Capítulo 35

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Tu confesión, mi juramento:

En un mundo donde las viejas costumbres deben efectuarse al pie de la letra, si no se desea caer en el exilio, Darien Shields creyó tener toda su vida organizada con tal meticulosidad—aun durante su breve temporada de rebeldía—Nada fuera de ese mundo le haría falta, se había convertido en un representante más que, en la eterna búsqueda por la perfección; aquel deber o necesidad por encajar en la sociedad que desde el vientre de nuestra madre se nos impone, apagan el interruptor de sus corazones. Ese que puede darle voz y nos alienta a perseguir nuestros anhelos más profundos y aferrarnos a ellos, una vez los hemos alcanzado.

Tal fue el grado, que llegó a olvidar lo que era sentirse joven, simple y despreocupado. Pero principalmente, ser consciente de lo petrificado que yacía al creer que lo que él consideró alguna vez felicidad lo era. Por largos años intentó mentirse a sí mismo con esta pobre excusa, quizá, sólo para poder aceptar su inminente destino. Ahora lo sabía. Hasta el día de ayer fue que de verdad, esas esposas que le impedían ser libre en su totalidad, cedieron. Bella hizo que terminaran de caer con la magia de sus labios. Ella... Ella que llegó para cambiarlo todo. Con la inesperada aparición de ese ángel empapado de luz, cual sol en primavera, fue suficiente para provocar en el abogado el despertar que lo rescataría del eterno invierno. Literal y figurativamente, pues sus emociones también estuvieron dormidas.

¿Cuándo fue la última vez que amó a alguien de verdad? Es decir, a alguien que no fuese de su familia.

¿Que sintió en carne viva el llamado de ese otro corazón?

¿Alguna vez lo hizo siquiera?

Era difícil saberlo y, ciertamente, ahora poco le apetecía tratar de recordar. Lo único de lo que estaba seguro es que, en palabras sencillas, fue en realidad aquella joven quien, sin pretenderlo, le cambió la vida por completo y no al contrario, como tanto se recriminó. La energía de Bella tan revitalizante, etérea y espontánea llegaron para iluminar hasta el más recóndito recoveco dentro de su alma. Esa oscuridad que trató de tentarlo fue erradicada totalmente. Y la dulzura de su sonrisa, dios santo, nadie nunca le advirtió que incluso lo más sutil, lo más infravalorado hoy en día, es capaz de tener el más profundo impacto.

Y ahora esa misma joven estaba ahí, dormitando sobre su regazo luego de haber pasado la noche entera juntos.
Un profundo suspiro escapó de su pecho. Shields no conseguía recordar cuando fue la última vez que compartió la cama con alguien, y menos aún, sin haber tenido intimidad. No era lo suyo, y para ser franco, resultaba un poco intimidante que Bella lo hubiese hecho romper aquella regla infranqueable que él mismo se impuso. ¿Así de profundo se le había colado en la piel?

Sí. El simple hecho de haberlo cautivado con tan sólo convivir sin tocarse un pelo lo dejaba claro. Joder, llegar hasta aquí no fue tarea sencilla. Le parecía mentira. O como había dicho ella anoche, un sueño del que él tampoco deseaba despertar. Y es que ya no podía volver atrás. No podía adivinar lo que haría Bella, con qué perspectiva se despertaría, lo único que sabía era que, en lo que a él concierne, de ninguna manera volvería a ser el Darien de antes. ¿Cómo continuar como si nada, luego de haber probado del fruto prohibido? Volver a ese estado de invernación sería como si lo condenaran a vivir por toda la eternidad en el Polo Norte sin una gota de agua, sin comida, pero sobre todo; lo más doloroso, a conformarse con el simple recuerdo de haber encontrado a la mujer de su vida.

Qué carajo, no estaba siendo cursi. Por supuesto que Bella era la correcta. Solamente la mujer destinada a ti puede darle a tu vida un giro de ciento ochenta grados, y que este sea para bien. Muchos opinarían lo contrario, aún lo tenía claro. Sin embargo, Hotaru ya lo había dicho: ella se ocuparía de este detalle en su debido momento. No existían razones para precipitarse.

Por Casualidad 🍁🍂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora