Yo soy Nora

6

Son las diez de la mañana, llueve con gran intensidad. Estamos todos en el funeral de mi marido. Mientras familiares y amigos lloran su pérdida yo sigo sin saber lo que siento en este momento. Dolor, ansiedad, desengaño. No sé si llorar o simplemente quedarme callada y esperar a que la misa termine, distanciada de todo el mundo.

Nadie sabe nada. Nadie más que yo y mis amigas Ángela y Melanie, que no se separan ni un segundo de mí. Siento como si no pintara nada aquí. Como si él fuera un desconocido.

Pero entonces miro a mi hija, que la tengo entre mis brazos llorando desconsolada, y sé que no puedo dejarla sola.

Al doblar la mirada me doy cuenta de que, en un punto un poco más lejos de la multitud, hay una mujer a la que no puedo verle la cara porque la tiene cubierta por un paraguas negro. Sé que es ella, puedo reconocer su larga melena rubia que le cae sobre el pecho. Saca de su bolso un pañuelito de papel y se aleja sin que nadie la vea.

Nadie la ve, excepto yo, pero ella no se da cuenta de que la he visto. No sabe que yo lo sé todo. No sé si sabrá quién soy.

La veo alejarse cada vez más, y cuando está a unos cincuenta metros de todo el mundo, saca del bolsillo de su chaqueta el mando de un coche y lo pulsa. Se abren las puertas de un Mercedes SLK descapotable en color negro. Lo arranca y la sigo con la mirada.

Esa fue la última vez que la vi. No sé su nombre. No sé nada de su vida, solo sé que fue la mujer con quien me engañaba mi marido. Me pregunto cómo, cuándo y dónde comenzó todo.

El ruido de un coche me despierta de la pesadilla. Pero esta vez estoy más tranquila. Creo que ya lo voy superando. Siento que duele menos, que está más lejano. Esta última pesadilla de recuerdos de aquél día viendo cómo ella se va y no vuelvo a verla más, me hace darme cuenta de que todo ha terminado, y que ya es hora de enterrar el pasado.

Tengo que volver a poner los pies en la tierra. Hoy hace buen día. El sol resplandece en mi habitación.