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Se respira paz en el jardín, el lugar más idílico de la casa. Un amplio terreno de césped, con un par de palmeras que sostienen una hamaca. Está rodeado de vallas blancas cubiertas de enredaderas a la altura de mis hombros, para tapar un poco la visión desde fuera. En la parte frontal una pequeña puerta que da acceso a la playa y, en el centro, la piscina. Tenemos una barbacoa de piedra en uno de los laterales, y tumbonas para tomar el sol. Algunas plantas, sobre todo cactus.

Salir aquí, y escuchar las olas, me evadía de toda realidad que, hasta hace poco, eran continuos regueros de imágenes y recuerdos dolorosos del pasado que, me flaqueaban y me hacían vulnerable. Algo tan visceral casi imposible de olvidar.

El jardín de Joel está pegado al mío, que, sin querer, porque no lo esperaba, lo oigo hablar por teléfono. En voz alta y algo enfadado.

-Mira, Andrés, te dije que estás perdonado por lo de Celia. Solo quiero que me dejes en paz, que no paras de dar problemas desde la muerte de mamá y papá.

Vaya, parece que está hablando con su hermano. En otro caso me hubiera metido para casa, pero algo me hizo ponerme a observar los cactus mientras escuchaba poniendo atención.

-¡Además, estás borracho! -sigue y hace una pausa escuchando al otro lado del teléfono -. Pues normal que te haya dejado. Tú te lo has buscado -se para otra vez -. Sí que la has cagado, por costumbre ¿Por qué no te centras de una vez y maduras, tío? -hace una pausa de nuevo -Pues si quieres cambiar, hazlo de una puta vez. Porque tú no eras así -se para unos diez segundos -. Yo también los echo de menos. Pero tienes que aprender a afrontarlo y dejar de hacer estupideces buscándote problemas que, tarde o temprano, te pasarán factura -. Se para por última vez y sigue -No estás solo, me tienes a mí..., soy tu hermano, joder. Venga, anda, acuéstate un rato, descansa y ya hablaremos más tranquilos por la tarde... Adiós -dice algo más apaciguado y cuelga.

Me alejo con sigilo intentando no ser vista.

-Hola, Nora -demasiado tarde, a este chico no se le escapa una.

-Ah... -me hago la disimulada -¡Hola! ¡¿Cómo estás?! ¿Terminaste con la mudanza? -se me ocurre decir.

-Sí, -sonríe -terminé ese mismo día. Por cierto..., bailas muy bien. Lo siento, pero no pude evitar verte ayer, la ventana de tu habitación está pegada a la mía. Así que... -suelta con mofa y yo me pongo roja como un tomate, me siento como me sube el calor por las mejillas, y no me sale otra cosa que una risa nerviosa. Joder, ¿por qué me tiene que recordar esa escenita de bailoteo ridículo?

-Perdón si te he hecho sentir cohibida, solo me pareció algo gracioso... ¿Te gustan los bonsáis? -cambia de tema. Quiere hacerme sentir mejor.

-Adoro las plantas. Aunque bonsáis, nunca he tenido ninguno -la verdad es que siempre me han llamado la atención esos arbolitos pequeños.

-Tengo aquí en casa una Azalea Japonica. Como he visto que te gusta la jardinería, bastante más que a mí, porque yo no entiendo mucho de ellas, he pensado que te gustaría tenerla y así estaría bien cuidada. Yo soy un jodido desastre, y no quiero que se acabe muriendo.

-Gracias, pero..., no sé si debo aceptarlo, esta es una planta cara... -pero antes de que yo diga nada más, se aleja apresurándose hacia la entrada de su casa en el porche.

Oigo sus pasos de nuevo, me resulta divertido hablar con él entre las vallas cubiertas de hojas verdes, viéndonos solo la cabeza.

-De verdad, quiero que te la quedes. Sabrás cuidarla mejor que yo, de eso estoy seguro. Y de nada vale que sea cara si al final se echa a perder -me la ofrece pasándola por encima de la valla.

-Oh, es preciosa, Joel, en serio. La cuidaré como oro en paño -es como un árbol pequeño cubierto de flores color púrpura. Una maravilla.

-Gracias a ti. Le vas a salvar la vida.

Los dos soltamos una carcajada.

-¿Tan malo eres con la naturaleza? -rio y él, riendo también, chasquea la lengua con el paladar.

-No es que sea malo, soy todo corazón con todo lo que tenga vida. Pero mi despiste con las flores hace que se me olvide regarlas en un tiempo, podarlas... Y, como no se quejan como los gatos y los perros...

-Tienes suerte de que no hablen -rio y él se contagia.

-Tienes una sonrisa bonita -me fija su mirada.

¿Perdona? ¿He oído bien? Sí, ha dicho que tengo una sonrisa bonita. ¿Y qué se supone que tengo que decir ahora?

-Ah, ¿sí? -parezco una niña de quince años antes de dar su primer beso sin lengua.

Esto de haber estado solo con un hombre también tiene sus desventajas. Cuando conocí a mi marido tenía dieciocho, y ahora todo es diferente. Me siento novata ante esta situación intentando averiguar si, está intentando ligar conmigo o, es solo un simple cumplido de vecino simpático.

-Tengo la sensación de que te pongo nerviosa.

¿Ah, sí? ¡No me digas! Parece que le gusta intimidarme, como si para él fuera un juego. Y siempre lo consigue, porque me pone roja y le hace gracia. No digo que lo haga con malicia, pero...

-Hace tiempo que no me hacen un cumplido -digo agachando la mirada medio idiota con una sonrisa de medio lado.

-Bueno, no es un cumplido, es la verdad. Y me siento bien al haberte sacado una sonrisa, te notaba un poco seria. También hacía tiempo que yo no reía, y tú me inspiras cierta confianza -me sueltas mientras yo no soy capaz ni de mirarle ahora a los ojos. Me he quedado atontada perdida y no sé por qué.

-Me he quedado con cara de tonta, perdona -me atrevo a decir soltando una pedorreta.

-No, para nada. Pero es muy graciosa tu reacción -ríe descabellado rascándose el puente de la nariz.

Un calor me recorre todo el cuerpo. Quizás yo esté malinterpretando algo que, me haga formar una película cuando él solo quiera ser cortés conmigo.

-Este sábado es el cumpleaños de Maya, mi hija. Lo celebraremos aquí en casa. Como hace buen tiempo, lo haremos aquí en el jardín. Con barbacoa, música... Vendrán mis padres y amigos nuestros. Si quieres venir... -le digo con carrerilla antes de que lo piense más y me arrepienta.

-Estaría bien, ¿hay que traer algo?

-No, solo venir bien arreglado. Mi hija quiere estrenar vestido así un poco de gala -rio poniendo los ojos de blanco.

-¡Mamá! -grita Maya desde dentro de la casa.

-Es ella, me está buscando.

-Ve, ve. Yo tengo que irme también, tengo que hacer algunas compras.

-Estupendo, pues ya te diré hora en cuanto se vaya acercando el día.

-Perfecto, ahí estaré -me guiña un ojo.

-Hasta luego, Joel.

-Hasta luego, Nora.

-¡Mamá! ¿dónde estás? -grita Maya otra vez.

-¡Voy para adentro! -contesto.

Me despido de Joel con un saludo de mano y me reúno con Maya.

-Te estaba buscando como una loca, mamá -dice enfurruñada -Necesito que me lleves urgente al centro comercial. Es el único día que puedo ir a mirar el vestido para mi cumpleaños -me dice juntando las manos en señal de súplica.

-Por supuesto. Vamos, tenemos tiempo -le contesto mirando el reloj de pared.

Nos montamos en el coche nuevo, sé que a Maya le gusta y le hace ilusión pasear en él después de tanto tiempo. Le guiño un ojo, arranco y le subo el volumen a una canción que suena en la radio y que a ella también le mola, Snake it off, de Taylor Swift.

Me sonríe mirando de reojo, y empezamos a bailar y a cantar. Me encanta, y disfruto esos momentos en los que, más que una madre, parezco su amiga.

Yo soy NoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora