Algo más©.

🌔.

Capítulo 10.

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Mateo Lombardi.

Durante el resto de la tarde jugamos cartas Uno, Parques (que ella me enseñó a jugar), adivinanzas y un poco más. Luego, vimos una película de terror, y durante todo el día se siguió sintiendo la energía y la atracción que había crecido entre nosotros desde que nos conocimos. Las miradas cómplices y los roces casuales habían alimentado la tensión entre nosotros, y ahora estábamos listos para cruzar esa línea juntos.

Era un momento de complicidad y deseo que ambos habíamos sentido crecer con cada encuentro. Las conversaciones profundas, las risas compartidas y los gestos cariñosos habían allanado el camino hacia este momento íntimo. Me sentía nervioso pero emocionado, sintiendo el latido acelerado de mi corazón mientras contemplaba a Nicole con cariño y anticipación.

Ella se acercó lentamente, sus ojos castaños brillando con una mezcla de deseo y ternura. Cada gesto, cada mirada era una invitación silenciosa a explorar lo desconocido juntos. Me perdí en su mirada mientras sus manos encontraban las mías, entrelazándose como si estuvieran destinadas a estar juntas.

Nos acercamos más, compartiendo un beso lento y profundo que transmitía todo lo que habíamos estado guardando durante semanas. El calor de su piel contra la mía, la suavidad de sus labios moviéndose en sincronía con los míos, todo parecía caer en su lugar perfectamente.

—Aprovéchame hoy, que mañana no sabemos.

El susurro de Nicole en ese tono de súplica, de antelación, de verdad... hace que levante mi mirada de sus labios para subirla a sus ojos dilatados.

—Mañana también te aprovechare.

Prometo.

La empujo suavemente hasta que cae en su cama, subo mi mano por si pierna desnuda, sintiendo la suavidad de su piel. Me acerco a ella para volver a besarla. Me encanta besarla.

Luego, bajo mis besos por su cuello, sintiendo su respiración entrecortada, su calor corporal envolviéndome más y más. Se sienta para que pueda quitarle su vestido, y lo hago. Para después observar su cuerpo, que con la luz de la luna la hacía parecer inalcanzable, pero aquí estaba, en mis brazos, y como una obra de arte o la mismísima luna, yo me encontraba admirándola.

—Eres lo más bonito de esta noche, Nicole.

Retire su ropa interior, para darle paso a ella que hiciera lo mismo con la mía. Acaricio mi cabello y luego mi rostro poniendo atención a esos detalles que quizá no había visto.

Me senté en el borde de la cama, tomándola de sus caderas para sentarla sobre mí, nos miramos fijamente a los ojos. En este momento me sentía la persona más dichosa.

Y el mundo exterior parecía desvanecerse mientras nos entregábamos el uno al otro, explorando cada centímetro de nuestras almas con una pasión que nada ni nadie lograría explicar bien. Cada caricia era un eco de nuestros sentimientos compartidos, cada suspiro una melodía en la sinfonía de nuestros corazones, cada gemido música para nuestros oídos.

Hasta que llegamos juntos, sintiéndonos completamente plenos. Perdiéndonos en la sensación de estar tan cerca, tan conectados. El tiempo se detuvo mientras nos entregábamos al momento presente, dejando que nuestras emociones y deseos nos guiaran hacia un lugar de intimidad compartida y confianza mutua.

Después, nos quedamos acurrucados en silencio, la calma de la habitación envolviéndonos en un delicado abrazo. Mis dedos acariciaban su cabello mientras observaba las estrellas en el techo, sintiendo una profunda gratitud por estar junto a ella en ese momento tan especial.

—Gracias por esto, Nicole —susurré, rompiendo el silencio con palabras llenas de afecto y gratitud. Ella levantó la mirada hacia mí, sus ojos brillando con una calidez que me llenó el corazón.

—Gracias a ti, Mateo —respondió con una sonrisa suave—. Este momento ha sido realmente especial para mí también.

Nos quedamos así, compartiendo el peso ligero de la intimidad recién descubierta, sabiendo que habíamos cruzado juntos un umbral que fortalecía nuestro vínculo de una manera única y profunda.