Mientras la música suena, todos bailan al compás. Me enternece ver a mis padres bailando abrazados. Aunque siempre estén como el perro y el gato, se quieren como dos adolescentes que acaban de empezar su noviazgo.
Los padres de Oliver bailan junto a ellos, parece ser que siguen como una especie de juego de a ver qué pareja baila mejor; en el que se unen también los padres de Ángela y Melanie, junto con algunos otros vecinos más. Por lo que veo, se están divirtiendo.
Por otro lado, María, algo agotada de bailar, porque ya sus piernas no la aguantan en pie tanto tiempo, se sienta a hablar con otra vecina de su edad que también acaba rendida.
Maya y sus amigos siguen también el ritmo, pero un poco más apartados, queriendo mantener algo más de intimidad y separación con los más mayores. Jhonson, a su alrededor, queriendo jugar como cachorro que es.
Gladis y su marido charlan con la hermana de Oliver y su marido, mientras que los hijos de estos, juegan por ahí con Carlos, el hijo de Melanie.
Melanie habla por el móvil, imagino que con Daniel. Ángela anda en el baño retocándose y..., Joel... ¿Dónde está Joel?
-¿Aburrida? -dice apareciendo con una copa en la mano.
-No, la verdad es que estaba entretenida viéndolos bailar. Parece que se lo están pasando bien -le sonrío esta vez más cómoda. Supongo que por el ron que me he tomado.
-¿Te atreves a bailar tú conmigo? -me pregunta desafiante mientras acaba una canción de Juan Magan, ayer la vi, y empieza a sonar una de Ed Sheera, Kiss me.
-¿En serio? Estoy un poco mareada y te podría pisar -rio.
-Solo has bebido una copa. Y, además, bailas muy bien -me sonríe y le doy mi mano.
Suelta la copa en la mesa, y yo, le doy un gran buche a la segunda que me he echado antes de soltarla también. Ayuda a quitar la timidez, se dice.
Bueno, allá voy. Como si la hubieran preparado para la ocasión, la canción es lenta y con una letra que, en estos momentos, parece hablar de nosotros. Con una mano suya por detrás de mi cintura, me pega hacia él, clavando sus ojos azules a los míos. Como si quisiera entrar más allá de mí, averiguar a través de ellos algo que no me atrevo a decir. Como si me estuviera desnudando con la mirada.
Ahora mismo siento que no existe nadie más que él y yo. No sé si me miran, si comentan. Ahora mismo no me importa. Solo quiero tocarle como tantas veces había imaginado, teniéndolo a solo tres centímetros de mi boca.
Le pongo una mano en la espalda, y siento un cosquilleo al sentirla fuerte bajo su camisa blanca. Me da media vuelta, dejándolo ahora detrás de mí, con sus manos en mis caderas mientras yo las sostengo son las mías, rozando sus dedos. Siento su respiración en mi oído y el vello de la piel se me eriza cuando siento su miembro presionándome instintivamente.
La canción termina, y los dos nos separamos. Mientras, veo a mis amigas que me guiñan un ojo gustosas y divertidas de verme así.
Ya es tarde, y la gente empieza a retirarse cansada, despidiéndose poco a poco satisfechos con la velada. Mi padre, llevando a mi madre de la mano, con tanto cariño que vuelven a parecer dos tortolitos.
La familia de Oliver se despide muy agradecidos por haberlos invitado, pues él ya no está. Pienso que, aunque nuestra vida dio un giro de ciento ochenta grados, yo les sigo teniendo mucho aprecio, y tengo buena relación con ellos. Ya nada será como antes, pero Maya sigue siendo su nieta y sobrina, y es lógico que quieran estar juntos en un día tan especial para ella.
Hoy, se quedará Daniela con Maya a dormir. Como amigas inseparables que son, quieren dormir también juntas, como dos hermanas siamesas. Me recuerdan a mí con su edad cuando hacía fiestas de pijama con Ángela y Melanie, y siento nostalgia.
Cogen a Jhonson, despidiéndose hasta el día siguiente de sus amigos y suben a su habitación.
Las últimas en despedirse son mis queridas amigas.
-Nora, me gustaría quedarme un rato más con vosotros, pero Carlos está muerto de sueño y casi se queda dormido -dice Melanie con su hijo abrazado a su cintura con los ojos caídos de cansancio.
-No te preocupes, Melanie, vete a descansar. Y ten cuidado por la carretera -asiente y nos damos un abrazo.
-Encantada de conocerte, Joel.
-Lo mismo digo -responde él con una sonrisa de agradecimiento -. Adiós, campeón -se dirige a Carlos chocando un puño cerrado con el del niño, que a la vez, pega un bostezo que nos hace reír.
-Yo me tengo que ir con ellos, nena. No he traído mi coche -agrega Ángela precipitándose a nosotros para no quedarse en tierra -. Que os lo paséis bien -me da un abrazo y dos palmaditas en el hombro. Y a Joel, le hace lo mismo.
Ahora estamos solos, él y yo.
-Nos quedamos solos -me dice con una mirada insinuante, y yo, sin darme cuenta, me estoy mordiendo el labio inferior.
No hace calor, pero no he podido evitar que me suba la temperatura.
Sin previo aviso, me coge de la mano y me guía hasta la puerta de la entrada. Sin olvidarme de coger las llaves de un tirón, lo sigo hasta su casa. Abre la puerta y entramos a oscuras.
Huele todo a su perfume, y me siento embriagada de su olor. Cierra la puerta tras de sí y solo nos ilumina el reflejo de una farola a través de la ventana.
Su respiración es acelerada, al igual que la mía, que ya no siente vergüenza. Se para unos segundos mirándome, esperando mi reacción; pero me siento segura, y quiero hacerlo.
Tras ver que yo no pongo resistencia, ni me quejo, se aproxima a besarme presionándome contra la pared. Nuestras respiraciones son sonoras, producto del deseo. Yo lo abrazo fuerte con una mano en la espalda, y la otra, detrás de la cabeza pegándolo más a mí, disfrutando de su sabor.
Sus manos suben por mis muslos, tirando de mi vestido hacia arriba. Me coge abrazando con mis piernas su cintura y me lleva hasta las escaleras que lleva hasta su habitación; mientras me besa como si fuera la última vez que lo hiciera.
Al entrar, me desprende de mi vestido y yo le quito la camisa. Vuelve a cogerme en brazos y me tumba en la cama que huele tanto a él.
Recorro con mis dedos cada recoveco de su cuerpo, como si de una ciudad desconocida se tratara y yo fuera una pueblerina recorriendo sus calles. Aislada en su piel, en la que no tengo miedo de quedarme para siempre. Le quito sus pantalones grises, que tan bien le quedan, y absorbo su aroma varonil, saboreando cada centímetro de su cuerpo desde la cabeza a los pies. Nos quitamos la ropa interior, quedando totalmente desnudos y con más deseo que antes.
Admiro cada músculo suyo que se le tensa con solo rozarle, o al moverse cambiando de posición; sintiendo mi respiración que lo hace estremecer y creer llegar a la locura. Así mismo es como yo me siento ahora.
Se muerde los labios, se retuerce como animal en celo, hasta que es él quien me posee tomando ahora el poder de mi cuerpo. Sus ojos me miran ciegos, ahora solo le importa tenerme para él.
Lo siento dentro de mí. Como si solo fuéramos uno. Un atisbo de placer basta para llegar al final en una tormenta orgásmica y..., quedar pegados en estas sábanas revueltas, impregnadas de nuestros cuerpos. De las que no me quiero separar, en al menos unas horas.
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Yo soy Nora
RomanceNora tiene treinta y cuatro años. A Nora no le dio tiempo de zanjar nada con Oliver. Nora vive encerrada en su casa, con su ordenador y hace un año que no sale. Pero Nora tiene una hija adolescente que quiere abrirle los ojos. Nora no recuerda que h...