El fantasma de la Ópera

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Un día muy normal, al menos eso pensaba cuando abrí los ojos. Como muchos días, estaba sin expectativas, no me gustan, porque si se hacen ciertas son como una brisa fresquita en el corazón, pero si no, es una decepción más para la pila. Quiero hablarte del fantasma de la ópera, algo curioso, pero de esto va. Hace mucho yo tenía una máscara que no me quitaba, hasta que un día decidí tomar la aventura, pues yo era un fantasma, producto de mil recuerdos. Uno de mis misterios es que mi autobiografía no existe, así que las letras, que son quienes más me han tenido, sólo han dibujado trazos de pluma.


En este ir y venir que es la vida, no me asomaba, pero hace tiempo me di el permiso, así llegué a este día. El fantasma de la ópera sonaba, no era mi propia canción, yo era el de los bares de la 69, quien le escribía a la luna, a las noches sin estrellas, a la Gala muerta; hace tiempo decidí resucitar, porque al final el impulso de la vida puede más.

Entré en una caja negra, con algunas personas más, la narradora estaba contando una historia, como dirigiendo una orquesta, donde los instrumentos éramos objetos con pies buscando humanidad, encontrar quien sabe que cosa, llevando la experiencia de la vida a un resumen de silencio y dos horas.

Caminábamos como en una caja de música, no podía observar rostros, sólo máscaras blancas con una silueta, moviéndose de un lado al otro, al ritmo de la directora y de la música que tocaba. Esa pieza que sonaba es realmente especial para mis oídos, para el alma que ahora sé que tengo, en sus sonidos estridentes me dejé llevar, en mi cabeza danzaba como un loco al que le gusta la lluvia, en esa caja negra yo veía lluvia y me bañaba en ella, aunque todos llevaban la ropa seca, yo no, ella tampoco.

Se escondía de la lluvia, caminaba sin querer mojar sus pies, aunque sabía que estaban secos. Cuando pasé a su lado le tomé la mano, miré su ojo izquierdo curioso y le di una vuelta de vals, al lado contrario de su propio movimiento, ella hizo lo mismo conmigo, fue una respuesta hermosa, bailar bajo la lluvia con media sonrisa hace parecer que la caja negra se llena de colores, aunque tuviéramos los pies mojados.

El baile siguió, unos por aquí, otros por allá. Nos dispersamos y ella se me perdió, pero la directora pidió elegir a alguien, quien menos me atrajera para contarnos una historia. Alrededor todos habían terminado de elegir, pero ella estaba allí, sin moverse y no sabía hacia donde ir. Me acerqué, no elegí, lo hizo ella sin moverse un centímetro de allí, siguiendo el baile le conté una historia sobre mi sensibilidad. Nos sentamos, frente a frente, todavía no podía ver su rostro, entonces vi más que eso, vi un largo, doloroso y estruendoso luto, de esas tristezas que se llevan tan dentro y por tanto tiempo, que no se pueden llorar. Supe que la delicadeza de su trato proviene del dolor y aunque no dijo una palabra sobre eso, cuando se quitó la máscara sólo pude decirle, aún sin contemplar sus líneas, "que bonita eres", respondió -tú también.

Debimos levantarnos y dejamos su historia pendiente. De mi puedo decir que estaba tan vulnerable, que en ese momento ella pudo haber hecho con mi mente y mi corazón lo que quisiera, porque la dejé entrar como no lo hago cotidianamente, tal vez fue la magia de la lluvia que estaba en mi cabeza con lo que veía ocurrir, tal vez el baile.

Después de un par de días entendí que también fue a ella a quien le di la vuelta de vals mientras estaba bajo la lluvia conmigo. Supongo que así son las correspondencias, la ley de escoger a quien menos atrae, es como atraer a lo que rechazas de ti mismo.
Tantas veces he rechazado mi propia dulzura, incluso mi propio dolor. Empecé a entender estas cosas cuando dejé de dividirme en dos y de reaccionar a mis versiones.

Niña linda, me quedé con ganas de tu historia, te la cambié por una flor, aunque no la conozca, me la traje conmigo, estoy seguro de que también tu te quedaste algo de mí que no es un fantasma, ni un pedazo, ni una parte, que se parece mucho a la lluvia dentro de la caja negra donde sólo tu y yo bailamos con los pies mojados, mientras el agua la hacía el dolor de los otros e íbamos entendiendo el nuestro.

Dalí del Exilio

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