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Es una mañana soleada de finales de marzo. Después de presenciar un invierno lluvioso y frío por fin llega la esperada primavera, dejando a su paso las calles coloreadas por las flores, o una playa donde ya se va disfrutando de los días de sol.
Escucho el ring del microondas, la leche está caliente. Saco la taza, le vierto dos cucharaditas de miel, lo muevo hasta quedar disuelto y le doy un pequeño sorbo saboreándolo despacio. Está en su punto.
Aquí, de pie, frente a la ventana de la cocina, siento cómo el sol va ofreciendo más calor conforme va atardeciendo. Pero todavía es temprano, son las nueve y cuarto de la mañana.
-¡Oh! El niñato del vecino de al lado parece que se ha comprado otro coche -digo hablando sola y miro con gran expectación un Cadillac ATS Coupé color rojo. Suelo fijarme mucho en los coches, una manía que tengo desde aquél día del accidente de Oliver.
Sin esperarlo, y sorprendiéndome un poco, sale de la casa un hombre joven. Pero no es él.
-¡Dios, es él! -digo retrocediendo rápido dándome un golpe con la esquina del mueble de los platos -. ¡Auuu! -grito de dolor poniéndome una mano en la cabeza.
Es el policía del centro comercial. El muchacho, al escuchar el grito, se da la vuelta mirando con preocupación y curiosidad hacia mi ventana. Pero yo cierro deprisa para que no me vea.
-¡Nora! ¡¿Qué ha pasado?! -grita Gladis desde el salón.
-No ha sido nada, Gladis, solo... tropecé. Tú sabes lo patosa que soy -rio masajeándome la cabeza al mismo tiempo.
-Tenga más cuidado, señora, va a matarme del susto.
-Lo siento... Y Gladis, te he dicho mil veces que me llames Nora, llevas muchos años con nosotras y eres como de la familia -muevo la cabeza con desaprobación -Además, eso de señora siempre hace sentir mayor. Y todavía soy joven para esa palabra, añadiendo que, hoy, vuelvo a ser un alma libre -agrego guiñándole un ojo.
-Lo siento, Nora, a veces me sale solo. Ya sabes, las costumbres. Pero no volverá a ocurrir..., y me alegro de verte hoy así de bien. Hacía tiempo que no...
Alguien llama a la puerta interrumpiéndola.
-¿Quién es? -alzo la voz detrás de la puerta.
-Hola... soy el nuevo vecino. He escuchado un ruido que venía de aquí y quería asegurarme de que todo está bien -dice desde el otro lado de la puerta.

Gladis se ríe y se retira dejándome sola ante el peligro de ese hombre que, causa en mí, ese efecto de dejarme boba e hipnotizada. Me decido a abrir la puerta, y ahí está él, cara a cara conmigo. Joder, qué guapo es. Y sus ojos... Me ruborizo cuando se me queda mirando unos segundos.
-Vaya, parece que estoy destinado a sacarla de sus apuros -se mofa, y yo me sonrojo -¿Está bien? -me pregunta algo más serio.
-Oh... sí, me choqué con un mueble, estaré algo dormida aún -digo avergonzada -. No tengo nada -aunque en realidad me ha dolido bastante, creo que me está saliendo un chichón y la cabeza me da vueltas.
Él sonríe con esa sonrisa perfecta que tiene, diría yo que tomándose a juego mi reacción y, rompiendo el hielo, me tiende la mano para presentarse. Su mano es cálida y firme.
-Soy Joel.
-Yo soy Nora -le digo tendiéndole la mano también -. Así que eres nuevo aquí.
-Así es, aquí vivía mi hermano. Ahora se ha mudado y me quedo yo. Esta casa era de mis padres, que murieron hace dos años. Y es que me da pena venderla.
-Oh, lo siento -aunque yo ya sabía toda la historia de sus padres y del capullo de su hermano, no quiero parecer una chismosa ni meterme donde no me llaman, así que me limito a actuar como si no supiera nada.
-No pasa nada, fue hace tiempo -me sonríe con una sonrisa de medio lado, esta vez como forzándola un poco, supongo que al recordar a sus padres -. Por lo que veo tendré buenos vecinos, son todos muy empáticos. María, la anciana de la casa de enfrente, me ha traído comida para toda una semana.
No puedo evitar reírme, esa mujer parece que tiene una cocina exclusivamente para todo el vecindario. Adoro a esa mujer. Ahora los vecinos somos su familia. Es viuda, y la única hija que tiene vive en Suecia con su marido y sus hijos. Así que María vive sola. Bueno, con su perro Lucas, un pastor alemán de cinco años de edad. Es una mujer a la que todos los vecinos queremos mucho, por lo atenta y cariñosa que es.
-Es una mujer muy buena y afable, le caerá bien -le digo.
-Sí, no lo dudo. Al igual que usted -vuelve a sonreír. Dichosa sonrisa... -¿Vive con su marido? No quisiera molestar -vuelve a ponerse serio.
-Oh, no, vivo con mi hija. Mi marido falleció hace poco más de un año. Y no molesta, al contrario, es bueno saber que tenemos a un agente de la autoridad viviendo al lado. Nos sentiremos más protegidos.
¿Molestarme? Dios, ¿cómo iba a molestarme? Ojalá cada mañana me despertara viendo esa sonrisa y esos ojos preciosos aunque me intimiden.
-Siento lo de su marido -dice con respeto agachando la cabeza.
-No pasa nada, ya está superado también, y... no me llame de usted, por favor, llámeme simplemente Nora.
-Está bien, Nora -ríe -pero a mí tampoco me gusta que me hablen de usted. Aún soy un chaval.
Los dos reímos. Ahora me siento cómoda y, por un momento, pienso en cómo sería mi vida con otro hombre. Tengo treinta y cuatro años y solo ha habido un hombre en mi vida, que fue mi marido. Pienso en si yo sería capaz de hacer feliz a alguien al recordar que yo no fui, tal vez, lo suficiente para Oliver. Tengo que subir mi autoestima. ¿Por qué no? Soy joven también, escritora y dueña de una editorial, doy mi vida por mi hija, y... según mis amigas y mi madre... soy atractiva. Son unas exageradas, pero es verdad, debería valorarme más.
-Bueno, es hora de irme -murmura interrumpiendo mis pensamientos -he de seguir con la mudanza. Aún me quedan cosas por traer.
-Sí, claro, no te quiero entretener. Si necesitas ayuda, aquí estoy -y le tiendo la mano para despedirme.
-Lo mismo digo, Nora.

Cuando cierro la puerta, suelto todo el aire acumulado por la tensión. Aunque de últimas me sentía algo más cómoda, por otra parte seguía teniendo algo de rubor. ¿Pero qué me pasa con este hombre? Creo que el haber estado tanto tiempo encerrada me ha afectado el cerebro y todo me impresiona. Como alguien que se ha llevado años en la oscuridad y vuelve a ver la luz del sol.
Necesito una ducha. Y... preguntaré a Maya si le apetece dar un paseo hoy domingo.

Yo soy NoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora