Capítulo 41

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Desolación:

¿Hasta qué punto le habría hecho daño esa sabandija? Si bien es cierto que Darien pudo confirmar que Bella era virgen, eso no ayudaba en nada. Aquel pudo violentarla de otras terribles maneras. Como alguien que había visto de cerca numerosos casos de mujeres maltratadas, Shields tenía un conocimiento profundo sobre el tema.

»¡Joder, qué mujer! ¿Quién hubiera creído que, debajo de esa ropa, se escondía el coñito más bueno de la ciudad?«, las blasfemias de BlackMoon volvieron a hacer eco dentro de su cabeza, con el mismo nivel de veneno con el que fueron escupidas. Entonces su mandíbula se tensó y sus dedos se cerraron con más fuerza al volante, hasta que los nudillos, ya de por sí lacerados, comenzaron a tornarse blancos antes de volver a sangrar por la presión. Pasarían años para que esta mierda pudiera quedar atrás. Si es que lo hacía, por supuesto. Eso. Eso es lo que más le jodía. Porque sin importar lo que hiciera, por más hondo que hundiera a ese cabrón y llevara a Bella a los mejores psicoterapeutas del país, nada cambiaría lo sucedido. Sus esfuerzos por mantenerla alejada de la oscuridad, al final valieron un carajo.

«Control. Controla tus emociones. Bella no puede verte en este estado», intentó serenarse con este mantra improvisado. Uno que debió repetir hasta que su automóvil frenara delante del edificio de su novia. Hoy, más que nunca, le pareció un reto llegar. El tráfico se extendió más de lo habitual y, joder, dio la casualidad de que la mayoría de los semáforos le tocaron en rojo. ¿Es que el destino le estaba jugando la peor de las malas pasadas?

Como un bólido bajó del asiento, optando subir por las escaleras. Con la adrenalina al cien, apenas sentía las protestas que su cuerpo maltratado y hasta fracturado seguía enviando una y otra vez. Aunque a BlackMoon le tocó la peor parte, vaya tajada que se llevó el abogado con esos takles. La violencia con los que fueron hechos casi podría igualarse con la de un toro.

—Bella, abre la puerta —pidió exasperado cuando vio que los segundos corrían y nadie abría—. ¿Intentas esconderte de mí? Porque no estoy de humor para juegos; ya supe lo que estuviste ocultándome todos estos días.

Nada. Ni el menor de los ruidos. ¿Qué demonios? ¿Sería que había salido? ¿O es que, ahora con lo que soltó, la asustó? ¡Mierda!

—Por favor, mi amor, ábreme. Tenemos que hablar —visiblemente agotado pegó la frente en la desgastada madera. Esperando, tratando de ser paciente con la joven. En última instancia, aquí la única víctima era ella. Sería el colmo que, luego de lo que tuvo que soportar, él le viniera con reclamos solamente porque se sentía de alguna manera traicionado.

Pero el tiempo continuaba su curso y la paciencia se le había agotado hace mucho. Necesitaba verla, escuchar su explicación para haber callado algo tan serio y, luego de tener la información completa, ofrecerle todo su consuelo y total apoyo.

—Lo siento, pero en serio necesitamos hablar de esto.

Tras lo dicho, Darien retrocedió lo suficiente para tumbar la puerta con la simple fuerza de una patada. Acto continuo, agitado y con una cara que preocuparía hasta a la persona más impasible se adentró. No habían muchos lugares dónde buscar, por lo que no le tomó ni un par de minutos aceptar que la joven no se encontraba presente. Debió haber ido a la tienda; recordaba que a esta hora a la chica no le gustaba salir lejos, ya que eso la distraía de su trabajo.

Pensando en los posibles escenarios que en unos minutos se llevarían a cabo, el abogado estaba apunto de sentarse en uno de los bancos, cuando su cerebro analítico se percató de un gran detalle. La ausencia de la bola de pelos. Por esa razón no había ido a restregar su cabeza contra sus piernas, es que tampoco se hallaba presente. Ok, eso sí que resultaba extraño.

Por Casualidad 🍁🍂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora