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Tan solo he dormido tres horas y media más. Me levanto al recordar que Jhonson está con Maya en la habitación y seguro que habrá meado y cagado.

Entro en su habitación y me tapo la nariz, efectivamente hay dos charquitos de pipí y tres bolitas de caca. Ellas están profundamente dormidas y ni siquiera se percatan de mi presencia ni del olor. Cojo al perro en brazos, bastante nervioso por querer salir, y lo saco afuera.

Lo suelto mientras en el cuarto de la limpieza pensando que en el jardín hay que recoger todas las cosas del cumpleaños de ayer y, si lo soltara allí, sería un completo desastre. Cojo el cubo, la fregona y una bolsita pequeña para quitar la caca y subo a la habitación de Maya. ¡Dios, qué peste! No sé cómo pueden dormir tan a gusto con este pestazo. Limpio bien los restos y echo un poco de colonia que veo en el tocador, sin olvidarme de abrir un poco más la ventana para ventilar toda la estancia. Les cierro la puerta. Ni siquiera se han movido.

Bajo los trastos y tiro a la basura la bolsita de la caca; también vacío un recipiente de plástico en el fregadero que han usado para darle agua. Ahora tocará acostumbrarlo a hacer sus necesidades fuera. Una responsabilidad y un entretenimiento nuevo. Como sacarlo tres veces al día, bañarlo, ponerle sus vacunas, revisar que no le falte agua y comida...

En la caja hay varias cosas de él. Su correa para pasearlo y el cuenco del agua y la comida junto con un saquito de pienso y un rollito pequeño de bolsitas de esas de recoge cacas . Por eso tiro el recipiente desechable que han cogido para el agua. Para empezar, Joel me ha dejado todo lo que necesito. Incluso María me depositó en la puerta un gran saco de pienso de cachorro. Esta mujer es insaciable. Me rio al pensarlo, pues Joel le aseguró que con el cachorro había traído comida y cosas necesarias que le iban a hacer falta. Pero ella insistió en que no estaba de más tener repuestos para ser la primera vez que íbamos a tener un perro en casa. Pues creo que Maya ni se dio cuenta de que en la caja de Jhonson estaban las pertenencias de él.

Saco las cosas de la caja, y lo pongo todo en alto en la encimera de la cocina para que a Jhonson no le de por revólverlo todo. Lo miro, está sentado mirándome, esperando a que le diga o le ofrezca algo.

-Bueno, Jhonson, ¿qué tal si empezamos por la primera salida del día? -al decirle eso al perro salta a mi alrededor moviendo el rabo, como si me hubiera entendido perfectamente.

Salimos a dar un paseo calle abajo, cuando el sol aún no calienta en esta mañana primaveral. Tengo que hacerme a la idea de que ahora tendremos un compañero nuevo en casa. Otro de los cambios repentinos de mi vida.

También he pensado en darme una nueva imagen, mañana me cortaré el pelo.

De vuelta en casa suelto a Jhonson de nuevo provisionalmente  en el cuarto de la limpieza, con su cacharro del agua y el de la comida. Y entonces, voy directa al jardín con una bolsa grande de basura y la caja donde vino Jhonson, para aprovecharla para tirar todos los desperdicios de la fiesta. Tengo que recoger todo el desorden y entonces lo traeré aquí. Mañana le compraré una casita.

-¡Venga, Jhonson, ahora eres libre! -le digo abriendo la puerta en cuando está todo limpio y recogido y me sigue como loco al jardín. Le encajo la puerta del porche y lo dejo fuera a sus anchas.

Subo a mi habitación y me desprendo de la ropa. Busco uno de mis biquinis y una camisola playera color beige de esas que parecen vestido. Saco mi cesta de mimbre y meto la toalla, el protector solar, las gafas de sol, la mandala para ponerla en la arena y una botella de agua fría.

Abro la verja quitándome las sandalias. Es un auténtico placer andar descalza por la arena.

Encuentro una toalla en el suelo con una mochila y unas chanclas. Creo que son las de Joel. Saco mi gran mandala y la tiendo a su lado poniendo encima la cesta. Levanto la vista intentando divisarlo a lo lejos. En la playa no hay nadie a estas horas, pero no consigo verlo a él. Repentinanente, veo unas manos haciéndome señas desde dentro del agua. Me quito la camisola y me acerco a la orilla. Una ola llega a mis pies provocándome un escalofrío, está helada, tanto que estoy pensando si meterme o no. Así que me quedo paralizada.

Yo soy NoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora