Capítulo 31

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Tu desprecio:

Bella no contó con que aquélla misma tarde Zafiro la visitaría. Había estado tan ocupada haciendo trabajo en la computadora—en un intento por borrar o por lo menos obviar toda la locura que fue ésta mañana—que no le pasó por la cabeza echarle un vistazo a su correo electrónico personal. Entre la docena que le aguardaba, uno pertenecía a su amigo donde éste anticipaba su llegada alrededor de las cinco. Osh, en definitiva necesitaba ahorrar para un móvil. Eso la mantendría más en contacto con el mundo exterior y, así no se habría llevado la sorpresa ni mucho menos hubiera pensado ingenuamente que Darien había decidido cambiar de opinión.

—¿Segura que no quieres darme una bofetada como mínimo? —ofreció Zafiro a Bella antes de llevarse a los labios el resto del café espresso que llevó para ambos.

Apenas se dieron las buenas tardes, el tema de anoche fue tocado. El azabache necesitaba escuchar cómo se encontraba su adorada doncella antes de enfrentarse a la ira de Shields hijo, además de ofrecerle su propia versión de los hechos. Claro que no fue del todo honesto, y el mismo ejemplo siguió Bella. Sin contar la vergüenza que aún sentía por haber amanecido en la cama de Darien, si se rehusó a dar esa información fue para no comprometer al abogado. No es que creyera que BlackMoon correría a contárselo a Beryl pero, ¿para qué tentar la suerte, no creen?

La rubia negó con la cabeza y giró sobre el banquillo para mirar a los ojos a su amigo. Ambos yacían en el mismo lado de la barra, sólo que él apoyado en uno de sus anchos brazos.

—En serio, no estoy molesta. Tú no tenías idea que a los cócteles les habían añadido alcohol en secreto; ambos nos equivocamos. Por lo tanto, no tengo nada qué reprocharte.

—Me quitas un peso de encima, bella Bella. Puedo soportar que nuestros amigos me crean el único responsable —sonrió sin humor—, pero no tú.

La joven se sobresaltó.

—¿Quién de ellos te ha culpado?

—Olvídalo. No tiene importancia. Como acabo de mencionar, tu opinión es la única que tiene valor.

Desvió la cabeza, fingiendo buscar otra rosquilla en el canastito de pan. En su mente todavía podía escuchar alto y claro la zarta de insultos que Beryl le había gritado en el estacionamiento luego de que la fiesta llegara a su fin...

—Jodido imbécil, pero qué tienes en la cabeza, ¿mierda?

—Suficiente. Modera de una vez ese lenguaje, Beryl, porque ambos sabemos que como enemigo no te convengo.

—¡Te hablaré como me apetezca y tú te aguantarás! —replicó ella propinándole un golpe en el pecho. Fuerte—. Idiota de pacotilla, sólo a ti se te puede ocurrir emborrachar a esa insulsa en el mismo sitio donde se encontraba Darien y nuestros amigos más cercanos. ¿Qué pretendías? ¿Tirártela en los aseos? ¿O es que se te antojó arruinarme la noche? ¡Porque eso fue lo único que conseguiste, estúpido! ¡Estropear todo lo que ya había avanzado con Darien! Maldito infeliz.

Más golpes que, únicamente, lograron acabar con la paciencia de BlackMoon. Le valió poco si había cámaras de seguridad o no y bruscamente sujetó a la histérica pelirroja por las muñecas. De esa manera la condujo hasta el capó de su nuevo Maserati Ghibli rojo y, a un centímetro de quedar cara a cara, por fin pudo refutar en su defensa.

—No tengo la obligación de justificarme contigo o pedirte que me perdones, sólo porque las cosas no te resultan como deseas —su voz era firme, fría y cargada de peligro—. Sin embargo lo haré, te lo explicaré. Así entenderás de una buena vez que el mundo no gira entorno a ti. Sí, le di alcohol a propósito, aún sabiendo los riesgos que eso implicaba con todos allí. ¿Y sabes por qué? No, no porque esperara tirármela. ¿Crees que soy un cabrón? Jamás, mi estimada. Yo no tengo el alma tan negra como la tuya —pegó la pelvis contra la de ella, restregándole la creciente erección.

Por Casualidad 🍁🍂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora