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Los siguientes días del embarazo de Ao'nung antes de regresar a los arrecifes habían sido un desafío constante para la joven pareja. La emoción inicial de saber que estaban esperando un bebé se había visto rápidamente eclipsada por los malestares típicos del primer trimestre. Cada mañana traía consigo una serie de dolores y vómitos matutinos que dejaban a Ao'nung exhausto y a Neteyam preocupado.

Una mañana, como muchas las otras que habían tenido recientemente, Ao'nung se despertó sintiendo un retorcijón en el estómago. Apenas tuvo tiempo de salir de el camastro antes de apresurarse hacia la esquina de la cabaña donde tenían un recipiente destinado para estas emergencias. Neteyam, que había aprendido a despertarse al menor sonido de incomodidad de su pareja, estaba a su lado en un instante, sosteniéndole el cabello y murmurando palabras de consuelo mientras Ao'nung vomitaba. 

El sonido del vómito resonaba en la quietud de la mañana, interrumpido solo por el susurro del viento entre las hojas y el murmullo de las criaturas nocturnas retirándose a sus refugios.





Ao'nung intentaba disculparse, su voz entrecortada por el malestar, pero Neteyam siempre lo callaba con una suave caricia en la mejilla. — No tienes que disculparte por nada -. Le decía, su voz llena de amor y comprensión. — Estamos en esto juntos -. 





A pesar de las palabras reconfortantes, Ao'nung no podía evitar sentirse un poco culpable. No quería ser una carga para Neteyam, pero su cuerpo parecía estar en constante rebelión. Además del malestar matutino, Ao'nung también experimentaba dolores en la parte baja del abdomen, algo que lo preocupaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. 

El dolor era constante, un recordatorio punzante de los cambios que su cuerpo estaba atravesando, a decir le preocupaba mucho, después de todo él no era una hembra, aunque su cuerpo pudiera concebir no necesariamente significaba que su cuerpo estuviera listo para todo lo que conllevaba el embarazo y temía por su bebé, imploraba que esos dolores desaparecieran pronto, después de todo, la Gran Madre seria muy  cruel  si después de darle tan maravilloso regalo se lo quitara tan de repente como si no fuera nada. 

Ao'nung intentaba continuar con sus tareas diarias, pero con frecuencia se veía obligado a detenerse, doblándose por el dolor que surgía de repente, obligándolo a tomar pausas que nunca había necesitado antes. Neteyam, por supuesto, estaba siempre a su lado, insistiendo en que descansará más y trabajara menos.

Esa mañana, después de una noche particularmente mala en la que Ao'nung apenas había dormido debido a las náuseas y los dolores, Neteyam tomó una decisión.





—Se que quieres ayudar, pero no más tareas pesadas por un tiempo Ao'nung -. Dijo firmemente mientras ayudaba a su compañero a sentarse sobre el camastro. — No quiero verte forzándote aún más cuando no es necesario -. Ya habían tenido esta conversación pero el joven Metkayina insistió demasiado que Neteyam termino cediendo a sus caprichos. 

Ao'nung suspiró, su frustración evidente. — Neteyam, no soy débil. Puedo manejar esto -. Bueno, al menos a Neteyam le alegraba que Ao'nung fuera tan terco como  era costumbre. 

𝐂𝐡𝐨𝐨𝐬𝐞 𝐦𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora