Capitulo 16

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Andrey

«No nací para ser padre. No sé hacerlo y no me gusta», me repito día a día mientras maldigo a Anabella por haberme dejado solo con este problema. Cada vez que lo pienso, un nudo de frustración se forma en mi estómago.

—¿Qué voy a hacer contigo? —pregunto al aire, observando a Nikolai dormir después de haber pasado la noche entera luchando contra sus llantos. Sus pequeñas manos se aferran a su manta, y sus mejillas están rojas y húmedas de tanto llorar.

Un horrible sentimiento de culpa se instala en mi pecho al verlo así, pero se va tan pronto como llegó. No es mi culpa nada de lo que estamos viviendo. En todo caso, es suya.

Salgo de mi habitación con el niño dormido, aferrado a mi cuello; su cuerpo caliente quema mi piel incluso a través de la ropa. Parece estar enfermo. Cada vez que respira, un pequeño quejido sale de su boca, y me pregunto cuánto tiempo ha estado así sin que yo me diera cuenta.

Voy hacia la habitación de mi hermano en busca de Khristeen; ella es la experta en esto. Y de paso, que platique ya que está esperando un bebé.

—Nikolai, vamos a ver a tu tía, ella sabrá qué hacer —murmuro, más para tranquilizarme a mí mismo que al pequeño.

Todo es un completo caos. Llevo semanas tratando de arreglar el problema de Alice y evitando que Alexander encuentre al hombre que estuvo con ella en París. Al imbécil que le tomó las fotos ya lo mandé al otro lado. Pero el otro... me servirá de algo ayudarlo ahora, aunque le di su merecido por meterse con mi hermanita.

Llego a la puerta de la habitación de mi hermano y toco. Khristeen abre con una sonrisa cansada pero cálida.

—Creo que tiene fiebre —digo mientras ella lo agarra y le toca la cabeza con cuidado. Nikolai gime suavemente y se acurruca más cerca de ella.

—Está ardiendo. Le daré un baño, pero necesita un médico. —Sus ojos se llenan de preocupación mientras examina a Nikolai.

—¿Podrías quedarte con él mientras llamo a la pediatra? —pregunto, intentando mantener la calma.

—Por supuesto. Tranquilo, todo estará bien. —Ella se lleva a Nikolai y comienza a preparar el baño.

Mientras Khristeen atiende a Nikolai, me dirijo a la sala y marco el número de la pediatra. Cada tono de llamada me parece eterno. Finalmente, contestan.

—Hola, Arleth. Necesito que vengas a ver a mi hijo. Tiene fiebre alta y no sé qué hacer.

—Por supuesto, iré de inmediato.

—Gracias, Arleth.

Después de media hora, Arleth finalmente llegó. Khristeen, exhausta y con hambre, agradeció mi sugerencia de que se fuera a descansar mientras la pediatra revisaba a Nikolai.

—No tiene los oídos inflamados ni signos de dolor que pudieran causar la fiebre —informó Arleth con voz profesional mientras vestía a Nikolai con cuidado.

Fruncí el ceño, sintiendo la preocupación apretarme el pecho.

—Entonces, ¿qué podría estar causando esto? —pregunté, mirando a Nikolai que parecía tranquilo en brazos de Arleth.

Ella suspiró.

—A veces los niños pequeños pueden enfermarse cuando extrañan a alguien cercano. Podría ser que Nikolai esté extrañando a su madre.

Fruncí el ceño, tratando de entender.

—Pero hace mucho que está sin esa mujer, y ni siquiera parece notarlo. Anabella se encargó de…

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