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No hay nada mejor que despertarse de buen humor un lunes por la mañana. La mayoría de los humanos odia ese día de la semana. Pero yo hoy, no. Me siento como una niña que se va de paseo al parque. Con ganas terribles de volver al trabajo. A mi editorial.

Le digo a la Alexa que me ponga una canción que me encanta, Kiss the sky de Jason Derulo. Le subo el volumen, y bailo como una loca por toda la habitación. Hoy me siento genial, me siento otra y, esta canción, me hace moverme sin caer en la cuenta de que Joel me está viendo desde su ventana, y me está sonriendo. Madre de dios.

-Ese hombre otra vez -digo hablando sola y, de tanto dar vueltas y saber que me está observando (sabrá dios cuanto tiempo lleva ahí plasmado), pierdo el equilibrio agarrándome al perchero y tirándome todo encima al caer al suelo.

Espero que no lo haya visto y no vuelva a venir a preguntar si estoy bien, porque me moriría de la vergüenza y sería motivo de risa durante mucho tiempo.

Pasan unos diez minutos desde mi tonta caída. No ha venido, parece que no me ha visto hacer el ridículo, menos mal. Uf, respiro aliviada, tampoco me he hecho nada, solo comerme toda la ropa y los bolsos acompañado del perchero. Pienso que, si tuviera que estudiar un máster de torpeza, sería la primera con matrícula de honor.

Mi vestimenta de hoy son unos pantalones vaqueros vintage y la camisa sin mangas con estampados verde y rosa que me compré en Zara, la chaqueta negra y unos zapatos de tacón negros también que me compré en la tienda Don Pepito y que son super cómodos, de tacón gordo y acolchado en la planta del pie.

Después de acabar una canción de Christina Perri (Human), empieza una de Eros Ramazzotti (fuego en el fuego). Y sin querer, me imagino a Joel acercándose despacio por mi espalda y dándome la vuelta para mirarlo a los ojos, con una mano me rodea la cintura y me acerca más hacia él, quedando pegados cuerpo con cuerpo. Pega su cara aún más a la mía, casi rozándome los labios, y justo cuando imagino que me va a besar, llama Gladis a la puerta.

-¡Nora, voy a salir a comprar! ¿Necesitas algo antes de irme? -pregunta amablemente desde la puerta. Esta mujer debe pensar que estoy como una cabra.

-No, gracias, Gladis. Desayunaré en la editorial.

-Ah, estupendo. Que te vaya bien, pues -dice con su acento.

-Gracias, Gladis. Hasta luego.

-Hasta luego, Nora -sonríe y cierra de nuevo la puerta.

Dejo de soñar y vuelvo a poner los pies sobre la tierra. Ya estoy lista para volver al trabajo.

Abro la puerta del garaje, y ahí está tapado con una funda azul mi coche. Lo destapo. Es un Audi A5 RSS en color azul sepang efecto perla, con la tapicería en cuero negro Milano perforado. Cuando me siento, es como si estuviera en una nube. Me encanta mi choche, aunque no suelo cogerlo a menudo, casi siempre uso el otro Audi, el A3 blanco que tampoco está mal, aunque sea bastante menos llamativo. A raíz de lo de Oliver decidí guardarlo durante una temporada. Era el que a él le gustaba.

Cuando me monto, pongo el bolso en el asiento del copiloto y me abrocho el cinturón, me coloco bien los espejos y meto la llave para arrancarlo. En estos momentos estoy disfrutando como una niña pequeña con sus muñecas favoritas y no puedo evitar que me salga una sonrisa de satisfacción.

Salgo del garaje y cierro con el mando la puerta mecánica desde dentro del coche. Miro hacia la casa de Joel. Su coche no está fuera, no sé si lo tiene en el garaje o es que se ha ido a trabajar.

Me incorporo a la carretera, y pongo en la radio Cadena 100. Está sonando una de Chris Brown (don't wake me up) y subo también el volumen. Piso un poco el acelerador, sin parecer Fiti Paldis, y siento como la adrenalina me sube. Ahora mismo desearía que la editorial estuviera más lejos de casa, solo por disfrutar un poco más de paseo. Solo me ha dado tiempo de escuchar dos canciones y ya estoy entrando en el parking.

Estaciono el coche, cojo el bolso y me dirijo al ascensor. Pulso el botón de planta 1, que es donde está la recepción, las otras dos plantas de arriba son las oficinas.

En la recepción me recibe Carolina, una mujer de mediana edad a la que tengo como encargada. Sin ella nada sería fácil.

Ahora es temprano, y está todo tranquilo.

-Bienvenida, Nora, que gusto verte de nuevo.

-Gracias, Carolina ¿Cómo va todo? -le sonrío y miro a mi alrededor.

-Pues perfecto pero ajetreado, mucho trabajo. En el día de ayer llegaron bastantes escritores nuevos queriendo publicar su primer libro. Arriba están inspeccionando los manuscritos para dar el visto bueno... Ya sabes, a veces toca echar algunos para atrás, que para nosotros no es fácil decir que no. Aunque, últimamente están viniendo muy buenos escritores, Nora. Y... con respecto a mí, hoy es mi aniversario de bodas, hacemos veinticinco años de casados -agrega con entusiasmo tocando palmitas.

-¡Estupendo, Carolina! Me alegro mucho por vosotros, y de verdad, gracias por todo -le doy un abrazo sincero - Te debo una enorme. Y, como eres una de las mejores y has tirado con todo esto para adelante, mientras yo no estaba, quiero que te tomes lo que queda del día de descanso y mañana también. Te lo mereces. Y así disfrutas de tu aniversario.

-¿En serio, Nora? -se echa las manos a la boca emocionada -¡muchísimas gracias! Jefas como tú las hay pocas, lo sabes, ¿no?

-Bueno, no es para tanto. También hay que cuidar de las personas cuando lo merecen. Y ya que tú y tu marido sois un ejemplo de pareja a seguir. A pesar de todos los años que seguís juntos, os veo tan enamorados como el primer día.

-La verdad es que sí, yo sigo enamoradísima de mi Jose -y sus ojos no lo pueden negar -Bueno, te paso los informes antes de irme. Muchas, muchas gracias, Nora.

-Venga, anda, dame esos informes y vete ya corriendo, antes de que se haga más tarde.

Cuando me los pasa, le echo un vistazo. Vaya, todo va mejor de lo que yo esperaba.

-Antes de marcharme, Nora. Te veo con muy buena cara, bastante animada. Está todo bien, ¿no?

«¿Tanto se nota mi estado de ánimo?», pienso. Y no me llama de usted, eso me gusta, pues ya se lo dije tiempo atrás como otras cincuenta veces.

-La verdad es que estoy mucho mejor, Carolina. Me he llevado mucho tiempo encerrada y... bueno, ya era hora de salir de ese agujero negro. Tenía muchas ganas de volver a la editorial también. Os echaba de menos al equipo -le confieso.

-Uf, no sabes lo que a ti te hemos echado de menos también. Esto no es lo mismo sin ti. Tú nos alegrabas el día. Me alegro de verdad de corazón verte con esos ánimos.

-Gracias de nuevo -sonrío -Y vete ya, anda, que al final echas el tiempo aquí -la empujo entre risas.

Cuando ya se ha ido, no cojo el ascensor, subo andando. Y, después de ver que todo está en orden, saludar a todos los empleados y mandar a uno de ellos a recepción a ocupar mientras el lugar de Carolina, me dirijo a mi despacho. Parece mentira que hace más de un año que estuve aquí. Todo está igual. Lo han mantenido limpio, eso sí.

Este despacho era antes mi refugio, me gustaba estar aquí y pasar las horas perdida entre historias ajenas.

Las paredes son naranjas con efecto luminoso, suelo de vinilo con acabado mineral de color gris y el mobiliario de madera de ébano. Rodeado de grandes estanterías con enciclopedias, archivadores y muchos libros. Hay un gran escritorio con un sillón de cuero negro con ruedines, un minibar en uno de los rincones, una pequeña cocina, para desayunar en la intimidad y un aseo a la derecha. Pero..., lo mejor de todo, son los ventanales con vistas al mar.

Me escucho crujir el estómago, y es que aún no desayuné. Me preparo un capuchino y cojo un bollito de leche.

No recordaba lo rápido que se pasa aquí el tiempo, cuando me quiero dar cuenta ya son las dos de la tarde, y se hace la hora de volver a casa.

Gladis nos tiene preparado macarrones con queso, los favoritos de Maya. Cuando nos sentamos a la mesa, Maya y yo comentamos cómo nos ha ido el día. Yo me quedo ahí esperando a que me hable de ese chico con el que se ve, pero no suelta prenda y yo tampoco la presiono. Mejor esperar a que me lo presente, no quiero incordiarla.

Con respecto a Joel, no lo he visto desde mi estúpido accidente, por así decirlo, bailando. Me ruborizo al pensarlo, y..., me doy cuenta de que lo echo algo de menos.

Yo soy NoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora