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Es increíble cómo ha crecido, parece que fue ayer cuando la acunaba en mis brazos, cuando dijo su primera palabra, o cuando empezó a dar sus primeros pasos.

Hoy estamos aquí, en el mismo parque donde jugaba con ella de pequeña, pero varios años después. Pues dentro de una semana cumplirá dieciséis.

Físicamente tiene gran parecido a mí, el pelo, su color de ojos..., (pero sin gafas). Aunque hay cosas que ha heredado de otros miembros de la familia, como por ejemplo las manos, dedos largos de pianista como los de mi madre; o el talento dibujando de mi padre, y extrovertida y bromista como Oliver. De los abuelos paternos también tiene algunos parecidos..., pero, si empiezo con eso, vuelvo otra vez con la retahíla de Oliver. Y no es que me apetezca, sinceramente.

Volviendo a Maya..., es risueña, luchadora y sabe lo que quiere. O yo lo creo así. Y, diría que, solo tiene un pequeño fallo, y es que le cuesta mucho levantarse por las mañanas. Le encanta dormir. Pero bueno, imagino que con el tiempo mejorará en ese sentido.

Observo su larga melena al viento mientras la balanceo en el columpio como cuando era pequeña, y hago una foto mentalmente del antes y el después. Es a lo que no le ha puesto pegas para venir, le siguen gustando los columpios, como a muchos de nosotros.

-¿En qué piensas, mamá? -se voltea para mirarme.

-En todo lo que has crecido y lo afortunada que soy por tenerte -digo con un hilo de voz sonriendo.

-Bueno, hoy toca ponerse moñas, ¿no? -ríe -. Pues tú ya sabes que para mí es un privilegio tenerte como madre, aunque a veces te pongas pesadita -dice con mofa pero tiernamente -Te quiero, mamá.

-Y yo, mi niña -y le doy un beso en la frente.

-Mamá..., creo que me gusta alguien -me suelta repentinamente parándose en seco con los pies.

La verdad que eso sí que no me esperaba que me dijera.

-Ah, ¿sí? Y...¿Quién es si se puede saber? -inquiero sintiendo entre miedo y curiosidad.

-Bueno, más bien casi saliendo. Y, tranquila, que lo conocerás. Lo pienso invitar a mi cumpleaños -me dice con una sonrisa con la que busca tranquilizarme. Pero mi cara de cagada es un poema.

-Mmm..., está bien, y..., ¿es bueno? ¿estudia? ¿es de tu edad? -se me viene a la cabeza el asaltacunas del hermano del poli, y me invade el terror.

-Sí, mamá. No pongas esa cara, pollito -se ríe, a ella parece hacerle gracia. Aunque me alivia saber que al menos es de su edad.

-Solo..., puedo decirte que espero que sepas elegir a la persona correcta. Aunque, eres muy joven, y pasarás por muchos baches del amor -murmuro poniéndole un mechón detrás de la oreja -.Pero tampoco quiero meterte miedo ni fastidiarte, ¡¿eh?! Tienes todo el derecho de enamorarte alguna vez. Es ley de vida, es de humanos. ¡Dios, cómo has crecido! -reímos.

-Mamá, otra cosa... Nunca hemos hablado de esto, pero sé que, tú y papá, no estabais bien aunque fingieras delante de mí. Yo también fingía que no lo sabía -coge aire y sigue -. Siempre tuve la esperanza de que todo cambiara y fuéramos la familia perfecta. Eso no pasó nunca, pero sí tuve a dos padres maravillosos que, pasara lo que pasara, siempre estaban ahí.

Se me escapa una lágrima difícil de contener y me la quito rápidamente con los dedos.

-Y quiero que sepas -sigue -que no os culpo a ninguno de nada, hicisteis todo lo que pudisteis. No hay nada que diga que el amor es para toda la vida; en ocasiones sí y en ocasiones no. Simplemente pasó eso, dejasteis de sentir ese amor el uno por el otro, y no lo afrontasteis. Pero te quiero, y quiero que seas feliz, mamá. Tienes que saber que yo lo fui y lo seré si tú lo eres también.

-Lo sé, hija, lo sé. Y lo siento -me quito otra lágrima -.La madre que te parió, me has hecho ponerme tontorrona - rio entre lágrimas.

-¡Ay mi mami dramaqueen! -me da un abrazo entre carcajadas -Entiendo que te preocupes un poco por mis cambios de adolescente a adulta, aunque, como dicen, eso no se sabe hasta que una es madre. Algún día me tocará saberlo a mí.

-Bueno, algún día dentro de muchos años. No tengas prisa por saberlo.

Las dos reímos, y yo, me siento liberada. Como si otro peso me hubiera quitado de encima. Ahora sé que mi hija fue y es feliz, y eso, me deja más que satisfecha.

Yo soy NoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora