Capítulo 30

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Preguntas sin respuesta:

¿Plomo en el cuerpo? Sí, exactamente esa sería la palabra correcta para describir la pesadez que la aquejaba esta mañana. Vamos, que incluso sus párpados eran plomizos. Uff, tan agotada se sentía, que abrirlos y enfrentarse al día era una tarea que no le apetecía cumplir ni aunque le pagaran mil dolares. Por favor, ¿no podía dormir un par de horas más? Desear de vez en cuando tener un sueño reparador no era pedir mucho, ni debería considerarse como el pecado de la pereza. Por lo menos no en estos casos en que pareciera que un tren le hubiera pasado encima. Y es que no solamente se trataba de la pesadez, también tenía una terrible jaqueca y su boca se hallaba tan seca, que su lengua parecía lija.

Qué rayos, se daría el lujo. ¿Quién necesita una mañana, cuando puedes tener una deliciosa siesta? Así que cambió de lado, volviendo a adoptar la posición fetal que tanto le reconfortaba. Sólo dos, tal vez tres horas más bajo las sábanas calentitas y lo compensaría con algo de gimnasia y el resto trabajando con lo que sea que la asistente del señor Endymion ya le hubiese enviado. Últimamente se trataban de tareas más serias, así que ahí otro motivo para encontrarse en óptimas condiciones.
Sus pulmones inhalaron bien profundo. Intentó volver a poner la mente en blanco, e inclusive, dejó de darle importancia a sus inexplicables dolencias. Rayos, pero el canto de los pajarillos continuaba colándose, al igual que esa luminosidad que, aún a través de los párpados cerrados, le resultaba imposible de ignorar.

Tiró de las sábanas y se cubrió la cara. Eso serviría. Minutos después, cuando al fin estaba a punto de volver al mundo de los sueños infinitos, su corazón dio una voltereta de campeonato. Abrió los ojos de par en par y enseguida enderezó medio cuerpo. ¿Pájaros cantando? ¿Demasiada luz solar? Oh, cielos, oh cielos, ¡eso no sonaba a su hogar! ¡¡¡Mejor dicho, éste no era su minúsculo hogar!!!

Con el corazón en la garganta y un terror creciente en el estómago, Bella comenzó a mirar aquí y allá. Por los dioses, no nada más esta cama no le pertenecía, se hallaba en la de Darien. ¡Se encontraba de vuelta en la casa de Darien Shields! Enseguida reconoció los muebles; ese era el arcón donde siempre se sentaba a cepillarse el cabello. El mismo cabezal de la cama tallado magistralmente. Pero sobre todo, ahí, al otro lado de la puerta corrediza, podía ver el jardín que por varios meses ella misma cuidó con amor y dedicación.

—¿Pero... cómo? —se preguntó en voz alta y mientras llevaba una mano a su dolorida cabeza. No sentía que estuviera soñando, esto era real. Sólo que, ¿en qué momento? O mejor dicho, ¿cómo es que llegó aquí? ¿Darien lo sabía siquiera?

Tratando de rememorar los acontecimientos de la noche anterior, sus cortas pero femeninas piernas la sacaron de la suave cama con sábanas color carbón. Dio dos pasos y, al notar su reflejo en la luna del closet, un sonoro grito escapó de su garganta. A partir de entonces, todo sucedió muy rápido. La puerta se abrió de golpe por un preocupado Darien. Bella saltó, todavía tirando de la única prenda que cubría a su cuerpo y volvió a gritar, solo que esta vez, avergonzada. Darien lo supo porque enseguida la muchacha corrió a ocultarse bajo las sábanas, completamente escandalizada.

—Joder, Bella, me has pegado un buen susto. Creí que...

—¡¿Qué hago aquí y por qué no llevo puesto mi vestido pero sí una de tus camisas?! —inquirió aterrada.

Ok. No es que creyera que hubiese sucedido algo entre ellos, especialmente, porque él había vuelto con Beryl y podía recordar a la perfección haberlos pillado apunto de besarse delante de Lita y Neflyte, pero, tampoco entendía cómo llegó allí y así. Su recuento de los hechos terminaba luego de que Zafiro le dijera que había algo que deseaba informarle. De ahí... Oh, cielos, de ahí en adelante todo se volvía un telón negro.

Por Casualidad 🍁🍂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora