13- La decisión

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Valkyra

Rowent me llevó a una tienda en el campamento, indicándome que sería donde dormiría. Me explicó que, al ser nuevo, no tenía una tienda propia y compartía esta con otras dos personas, quienes ya no estarían allí por miedo a mí. Una leve disculpa se asomó en su rostro cuando me contó esto.

—Siento que no tengas más privacidad —dijo con una voz suave, casi compasiva—. También lamento no poder soltarte las manos, pero es por la seguridad de todos.

Aunque me molestaba profundamente tener las manos sujetas, al menos las cuerdas no apretaban tanto como al principio. La irritación se reflejaba en mi rostro, pero sabía que protestar no serviría de nada en ese momento. Con un suspiro de resignación, me recosté en un montón de mantas que Rowent me señaló.

—Puedes dormir aquí —dijo, con una voz calmada—. Lo siento por las condiciones, sé que no son ideales.

El cansancio era abrumador, pero el miedo y la desconfianza me mantenían alerta. No iba a permitir que me tomaran por sorpresa, ni siquiera en un lugar aparentemente seguro como este.

Rowent, viendo que no cerraba los ojos, se sentó a mi lado, intentando entablar conversación.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó, tratando de establecer una conexión.

Lo miré fijamente, sin intención de responder esa pregunta. No tenía sentido darle mi nombre, un detalle tan personal. Sin embargo, no pude evitar sentir una cierta curiosidad hacia él, hacia su disposición a ayudarme pese a todo. Así que, en lugar de responderle directamente, desvié la conversación hacia otros temas.

—¿Por qué no te duermes y ya?

—Mira, hice un trato para que te dejen viva y para eso tendrás que quedarte a mi lado y comportarte.

—Pura basura.

—Que agradecida— resopló.

—No necesito que nadie me salve de nada.

—¿Estás segura?

Sus palabras resonaron en mi mente, chocando con mis propias creencias y experiencias. Había vivido una vida de desconfianza y supervivencia, donde la compasión rara vez tenía cabida. Y sin embargo, aquí estaba este hombre, dispuesto a darme una oportunidad.

—No voy a seguir con este circo por mucho tiempo —amenacé—. En cuanto pueda me largo de aquí.

—¿Y vas a matarme?

—Considerame piadosa.

Una sonrisa se dibujó en su rostro.

—De todas maneras no hubieras podido hacerlo.

—¿Quieres intentarlo? —gruñí.

—No lo harías, somos amigos.

Hice rodar los ojos.

—Eres patético.

Me di la vuelta en mi improvisada cama y cerré los ojos, tratando de que los recuerdos del día desaparecieran y de recuperar algo de paz. Sin embargo, la estúpida confusión que Rowent había plantado en mi mente persistía. Yo era una asesina, nada más ni nada menos. Tenía que pensar como tal y no dejarme llevar por su simpatía.

Esa noche, a pesar de mis intentos por mantenerme alerta, dormí como hacía mucho tiempo no lo hacía, incluso con las manos atadas. El cansancio y la tensión acumulados me arrastraron a un sueño profundo y reparador.

Cuando desperté al día siguiente, noté que Rowent no estaba. Me puse de pie y asomé la cabeza fuera de la carpa. Dos hombres con armaduras oxidadas custodiaban la entrada, así que volví al interior a esperar. Los cuervos merodeaban el lugar, podía oír sus graznidos.

El despertar oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora