Capitulo 21

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Anabella

Mamá, mis tías, hasta mi abuela y Lorenza estaban preparando la gran boda. Jack y mis amigas de la agencia estaban locas por saber quién era el hombre con el que me casaría. Estaba harta de todos. La prensa estaba detrás de mí todo el tiempo. Nunca antes habían estado tan atentos a mi vida, ni siquiera cuando estaba en el apogeo de mi carrera.

Valentina acariciaba mi cabeza mientras estábamos sentadas en el sofá, viendo un programa de televisión. Eran las siete de la mañana, y mamá aún no había bajado. Estaba con Manuelle en su habitación, probablemente discutiendo los últimos detalles de la boda o de la lista de invitados.

El salón estaba en silencio, apenas roto por el murmullo de la televisión.

—¿Estás segura de que quieres esto, Bella? —preguntó Valentina, con una nota de ansiedad en su voz.

Suspiré profundamente. Era la décima vez que me lo preguntaba en los últimos días.

—Sí, Valentina. Ya deja de preocuparte.

—Es que no entiendo, Bella. ¿Cómo puedes aceptar una boda arreglada en tu estado? Esto es horrible.

Sonreí, intentando tranquilizarla.

—Me gusta Andrey. Y estar allí con su familia, Valentina. Además, la boda es una buena oportunidad para unir a nuestras familias.

Valentina me miró fijamente, buscando señales de duda en mi rostro.

—Espero que sea verdad y no me lo estés diciendo para...

—Es verdad, Valentina —la interrumpí—. No te preocupes, estoy bien.

Valentina asintió lentamente, aunque su expresión seguía reflejando preocupación.

—Confía en mí, Valentina. Todo saldrá bien. Andrey es una buena persona, y creo que podemos ser felices juntos —digo, más para convencerme a mí misma que a ella.

Valentina suspiró.

—Solo quiero lo mejor para ti, Bella. No quiero verte sufrir.

—Lo sé, Valentina.

Nos quedamos en silencio por un momento, escuchando el sonido de la televisión de fondo. Finalmente, Valentina rompió el silencio.

—Bueno, si estás segura, entonces te apoyaré en todo lo que necesites. Pero prométeme que si en algún momento te sientes mal, me lo dirás.

—Te lo prometo, Valentina.

Ella sonrió débilmente.

De repente, escuchamos pasos en la escalera. Mamá aparece en el umbral de la puerta, con una expresión de cansancio en el rostro.

—Buenos días, chicas —dice con una sonrisa forzada—. ¿Cómo va todo?

—Buenos días, mamá —respondo, intentando parecer más animada de lo que me siento—. Valentina y yo estábamos viendo televisión y hablando un poco.

—¿Y papá? —pregunta Valentina, mirando hacia la escalera.—Todavía está durmiendo. Anoche fue una noche difícil para él —responde mamá, suspirando—. Pero ya se está recuperando.

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