Capitulo 12

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Andrey

Pedí un trago mientras esperaba. Estaba harto de esta mierda, él no jugará conmigo como lo hace con todos. Bebo mi trago de un solo sorbo. Necesito olvidar toda la mierda de mi vida. Todavía no puedo creer que el maldito niño esté conmigo. Lo quiero lejos, lejos de esta vida. Quiero algo diferente para él. Pero la maldita de su madre no pudo dárselo. A ella solo le interesaba el dinero.

Miro el vaso vacío y lo aprieto en mi mano, sintiendo la necesidad de otro trago. La verdad es que no sé cómo lidiar con esto. No estoy hecho para ser padre, y menos para criar a un niño en medio de todo este caos.

El camarero me mira con curiosidad mientras le hago una señal para otro trago. Me lo sirve sin hacer preguntas, lo cual agradezco. No estoy de humor para explicaciones ni para conversaciones. Solo quiero olvidar, al menos por un momento, el peso de esta responsabilidad que nunca pedí.

Lo tomo y bebo de nuevo, sintiendo el ardor del alcohol en mi garganta. Cierro los ojos y trato de imaginar una vida diferente, una donde no esté atrapado en esta espiral de autodestrucción.

Pero la realidad me golpea de nuevo cuando pienso en Nikolai. Ese niño inocente no tiene la culpa de nada. Él no pidió venir al mundo, y mucho menos a este. No quiero que termine como yo, atrapado en un ciclo de errores y malas decisiones.

Veo al hombre que estoy esperando entrar por la puerta del bar, siempre con su traje impecable. El imbécil se sienta a mi lado y pide un trago.

—¿A qué debo el honor? —pregunta, levantando su vaso con una sonrisa irónica.

Levanto el mío y lo miro fijamente.

—Un trato, hermano.

Él sonríe y sacude la cabeza, claramente entretenido.

—¿Qué puedes ofrecerme, Andrey Nikolaev?

—Poder, dinero, lo que quieras —respondo, manteniendo la calma.

—Lo tengo todo, Andrey.

—No, hermano. Aún no eres capo.

Él aprieta la mandíbula, su sonrisa desaparece.

—Pero lo seré.

—Puedo hacer que lo seas en menos de dos meses.

Sus ojos se entrecierran mientras me estudia.

—¿Qué quieres a cambio?

—Casarme con Anabella.

Él me lanza una mirada incrédula.

—¿Por qué? Ella no te beneficia en nada.

Me encojo de hombros, fingiendo indiferencia.

—Eso no es asunto tuyo. Solo dime si aceptas el trato.

Francesco frunce el ceño, su expresión se endurece.

—No te daré a Anabella.

Sonrío, sabiendo que diría eso.

—Entonces le pediré a tu padre la mano de Valentina —digo mientras me levanto—. Escuché que quiere casarla con alguien lo antes posible.

Él se queda quieto, su mirada se vuelve más intensa.

—No lo aceptaré, Andrey.

—Eso es algo que tu padre debe decidir, Francesco. Y sabes tan bien como yo que él siempre ha querido consolidar nuestra alianza.

Francesco golpea la barra con el puño, su rabia evidente.

—Eres un maldito manipulador —dice entre dientes.

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