Capitulo 2

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Andrey Nikolaev

Alexander y yo permanecimos de pie, silenciosos e inmóviles, mirando hacia la ventana. Nueva York, en todo su esplendor, se extendía frente a nosotros. La mayor parte nos pertenecía, junto con los negocios que poseíamos por todo el mundo, aunque la mayoría de ellos no los habíamos obtenido por medios legales.

Llevábamos años trabajando, sobornando a senadores, congresistas, gobernadores, fiscales y jueces, a cualquiera que tuviera poder dentro del gobierno, todo ello con la intención de legalizar nuestras operaciones. Nadie iba a detenerme. Estaba preparado para todo y para todos. Si alguien se interponía en mi camino, lo aplastaría. Habíamos pasado por demasiadas cosas y habíamos llegado demasiado lejos como para detenernos ahora.

Esto era lo que siempre había querido para Anthony y Alice, mis hermanos menores. El día en que Alexander nos encontró en ese orfanato destartalado. La vida había sido dura para nosotros, pero él nos ofreció una salida. Desde ese momento, juré que haría todo lo posible por asegurar el futuro de Anthony y Alice. Había aprendido a moverme en las sombras, a negociar con los más peligrosos y a manipular el sistema a nuestro favor. No importaba cuántas leyes tuviera que quebrantar o a cuántas personas tuviera que asesinar, todo era por ellos.

A lo largo de los años, Alexander se convirtió en un mentor y una figura paterna. Me enseñó todo lo que sabía sobre el mundo de los negocios, tanto legales como ilegales. Me mostró cómo aprovechar cada oportunidad y cómo eliminar cualquier obstáculo. Aunque a veces su método parecía implacable, siempre entendí que lo hacía para protegernos.

El sonido del teléfono interrumpe mis pensamientos. Alexander lo atiende rápidamente y su expresión seria se suaviza ligeramente mientras escucha. Es sobre la boda. Alexander está a punto de casarse, no por amor, sino por una alianza estratégica. La unión con la familia Russo fortalecerá nuestra posición y abrirá nuevas oportunidades de negocio.

—La boda es en una semana —dice Alexander al colgar—. Todo está listo.

Sé que este matrimonio es crucial para nuestros planes. La familia Russo tiene influencia y recursos que complementarán los nuestros, y esta alianza consolidará nuestro poder en la ciudad. Sin embargo, no puedo evitar sentir una punzada de preocupación por Alexander. A pesar de su aparente frialdad, sé que en el fondo desea algo más que una alianza de conveniencia.

—¿Estás seguro de esto? —le pregunto, observando su rostro en busca de alguna señal de duda.

—Es lo que debemos hacer —responde con firmeza—. Esta alianza nos dará la estabilidad que necesitamos.

Asiento, aunque no estoy completamente convencido. Las bodas por conveniencia siempre son complicadas, y me preocupa cómo afectará esto a Alexander a largo plazo. Pero también sé que él siempre pone los intereses de la familia por encima de los suyos propios.

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Ver a esa mujer jodidamente perfecta es como una alucinación. Su cabello negro, liso y brillante, cae en cascada sobre sus hombros, enmarcando su rostro de rasgos delicados y piel impecable. Sus ojos azules intensos, como dos zafiros centelleantes, son los que capturan mi atención y me dejan sin aliento. Khristeen Ferrera es la perfección en persona, pero lastimosamente es de Alexander.

Lleva un vestido de terciopelo rojo intenso que abraza cada curva de su cuerpo de manera exquisita, realzando su figura con elegancia. El escote pronunciado resalta sus senos y sus hombros descubiertos añaden un toque de sensualidad irresistible. Cada paso que da, cada pequeño movimiento, exuda una gracia y una confianza que es imposible de ignorar. Su presencia domina la habitación, y todas las miradas se vuelven hacia ella, hipnotizadas.

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