Andrey
Mis ojos ardían, pero no por las lágrimas que amenazaban con escaparse. No, era el ardor de la furia, el mismo que había aprendido a contener desde hacía años. Si papá me atrapaba llorando, sabía que el castigo sería inevitable, pero ya no temía tanto su furia como antes. Cada azote, cada insulto, solo fortalecían mi resolución.
Pero valió la pena. Salvé a la niña de ojos verdes. No podía soportar ver el miedo en sus ojos, ese mismo miedo que alguna vez había reflejado en los míos. Todos temían a papá, pero yo ya no era uno de ellos. La idea de sus lágrimas me oprimió el pecho, un recordatorio doloroso de las veces que había visto a mamá llorar en silencio.
Mamá y papá siempre discutían. Desde mi habitación, podía escuchar los gritos ahogados de mamá y los rugidos de papá, una sinfonía de dolor y desesperación que me mantenía despierto por las noches. A mis ocho años, entendía más de lo que debería, pero aún así, el conflicto entre ellos seguía siendo un misterio que me consumía.
Era difícil comprender por qué él siempre le gritaba. Mamá decía que un buen hombre nunca levantaba la mano ni la voz a las mujeres ni a los niños, pero papá parecía estar atrapado en un ciclo interminable de ira y arrepentimiento del que no podía liberarse. Sus palabras, afiladas como dagas, cortaban el aire con una ferocidad que me hacía temblar de miedo.
Y, sin embargo, ella lo amaba. ¿Cómo podía alguien amar a alguien que les hacía tanto daño?
Me acurruco bajo las sábanas y esperaba que el tumulto cesara, deseando poder borrar las lágrimas de los ojos de mamá y devolverle la sonrisa que tanto extrañaba.
Un grito más espeluznante que el anterior recorrió la casa, sacudiendo las paredes y mi frágil sentido de seguridad. Me levanté de la cama, decidido a enfrentar a papá. No se nos permitía interferir, pero no podía quedarme quieto mientras mamá sufría. Si tenía que enfrentarme a la ira de papá para protegerla, entonces así sería.
Mis pies me llevaron hacia la puerta del dormitorio de mis padres, el miedo latiendo en mi pecho como un tambor desbocado. Empujé la puerta con manos temblorosas y entré en el marco, solo para quedarme paralizado por la escena que se desplegaba ante mí.
Mamá estaba tirada en el suelo, con el cuerpo magullado y ensangrentado, su respiración entrecortada por sollozos silenciosos. Tenía la ropa rasgada y le colgaba como un harapo, una sombra de la mujer fuerte que solía ser. Sus ojos encontraron los míos, llenos de una mezcla de dolor y desesperación que me cortaba hasta los huesos.
La rabia se apoderó de mí, furiosa y enrojecida, y salí corriendo, atravesando la habitación hasta alcanzar a mi padre. Cada paso resonaba en la habitación, el latido de mi corazón acompasaba mi furia. Lo vi ahí, sentado en la cama, con su mirada desafiante. No pensé, solo actué. Ataqué con toda la fuerza que pude reunir, el impulso de años de resentimiento y dolor.
Él cayó de la cama con un fuerte golpe, y yo caí justo detrás de él.
A pesar de su edad avanzada, mi padre demostró una sorprendente agilidad, esquivando mis golpes y devolviéndolos con ferocidad. Me golpeó con fuerza, pero el dolor no hizo más que avivar el fuego de mi furia. En un acto de desesperación, saqué el cuchillo que siempre llevaba escondido en mi cinturón y se lo clavé en la yugular.
El tiempo pareció detenerse mientras observaba cómo la vida abandonaba el cuerpo de mi padre. La sangre brotaba de la herida, manchando la cama y el suelo. Detrás de mí, escuché la voz angustiada de mi madre, pero sus palabras se perdieron en el torbellino de emociones que me consumía. Había hecho lo que debía hacer, aunque eso significara enfrentar las consecuencias.
ESTÁS LEYENDO
Mafia And Love
Storie d'amoreBrutal, frío y magnífico en su ilegalidad, Andrey Nikolaev no es solo la realeza de la mafia. Como consigliere de la Cosa Nostra, su poder es tan vasto como temido. Cada decisión que toma puede cambiar el destino de su imperio criminal. También es u...