21- El paso al otro lado

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Rowent

Desperté en un lugar oscuro y sombrío, una niebla densa y gris lo cubría todo, impidiéndome ver más allá de unos pocos pasos. La humedad se sentía en el aire, pegajosa y fría, penetrando hasta mis huesos. Me levanté lentamente, aún aturdido, intentando recordar qué había pasado.

—¿Drimmar? —llamé, mi voz resonando extrañamente apagada en aquel entorno. No hubo respuesta, solo el silencio opresivo de la niebla.

Lo último que recordaba era la pelea. La sangre manando de mi abdomen, el dolor punzante y la desesperación en los ojos de Drimmar mientras intentaba salvarme. Pero ahora, todo parecía distante, como si hubiera sido un sueño. Empecé a caminar a tientas, mis manos extendidas tratando de encontrar algo tangible en aquella nada.

Cada paso resonaba hueco, sin eco, en el vacío que me rodeaba. La confusión me invadía, ¿dónde estaban todos? ¿Qué había pasado después de la pelea? El miedo se apoderaba de mí, pero lo mantenía a raya con la esperanza de que, en algún momento, encontraría una salida.

De repente, una voz rompió el silencio. Provenía de adelante, de alguien oculto en la niebla. Me detuve, tratando de enfocar mis ojos y discernir una figura en medio de la bruma.

—Bienvenido— dijo la voz, resonando profunda y enigmática—. Nos sorprende verte aquí, Rowent. Aún no era tu hora de morir.

El desconcierto me golpeó con fuerza. Muerte. ¿Qué estaba diciendo? Intenté responder, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. Avancé unos pasos más, acercándome a la figura que comenzaba a materializarse.

—¿Quién eres? —logré preguntar, mi voz temblando más de lo que me hubiera gustado.

La figura emergió lentamente de la niebla, revelando a un hombre de rostro inexpresivo y ojos que parecían ver a través de mí. Su vestimenta era oscura, casi indistinguible del entorno, y emanaba una aura de autoridad y conocimiento antiguo.

—Soy el guardián de este lugar— respondió con calma—. El Inframundo, el reino de los muertos.

Mis pensamientos se agolparon, chocando entre sí. ¿Muerto? ¿Yo? Me toqué el pecho, buscando el latido de mi corazón, pero solo encontré el vacío.

—Pero... ¿cómo? —pregunté, mi mente tratando de unir los fragmentos de recuerdos dispersos.

—Fuiste herido gravemente— dijo el guardián, su voz suave pero firme—. Tus amigos lucharon por salvarte, pero tus heridas eran demasiado graves. Has cruzado al otro lado antes de tiempo, algo que no sucede a menudo.

La incredulidad me inundó. No podía ser cierto. Debía haber algún error. Quería gritar, exigir respuestas, pero todo lo que pude hacer fue mirar al guardián, buscando algún indicio de que esto fuera solo una pesadilla de la que despertaría en cualquier momento.

—¿Y ahora qué? —pregunté finalmente, mi voz quebrada por la desesperación.

—Ahora— dijo el guardián, acercándose un poco más—. Debes aceptar tu destino. Pero también hay caminos que aún pueden cambiar tu destino, si tienes la voluntad y la fuerza para buscarlos.

La esperanza, una pequeña chispa, surgió en mi interior. Si había una manera de regresar, de volver con Drimmar y los demás, haría lo que fuera necesario. Apreté los puños, sintiendo mi fuerza renovada. Aún no estaba preparado para morir, tanto por hacer.

—Estoy listo— dije, más para mí mismo que para el guardián.

—Entonces, sigue el sendero— dijo él, señalando un camino que parecía materializarse de la niebla—. Tu viaje apenas comienza, Rowent.

El despertar oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora