12- La persecución

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Drimmar

Me desperté de golpe, sacudido por las manos de Maerin. Su rostro, iluminado por la luz de la luna que se filtraba en la tienda, estaba tenso y preocupado.

—Drimm, Drimm, despierta. La asesina ha escapado y no encontramos a Rowent por ninguna parte.

Me incorporé rápidamente, mi mente aún nublada por el sueño. Maerin hablaba con urgencia, y sentí un nudo formarse en mi estómago. La desconfianza que había sentido hacia Rowent desde el principio ahora se materializaba en una realidad preocupante. ¿Por qué había liberado a la asesina que intentó matarlo? No tenía sentido.

—¿Qué pasó exactamente? —le pregunté a Maerin, tratando de mantener la calma mientras me ponía de pie.

—Fui a revisar la tienda donde estaba la asesina, y la encontré vacía. Las cuerdas que la ataban estaban cortadas, y no había rastro de Rowent. Nadie vio ni escuchó nada. —La voz de Maerin era tensa, pero clara.

Mi mente comenzó a trabajar rápidamente, analizando la situación. Rowent, un joven al que nunca había terminado de confiar plenamente, había desaparecido junto con la asesina. ¿Qué motivo podría tener para liberarla? Recordé cómo había intentado justificar su presencia, cómo había hablado de la asesina como si no fuera peligrosa. Tal vez había más en esta historia de lo que él había dejado ver.

—No tiene sentido —dije en voz alta, aunque más para mí mismo—. Ella intentó matarlo. ¿Por qué la liberaría?

Maerin me miró, compartiendo mi desconcierto. Había algo en su expresión que me calmaba, su presencia siempre lo hacía. Éramos más que compañeros, aunque nunca lo habíamos declarado abiertamente.

—Quizás siente que le debe algo —sugirió Maerin—. O tal vez piensa que puede cambiarla, ayudarla de alguna manera. Rowent ha mostrado un lado más compasivo últimamente.

—Pero liberar a una asesina... —dejé que las palabras se desvanecieran. No tenía sentido seguir especulando sin más información.

Me acerqué a Maerin, su mano encontró la mía en un gesto que buscaba consuelo y apoyo mutuo.

—Tenemos que encontrarlos, y rápido. Si la asesina vuelve a atacar o si Rowent está en peligro, no podemos perder más tiempo —dije, apretando su mano antes de soltarla y salir de la tienda.

—Espera— me detuvo—. Él ha demostrado que no le importa el peligro y prefirió abandonarnos huyendo con una asesina. Tal vez deberíamos dejarlo a su propia suerte.

—No podemos permitir que se sepa nuestra ubicación. Además eso es lo que él cree que quiere. Pero yo sé que debajo de toda esa coraza está deseando que lo encontremos, que lo salvemos.

—Rowent no quiere ser salvado.

—Todos buscan ser salvados— le sonreí y me alejé a la oscuridad de la noche.

Nos dirigimos al centro del campamento, donde empezamos a organizar la búsqueda. La noche era silenciosa, pero la tensión en el aire era palpable. A pesar de mis sospechas, sabía que debíamos actuar con rapidez y precisión. No podíamos permitirnos errores, no cuando la seguridad de todos estaba en juego. Tanto Rowent como ella tenían la ubicación del campamento, era muy peligroso para todos.

Organizamos rápidamente un grupo de búsqueda. Yo me uní al primer grupo, compuesto por Maerin, Winstel y Olk, un elfo de habilidades excepcionales para rastrear. La noche nos envolvía en su oscuridad, y la presión y la preocupación crecían con cada minuto que pasaba. Tenía un mal presentimiento. Algo muy malo podría haberle ocurrido a Rowent, y no podía evitar sentirme en parte culpable. Tal vez debí haber prestado más atención a las segundas voces, a lo que Rowent decía sin decir.

El despertar oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora