14- Punto de partida

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Rowent

Los ruidos de los preparativos me despertaron al amanecer, me asomé fuera de la tienda y todos corrían para un lado y el otro.

—Hace ya una hora más o menos que se despertaron todos, eres un maldito holgazán— dijo ella mirándome con repudio.

—Que amable eres, ¿naciste así o te hicieron? — Rosita me dirigió una mirada asesina y se revolvió en el sitio—. Quédate aquí. Iré a ver como van las cosas y luego vendré por tí— intenté seguir viendo el lado positivo de las cosas, aunque ella no me lo hacía nada fácil.

—Por supuesto, ¡aquí te espero, cariño! Como si tuviera a dónde ir, idiota —gritó, asegurándose de que la oyera claramente.

Negué con la cabeza, reprimiendo una sonrisa amarga, y salí de la tienda. Afuera, el aire fresco me golpeó el rostro, despejando un poco mis pensamientos. Maerin y Drimmar estaban ocupados preparando los caballos, llenando bolsos con víveres y asegurando todo para el viaje. Iban y venían y no parecieron verme pasar.

También me crucé con Rama, que cargaba una mochila que parecía estar a punto de romperse de lo pesada que estaba. Me sonrió brevemente y siguió su camino, pero volteó a verme cuando lo llamé.

—¡Ey! ¿Necesito una de esas? —pregunté señalando su mochila.

—Bueno— contestó mostrandome el contenido de la mochila—. Necesitarás mantas para dormir, ¿o tú duermes en el suelo? —iba a contestar pero me interrumpió antes que mi respuesta llegara—. Da igual, comida tienes que llevar si o si,... y abrigo por si hace frío.

—Yo no tengo abrigo, más que lo que llevo puesto— confesé mirándome la ropa. Solo llevaba una camisa de manga larga de color beige, remangada hasta los codos. Un chaleco negro ajustado con correas y hebillas. Y una bufanda larga y suelta de color verde amarronado que envolvía mi cuello y caía hacia un lado.

Pero Rama tenía razón, en el norte hacía frío. Me despedí de él y busqué a mi caballo con la mirada. Lo encontré suelto, dando vueltas en círculo cerca de un grupo de árboles. Me acerqué despacio, intentando no espantarlo. Aunque si toda esa gente no lo había espantado ya, nada lo haría.

—Puede que debas llevar carga, amigo —dije suavemente, acariciando su cabeza con ternura. El caballo relinchó y frotó su hocico contra mi mano, como si entendiera.

—¡Rowent! —La voz de Maerin me sorprendió haciéndome girar en redondo. Se acercaba a mí con pasos rápidos y decididos—. ¿Encontraste a tu caballo? Genial, bueno. Ven a buscar tus cosas, me tomé la libertad de preparar lo básico. Imaginé que estarías ocupado con la asesina.

Lo seguí sin refutar hasta la tienda de Drimmar, donde me señaló un bolso con provisiones. El bolso contenía una manta de dormir, una capa marrón abrigada que no me probé pero a simple vista era grande para mí. También unos panes envueltos y una cantimplora llena de agua. No era tan pesado como había imaginado. Me lo colgué al hombro y con cuidado, llevé el bolso hasta mi caballo ciñendolo bien a la sillam usando un pequeño truco de magia, tenere. El cuero se ajustó perfectamente, asegurando la carga sin ningún esfuerzo extra de mi parte. No tenía ganas de llevarlo a cuestas todo el camino, y la magia siempre facilitaba las cosas.

Al alzar la vista, vi a Drimmar a lo lejos. Me saludó con un gesto de la mano, y yo le devolví el saludo con un asentimiento. Decidí acercarme, tenía que preguntarle algo. Se lo veía atareado, pero a la vez parecía disfrutarlo.

Le hablé por lo bajo, esperando que solo él me oyera.

—Drimmar, ¿quiénes van a acompañarnos en este viaje?

El despertar oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora