«No recuerdo la última vez que me puse un vestido así», digo hablando sola frente al espejo de mi habitación.
—Yo tampoco recuerdo la última vez que te vi sonreír de esa manera —dice mi madre sorprendiéndome apoyada en el marco de la puerta y yo me volteo dando un brinco.
—¡Qué susto, mamá! —me sonrojo con una mano en el corazón acelerado.
—No sabes lo feliz que me hace verte tan contenta —se acerca con un cepillo en una mano y me peina el pelo cogido con la otra.
—Es el cumpleaños de Maya, claro que lo estoy.
—No es solo por eso, no te hagas la tonta conmigo —arquea una ceja con gesto de «yo lo sé todo», para de peinarme y me mira por el espejo.
—No sé de qué me hablas —muevo la cabeza con gesto de desaprobación.
—Seré más clara..., el poli ese te tiene saltando por las nubes como una quinceañera —dice mientras me peina de nuevo y yo suelto una risa nerviosa.
—¡¿Qué dices, mamá?! ¡Nooo! Es solo un amigo, ya te lo dije. No estoy para novios —cruzo los brazos como una niña pequeña.
—Esta vieja nunca se equivoca. Di lo que quieras, ya te diré: «ya te lo dije», y entonces me darás la razón —agrega señalando mi reflejo en el espejo, suelta el cepillo en el tocador y se va tarareando una canción de Perales, "y se marchó...".
Me quedo observándola sin soltar una palabra y..., empiezo a maquillarme.
Rio al pensar que a mi madre no se le escapa una. Sí, lo veo atractivo, buena persona, capaz de hacerme reír cuando me ha visto triste, es atento, me intimida. No sé, tiene algo que rompe todos mis esquemas. Pero no quiero ilusionarme, no quiero volver a equivocarme. Tengo miedo de volver a vivir lo que ya viví una vez. Estamos muy bien así, siendo buenos amigos y vecinos. Y..., aunque mi conciencia diga: «y una mierda, Nora», yo haré oídos sordos. Hoy estará en el cumpleaños de mi hija, en mi jardín; pero solo será un invitado como todos los demás.
Termino de maquillarme, y cuando meto las pinturas en el neceser, oigo el móvil sonar. Me acerco a cogerlo y sonrío al ver que es Jonás. Seguramente me vaya a contar su historia con Maya. Estos jóvenes...
—Hola, Jonás ¿Cómo estás? Vendrás a la fiesta, ¿no?
—Eh..., sí, claro —su voz suena triste y preocupada.
—¿Pasa algo? —inquiero un poco asustada.
—Quizás no sea el más indicado para decirte esto, Nora. Pero tu hija Maya me preocupa.
—¿Qué pasa, Jonás? Me estás asustando.
—Por favor, no le digas a Maya que te he llamado. Se enfadaría conmigo y seguro que dejaría de hablarme —hace una pausa para coger aire y seguir —. Verás, Maya está saliendo con un chico de mi clase, Sebas. Un tío que no me gusta un pelo para ella porque creo que anda metido en cosas ilegales.
—¿Qué? Yo pensé que... —se me hace un nudo en la garganta.
—Pensaste que era yo, ¿no es así? —termina él.
—Así es —asiento.
—Si te soy sincero, Nora, Maya me gusta desde el primer momento en que la vi, cuando tan solo éramos unos enanos de primaria. Nunca se lo he confesado. Quizás por miedo a que se rompiera nuestra amistad, o porque nuestras familias no lo aceptaran —. Hace otra pausa y yo me siento en la cama a escucharlo atentamente —. Entonces apareció él, —sigue —todo musculitos; entró nuevo en el instituto volviendo locas a todas las chicas, en especial a Maya. Él no tardó en tenerla comiendo de su mano, el muy imbécil —su voz se endurece —. Oí que hace tiempo lo echaron del instituto donde estuvo antes, por llevar drogas en la mochila. Este tío me da mala espina. Pensarás que te digo esto porque estoy celoso. Pero no es por eso, es porque ella me importa y no quiero que le hagan daño metiéndola en cosas así.
—Oh, por dios, ¡no! Tenemos que hacer algo enseguida —me echo las manos a la cabeza pensando en cómo solucionarlo.
—Me enteré de que tu vecino es poli. Él podría hacer un seguimiento o algo. Podría investigar para ver en qué anda metido.
—Sí, hablaré con él —dios, Maya ¿en qué te estás metiendo?
—Todo saldrá bien, Nora. Que sepas que no pretendía asustarte. Pero tenía que decírtelo. Por ella.
—Lo sé, Jonás, lo sé. Muchas gracias por contármelo. Hablaré con Joel, mi vecino policía, y ya te digo en cuanto sepa algo. Adiós, te veré después.
—De acuerdo, Nora. Hasta después.
Cuelgo y me dispongo a toda prisa a salir de la casa para ir en busca de Joel. Pero, antes de que me de tiempo a salir, Maya golpea la puerta llamándome.
—Mamá, ¿puedo entrar? —pregunta llorando con la voz entrecortada.
—Claro, cariño, pasa —le abro yo la puerta.
Está bastante angustiada, corre a mis brazos y me abraza con fuerza llorando como si el mundo se le hubiera caído encima. Yo le abrazo también fuerte, esperando tranquilizarla y así me pueda contar lo que le ha pasado. Qué miedito da la adolescencia de los hijos.
—Soy una estúpida, mamá —dice despegándose de mis brazos y secándose con coraje las lágrimas con los dedos.
—¿Por qué dices eso, cariño?
—Porque a veces creo conocer bien a todo el mundo y acabé equivocándome como una idiota —hace una pausa para tragar saliva y seguir hablando —. ¿Te acuerdas del chico que dije que iba a presentarte?
—Sí, ¿te ha hecho algo? —mi miedo crece en cuanto lo nombra.
—No, no, pero lo he dejado con él. Estaba metido en cosas que no me gustaban y he decidido dejarle antes de que fuera más difícil para mí —reflexiona ya algo más tranquila, más apaciguada. Jonás tenía razón con lo que decía de él. Y en este momento, aunque a ella le duela, me alegro de que lo haya dejado y de que yo no haya tenido que intervenir, que se diera cuenta por sí sola.
—Cariño, lo siento mucho. Sé que ahora estarás dolida, pero todo eso pasa, y..., si lo has hecho, es porque has pensado que es lo mejor para ti —le doy un beso en la frente —. Además, hoy es tu gran día, y tienes que disfrutarlo. Creo que será uno de tus mejores cumpleaños —le guiño un ojo y ella me sonríe algo aliviada.
—Prometo divertirme, mamá.
—Oye, ¿y tu vestido? En cuarenta y cinco minutos estarán todos abajo —le advierto mirando el reloj de mi mano.
—Estaré lista en veinte minutos —corre hacia su habitación a toda prisa —. Por cierto, mamá ¡Estás guapísima! —grita ya desde fuera.
—¡Gracias, nena!
Aunque sé que Maya ha dado el paso de dejarlo con ese chico, no puedo dar por hecho que todo esté acabado. Podría ser una tonta discusión y acaben reconciliándose. Por eso tengo que andarme con ojo. El amor es ciego, y muchas veces no vemos más allá de él. También puede pasar que ella de verdad no quiera saber nada de él y sea él quien la busque metiéndola en problemas. Es eso lo que temo, y por eso ahora, más que nunca, quiero estar al tanto de todo. Tengo que hablar con Joel, pero esperaré a mañana cuando ya haya pasado la fiesta.
ESTÁS LEYENDO
Yo soy Nora
RomanceNora tiene treinta y cuatro años. A Nora no le dio tiempo de zanjar nada con Oliver. Nora vive encerrada en su casa, con su ordenador y hace un año que no sale. Pero Nora tiene una hija adolescente que quiere abrirle los ojos. Nora no recuerda que h...