Capítulo 44

181 15 11
                                    

Una primavera eterna:

El olor a waffles y huevos fritos recién preparados solo podía significar una cosa. Quizá esa fuera la razón por la que el azabache, únicamente vestido con los calzoncillos, se levantara con una sonrisa gigantesca y una creciente emoción en las entrañas. Vamos, que su cuerpo ni siquiera protestó por haber tenido que dormir en el suelo.

Porque tanto fue el amor que se demostraron sobre el lecho de pétalos, que no les apeteció soltarse un momento para subir aquellas infinitas escaleras hasta llegar a la recámara. La incomodidad deja de existir cuando se está con la compañía correcta.
Ahora los pétalos repartidos aquí y allá, la ropa tirada y las cenizas de la chimenea formaban una pequeña muestra de la grandiosa velada cargada de fuego y emociones descubiertas que habían compartido en aquel salón—ahora bañado por la luz brillante de los primeros rayos de sol—. Eso, y la sensación de plenitud bailando en sus corazones.

Con pasos sigilosos los pies descalzos del abogado lo condujeron hasta la cocina de estilo barroco bien iluminada por la luz natural. Encontrar a su rubita sacudiendo las caderas al ritmo de una canción desconocida, cantada por ella misma, causó que su corazón le diera un revuelo y los vellos en sus brazos se erizaran. A continuación, los deseos que experimentó por querer unirse a ella y cubrirle el cuello con dulces besos fue brutal. Demasiado tentador, incluso para él. ¿Por qué? ¿Por qué esa criatura divina conseguía afectarlo todavía? Luego de todo lo que habían vivido...
Recorriéndola con la mirada se relameó el labio superior. Habría seguido sus instintos, de no ser porque verla así... vestida nada más con su camisa de anoche y el cabello levantado, haciendo lo que más le gustaba por la mañana mientras se ocupaba de algo tan mundano como el desayuno, resultaba un deleite que poco podía darse el lujo de presenciar.

Completamente enajenada, Bella siguió cantando. La sinuocidad de sus caderas no paraba de balancearse como la mejor de las odaliscas, al mismo tiempo que ponía atención al omelette que cocinaba en uno de los dos sartenes sobre el fogón. Caray, no sólo se trataba del olor, también tenían muy buena pinta. Tal vez no supiera de grandes platillos, pero algo estaba claro: la joven poseía el don de la sazón.

Embelesado por todo lo mencionado, Darien subió al banquillo de la isla de la cocina en completo silencio. Allí, sin quitarle el ojo de encima, apoyó los antebrazos sobre la superficie y sonrió de oreja a oreja como el mayor de los bobos. Esperaría encantado a que aquella jovencita sexy y hacendosa notara su presencia.

🎵Deja que digan que estamos locos, ¿qué saben ellos?
Rodéame con tus brazos, cariño, nunca me sueltes
Deja que el mundo que nos rodea se desmorone
Cariño, podemos lograrlo si estamos juntos corazón con corazón
De pie fuerte para siempre
Nada podrá separarnos ahora
Y si este mundo se queda sin amantes
Todavía nos tendremos el uno al otro
Nada nos separará
Nada nos separará
Todo lo que necesito y todo lo que quiero hacer es abrazarte para siempre
Por los siglos de los siglos 🎵

Con espátula en mano, y la cabeza sacudiendo a un ritmo imaginario, la joven y preciosa rubia giró sobre los talones, encontrándose con el sonriente espectador a poco más de un metro de ella. ¡Santos dioses! Su cuerpo dio un fuerte sobresalto, que fue una suerte que no llevara comestibles en las manos o estos habrían terminado pegados al techo y en su cabello mal atado en un chonguito.

—Buenos días, mi bella intérprete —encantado le saludó, sólo para después soltar tremenda risotada.

—¡Darien! Cielos, ¿por qué siempre me haces eso? —con una mano sobre el pecho lo miró haciendo morritos. El divertido abogado ahora reía a mandíbula batiente—. ¡Basta!

Por Casualidad 🍁🍂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora