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Son las siete de la mañana de un sábado. Aturdida, y sola en la cocina, miro a través del cristal reluciente de la ventana. Aún es de noche, y el cielo está rosado a punto de llover.
Él no está aquí, y tampoco ha dormido en casa. Alerta, se me viene a la cabeza el lugar donde imagino que puede estar; porque anoche, como si estuviera para mí, le pillé la nota en el bolsillo de su chaqueta: 《MISMA HORA, MISMO LUGAR》.Hace una semana encontré otra en su pantalón: 《TE ESPERO EN EL HOTEL BUENOS AIRES A LAS 22:00》.

Llevaba un tiempo queriendo encontrar una pista, alguna señal que me demostrara que me estaba engañando. Pero nunca pensé que fuera tan poco inteligente como para dejar huellas en su ropa. Se despistó, y no se acordó que yo miro en los bolsillos de la ropa sucia antes de meterla en el cesto.
El karma, pensé.

Dejo el café sobre la encimera y vuelvo a mirar por el cristal. La calle está desierta, paralizada como yo. Siento una punzada en el corazón que no me deja respirar.
No me lo pienso más y me dispongo a coger el coche.
Hace un frío desgarrador en pleno mes de enero, un frío que se cala en los huesos, que te raja la piel de las manos y los labios como no te hidrates y te abrigues bien.
Para añadir, me olvidé el abrigo dentro, pero con la ansiedad de salir corriendo, no vuelvo atrás.

Me dirijo al hotel Buenos Aires. Al llegar paro el coche en la acera de enfrente. Una pareja de turistas extranjeros sale apresuradamente, y, eufóricos, disfrutando con emoción de su viaje de enamorados, se hacen un selfie junto a una figura gigante que a ellos les parece romántica.
Al ladear la cabeza, hay una parte de mí que no se lo cree, aunque ya lo supiera. Ahí está él. Y está con ella. Una rubia muy guapa, como de unos veinticinco años. Sí, parece que tiene algunos años menos que yo.
Agacho la cabeza para que no me vean, y la levanto despacio y miro a través del cristal de mi ventanilla. Miran a los turistas y se saludan como si ya se conocieran.
Los veo cruzar la calle, y ella, que lo coge de la mano, le abraza poniéndose delante de él, dándole así un fuerte beso en los labios. Le echa los brazos al cuello con un cariño que es evidente, separándose un poco para mirarlo a los ojos. Entonces él se le acerca, y le dice algo al oído que la hace reír; luego se mete la mano en el bolsillo y saca las llaves del coche (su BMW serie 8 coupé que le regalé por su cumpleaños), pulsa el mando para abrir, y se montan.
Su coche está a dos coches por delante del mío. Oigo que arranca y yo hago lo mismo. Se incorpora a la carretera, y sin pensarlo, los sigo dejándoles un poco de ventaja para no llamar su atención.

Después de llevar unos diez minutos en la carretera, los veo parar junto a una gran casa con la fachada de piedra, como de estilo medieval. Supongo que es la casa de ella.
En este momento, pienso en que ella puede tener marido, o pareja, porque si ella vive en esa casa, ¿por qué se citan en un hotel? O quizás sea la casa de sus padres.
A saber qué hay detrás de todo esto.

No tardan en despedirse, se dan un ligero beso en los labios y ella entra en la casa sonriendo. Yo, a bastantes metros de él, pero los suficientes para ver lo qué está haciendo, veo cómo se reincorpora a la carretera, y entonces lo vuelvo a seguir.
Empiezan a caerme lágrimas por las mejillas. Me siento engañada, frustrada, dolida. En lo más profundo de mi ser siento como si me apuñalaran muy despacio. Me siento vacía. Siento que toda mi vida desde que lo conocí fue una mentira. Me digo una y mil veces: ¡TONTA, TONTA, TONTA...! Pegándole con el puño al volante de mi coche nuevo, al que ahora casi me da igual reventar a puñetazos con tal de soltar toda la ira que llevo dentro. Pienso en el hombre con el que me casé, y me doy cuenta de que ahora es un completo desconocido. El hombre que me decía que me quería, el que fue mi novio desde el instituto, el que me dio una hija. ¿Cómo fue capaz de hacerme esto? Me creí sus mentiras como una imbécil. 《Viaje de negocios 》,típica excusa de un empresario.
¡Estaba con la guarra esa! Y lo siento, juro que soy una persona educada y no uso palabras así, pero ahora me lo permito y lo grito dentro del coche. ¡¡Hijo de puta!! No me quito de la mente cómo lo besaba y lo abrazaba, esa complicidad.
Entonces, comienza a llover con gran fuerza, una lluvia densa que no deja ver bien la carretera. Mi móvil suena, y veo en la pantalla que es él. 《Creo que me ha visto》,digo para mí misma. Se me acelera el corazón.
Luego, pasa todo como un rayo, cuando llegamos a un cruce, un trailer que venía desde la izquierda a gran velocidad, lo arroya, haciéndolo desaparecer de mi vista en tan solo un segundo.

Despierto sobresaltada, vuelvo a tener la misma pesadilla.

Yo soy NoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora