lado mío para responderme: —Todo muy bien. Gracias por traerme a Santiago como esclavo.

Que siga el tonto juego de mi amigo me hace sonreír gratamente. Esta mujer aparte de bonita tenía un sentido del humor espectacular,

—Fue un gusto traer a un esclavo conmigo, todo por vos, ¿ya te lo había dicho, verdad?

Ella asiente divertida.

Seguimos el camino hasta la camioneta que nos espera estratégicamente para subir e irnos lo más rápido posible. Ha sido un milagro que en el aeropuerto no me encontrara con ningún fan. Lo que tenía para camuflarme es un gorro y unas gafas de sol.

Ya subidos todos en los asientos traseros, excepto yo, que voy en el copiloto, escucho a Santiago hablar.

<<Porque claro, hoy está muy comunicativo. >>

—Y entonces, Gabrielita, ¿te puedo decir así, verdad? Dicen que los colombianos les gustan decir las cosas en diminutivo.

—Pues no soy una cosa.

Es lo que escuchó por parte de Gabriela. Rio por su respuesta.

—Sabes a lo que se refiere, Gabi.

Esta vez es la voz de Nicole la que escuchó.

<<Una voz suave, dulce, delicada. >>

Miro por el espejo retrovisor como Gabriela se encoje de hombros seria, mi amigo parece incómodo y me mira pidiendo ayuda, pero antes de que yo puedo hablar Gabriela se ríe a carcajadas.

—Ay, amor, tranquilízate, claro que me puedes decir así.

Mi amigo se ríe nervioso.

<<Ah, mucho voltaje para ti, ¿verdad Boludo?>>

Eh, como decía. ¿Cómo conoces a mi fiel amigo, artista, estupendo ser humano Mateo Lombardi?

—Lo conocí en una alfombra roja, nos presentaron y le caí genial, ¿Cierto, Mateito?

Nuestras miradas se cruzan por medio del espejo retrovisor, yo asiento ante su pregunta. La verdad es que Gabriela es una persona espectacular.

—Y tú, mí querida Nicole. —Mi amigo hace una pausa. —Si digo bien tu nombre, ¿verdad? —Ella asiente en afirmación. —Mateo me conto su versión, pero dime la tuya. Me gusta el chisme completo.

—Claro que sí. Lo vi presentar su show en el evento de Gabi, ella me lo presento y empezamos a hablar ese día, luego nos fuimos. Luego, hablamos por Instagram. Claro, cabe aclarar que Mateo me escribió porque no dejaba de pensar en mí, y por ende me hizo esta invitación y aquí estamos.

Alzo una ceja ante su respuesta, y cuando nuestras miradas se cruzan la pregunta en gesto es evidente: << ¿A poco si?>>

Y su respuesta aún más clara: <<A que sí. >>

—Y aquí estas. Aquí están, para preparasen y estar listas en seis horas para el mejor concierto de sus vidas. Se la van a pasar re bien.

Nicole asiente contenta ante el comentario de mi amigo.

—No lo dudo.

Luego de unos minutos donde molestamos con cosas banales llegamos al hotel de las señoritas. Bajamos sus cosas y las acompañamos a la entrada del hotel.

—Gracias por ir por nosotras al aeropuerto y traernos al hotel... y por la invitación, y bueno por todo lo bueno hasta el momento.

Nicole me habla bajito, mientras nos detenemos un momento. Yo me acerco un poco más a ella.

—Gracias a ti por aceptar todo lo bueno que he podido ofrecerte.

Ella me sonríe, me fijo en sus mejillas sonrojadas. Es una mujer con una energía tan bonita, sus ojos cafés con ese brillo, el color natural de su rostro, su seguridad, su forma de hablar, y lo maliciosa que ha llegado a ser conmigo.

Definidamente esta conexión que siento con ella no puedo, ni quiero, ignorarla.

—Nos vemos en el concierto, me asegurare de que nuestras miradas se crucen entre la multitud.

—Me gustan tus promesas, me has hecho dos y las has cumplido. —Se acerca y deja un beso en mi mejilla, antes de que se vaya tomo su rostro por el mentón y dejo un beso en su mejilla. —Nos vemos al rato, Mateo.

Asiento y la veo alejarse entrando al hotel con Gabriela.

—Uf, se traen loquitos, eh.

—Re.

Es mi respuesta antes de empezar a caminar a la camioneta con Santiago detrás de mí. La daré toda en este concierto. 

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